La Argentina y el Reino Unido acordaron recientemente hacer el ADN a los soldados caídos en la Guerra del Atlántico Sur, para identificar los restos de 123 tumbas cuyas lápidas rezan: “Soldado argentino sólo conocido por Dios”.
En los 73 días que duró el conflicto armado por nuestras Islas Malvinas, en 1982, fallecieron 649 compatriotas y 1.082 resultados heridos.
Del total de caídos, la mayoría fue identificada, y un porcentaje importante descansa en el helado suelo del camposanto argentino en la isla Soledad Darwin. Hay por lo menos 123 combatientes que están sepultados sin nombre.
Prescindiendo de lo fundamental, la soberanía de los territorios, este acto de acordar con Gran Bretaña el procedimiento de individualizar a más de cien caídos en combate aparece como una situación justa y de valor fundamental para los allegados de aquellos que no volvieron.
Ambos países otorgaron el mandato de realizar el procedimiento de filiación a expertos del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), con fines humanitarios.
Según el acuerdo bilateral, suscripto bajo la fórmula de salvaguardia de soberanía -con lo que, obviamente, no se concuerda- la Cruz Roja destacará un grupo de forenses a efectos de recoger muestras de ADN de los cuerpos no individualizados, cuyos resultados serán comparados posteriormente con los datos recabados de las familias que voluntariamente hayan prestado consentimiento para la identificación. Y no pasará mucho tiempo para que esto se concrete, ya que los trabajos comenzaron en los primeros meses de 2016. Tal vez para abril del año entrante, en ocasión del 35° aniversario del comienzo de las hostilidades en Puerto Argentino, se puedan tener los primeros informes de identidad.
El proyecto de identificación es un esfuerzo exclusivamente humanitario para tratar de dar a las familias interesadas respuestas sobre el destino de sus seres queridos.
En abril de 2012, la Cruz Roja recibió una solicitud del gobierno de Argentina para facilitar la identificación de los restos mortales de los soldados argentinos; la institución aceptó la solicitud por su mandato humanitario, en consideración a las necesidades e intereses de los parientes directos y de conformidad con las disposiciones aplicables del derecho internacional.
En 2016, la Cruz Roja realizó una visita exploratoria a las islas para analizar los requisitos logísticos y técnicos para el intento de identificación. El procedimiento, como hemos planteado, es un esfuerzo exclusivamente humanitario para brindar a las familias interesadas respuestas sobre el destino de sus hijos.
El proceso, entonces, se encuentra en marcha. Las verdaderas víctimas de la guerra, como se ha sostenido más de una vez desde este espacio, fueron los jóvenes conscriptos. Cuando este operativo llegue a su fin, sus moradas eternas contendrán lápidas con nombre y apellido, fechas de nacimiento y muerte. Es lo menos que se merecen esos muchachos, caídos en la flor de la vida, llevados al combate sin entrenamiento apropiado, mal alimentados y con armamento antiguo.
Les devolverán su identidad y su condición de personas, trasladando a sus familias el consuelo de poder iniciar el verdadero duelo tras largos años de incertidumbre y pesar.