Hace poco más de una semana, Los Andes se ocupaba de un suceso penoso en que una docente fue golpeada en el rostro por la familiar de una alumna. Hecho inaudito que este diario siguió de cerca, pronunciándose por la aplicación lisa y llana del Código de Faltas a los efectos de que la autora del ataque reciba el correspondiente castigo.
El caso que nos ocupa ahora son las situaciones producidas en hospitales públicos mendocinos donde no pocos estudiantes realizan sus prácticas profesionales y jóvenes médicos en el inicio de sus carreras han padecido diversas formas de maltrato.
Los involucrados como víctimas de estos sucesos, también registrados en entidades privadas, han reconocido que ahora hay un cambio: los residentes damnificados están siendo escuchados. En tanto, el Ministerio de Salud ha tomado intervención licenciando temporariamente a los residentes de primero y segundo años de los hospitales Lagomaggiore, Central, Perrupato y Paroissien, donde hubo mayor cantidad de denuncias. Como las residencias médicas resultan de mucha utilidad en la atención sanitaria, no serán eliminadas por la condición de herramienta de formación de posgrado de los médicos.
Situaciones como permanecer durante 48 horas sin dormir, desarrollar la tarea mal alimentados o recibir agravios del personal que los manda, forman parte de las ignominias que se están investigando y tratando de revertir en los nosocomios. Residentes en cirugía deben asistir a operaciones en condiciones de extremo cansancio y algunos pierden la atención durante el proceso, ante lo cual reciben algún tipo de vejación. Las principales víctimas de esta situación son los residentes de primer año, quienes sostienen sufrir maltratos por parte de sus superiores, además de sobrecargarlos de tareas.
Las condiciones laborales de los residentes fueron motivo de una tesis de maestría, realizada por una egresada de la Universidad de 3 de Febrero, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, quien expuso que “se cometen graves irregularidades con los trabajadores bajo excusas de diversa índole e incurriendo en evidente fraude laboral, ocasionándoles daños psicofísicos y pérdidas generales, que inciden no sólo en la salud de ellos sino en la comunidad en general, provocando pérdidas de vidas y daños económicos a la sociedad”.
Otra conclusión, en este caso del presidente del Círculo Médico de Mendoza, es apabullante: “El trato a los médicos principiantes es similar al que se daba en el servicio militar (a los soldados principiantes)”.
Se debe avanzar en el logro de elementales derechos de los noveles galenos, como el respeto a sus deseos de perfeccionarse, disponer de descansos lógicos, poder alimentarse durante las guardias, siempre extensas, y otras manifestaciones de respeto.
No podemos cerrar estas líneas sin abordar también un problema que alcanza tanto a primerizos como facultativos con trayectoria, que muchas veces son atacados verbal o físicamente durante sus horas de servicio.
Las provocaciones que salen a la luz por los medios son sólo una parte del problema; también está la silenciosa, es decir, las agresiones verbales, que no tienen por qué existir en el ámbito de un centro de salud. Ni qué hablar de lo que sufre el personal de ambulancias, como el Servicio de Emergencia Coordinado, injustamente atacado por vándalos o irracionales, cuando esos equipos ingresan a barrios difíciles.
También frente a estos casos se debe buscar un abordaje integral y multidisciplinario, sin llegar a enfrentar al personal médico con los usuarios del hospital, sino concientizar que los agentes de salud son trabajadores, y que eventualmente pueden cometer algún error, que nunca será corregido por la violencia o el ataque a mansalva.
Se debe trabajar de modo preventivo porque el hecho de violencia ya sucedió, pero si no se analiza las causas que lo provocaron, será difícil evitar que vuelva a pasar.