Malversaciones idiomáticas

Uno escribe valiéndose de dos dedos: el índice y el pulgar; en medio de ellos el lápiz, lapicera o birome. Pues estos utensilios son cada vez menos utilizados.

Malversaciones idiomáticas

Por Jorge Sosa  - especial para Los Andes

Una de las cuestiones que indican un crecimiento en la vida es escribir. Para el campo de las comunicaciones la escritura es imprescindible. Una madre se jacta del progreso de su hijo cuando dice: “mi hijo ya sabe leer y escribir”.

La escritura está sufriendo paulatinos cambios con la llegada de la era cibernética que estamos atravesando, aunque realmente no sepamos si la vamos a atravesar.

Los acostumbrados a los aparatos tecnológicos están perdiendo progresivamente su estilo de escritura, su forma, su geografía. Estoy hablando de su escritura dibujada, la de papel y lápiz; porque la otra, la de las teclas, sigue siendo manual, uniforme, prolija y generalmente en imprenta. La cursiva de nuestros mensajes, cartas, expedientes, apuntes -y varios etcéteras más- está cambiando en cada uno de nosotros. Vamos perdiendo la forma.

Uno escribe valiéndose de dos dedos: el índice y el pulgar; en medio de ellos el lápiz, la lapicera o la birome. Pues estos utensilios son cada vez menos utilizados. Ahora se usa el teclado de las computadoras o de los teléfonos celulares y los dedos han cambiado. Son los dos pulgares los que protagonizan el quehacer. Hay algunos muchachitos que lo hacen con tal velocidad que asombran. El teclado es su mundo y lo resuelven con lo que tienen a mano.

Me quedo pasmado y pienso que ni proponiéndomelo llegaría a la velocidad con la que ellos escriben mensajes. Esto, por supuesto, lleva a cometer errores y a cambiar grafías ‘xq’ quiere decir ‘por qué’; ‘tqm’, ‘te quiero mucho’; ‘+’ es más, obviamente; ‘bss’, ‘besos’; ‘bb’ ‘bebé; y ‘cmo’, ‘como’, en una apocopación bastante estúpida. Esto es una mínima pero una transformación al fin del idioma.

Todo argot de pueblo sufre influencias, pero no tantas che. Nosotros hemos incorporado una palabra que viene a reemplazar un vocablo que tiene mala fama: culo. El Negro Fontanarrosa, en el Congreso de la Lengua que se realizó en Rosario hace unos poquitos años, negó la existencia de malas palabras y fundamentó su postura diciendo que solo había malas intenciones. Es el caso de la palabra mencionada. Yo sé que algunos dirán: “este Sosa es un irrespetuoso, ¿cómo va a escribir la palabra culo en un diario con el prestigio de Los Andes?”. Pero es que no me cabe que sea mala palabra. ¿Por qué nariz, no lo es? ¿Por qué oreja, no lo es? ¿Por qué boca no lo es? ¿Por qué culo sí? ¿Qué culpa tiene el culo de haberle tocado ser el culo? Por eso hemos incorporado una palabra de origen quechua para suavizar el asunto: poto. Porque poto es como un culo tiernizado, como un culo de peluche. Vale entonces la influencia de otros giros idiomáticos de distintas culturas, pero con los anglicismos nos estamos pasando.

Es que, para no irnos del tema, hablamos para el poto. Vamos vendiendo nuestro idioma al inglés. Si usted quiere ser un personal trainer compre merchandising en el shopping y haga un living para que funcione su notebook. Festeje Halloween. Pida un delivery en el tupperware, a ver si tiene feeling con el rafting, cuando sale de camping. No se olvide de ir al after office en el pub. No vaya en slip a hacer footing porque así no va a conseguir un master y pídale a su manager que le consiga un ranking. Si encuentra a un yuppie con walkman dígale a la babysitter que se haga un lifting antes de ir al show y que no se olvide de hacer zapping. ¿OK?

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