En los últimos días hubo una acumulación de datos estadísticos que, por su dimensión, suelen causar desazón en el público y una suerte de placer morboso en los que los manejan. Pero hay que tener en cuenta que son datos viejos y solo nos ponen en número la dimensión de lo que ya pasó. Otra cosa distinta es lo que vendrá.
Es que 2018 ha sido un año no apto para cardíacos. Arrancó un primer trimestre muy bueno, trayendo el envión que la economía había tomado en los dos trimestres anteriores y todo parecía platear un buen año. Pero había problemas no resueltos que ya habían comenzado a generar desconfianza.
En 28 de diciembre de 2017 el gobierno anunciaba un relajamiento de las metas de inflación, en una cara intromisión del sector político del gobierno en las funciones del presidente del Banco Central, que quedó muy mal parado y en días posteriores renunciaría. Esta señal fue mal vista por el mercado y, ante un movimiento hacia el dólar, el BCRA tuvo que apelar a una brusca tasa de las Lebac, títulos que en ese momento se usaban para absorber liquidez.
Las altas tasas de las letras motivó la llegada de capitales especulativos que vendían dólares en el mercado para colocar pesos a altas tasas. Esta situación hacía que el precio del dólar se mantuviera bajo respecto de la inflación. El proceso se agravaba con el ingreso de divisas por emisión de deuda del gobierno y contribuía a mantener bajo el precio del dólar en una ficticia estabilidad cambiaria.
El problema saltó en abril. En esa época saltó la suba de las tasas de EE.UU., con indicadores de crecimiento muy sólidos que anticipaban mayores subas por parte de la Reserva Federal. Esto generó fuga de capitales y en ese proceso se invirtió el proceso y aumentó la demanda de dólares a un ritmo mucho mayor. Con esa devaluación y el proceso internacional, la Argentina se había quedado sin crédito y la púnica posibilidad de cerrar los pagos del año y el próximo era recurrir al Fondo Monetario Internacional (FMI).
Se cerró el acuerdo con Fondo pero la política del BCRA era errática, tanto que los primeros u$s 15.000 millones que entregó el organismo se perdieron financiando fuga de capitales porque el Banco Central vendía tratando de evitar la suba, pero solo conseguía atemperarla pero nunca la pudo controlar.
Finalmente, en agosto, y luego de otra fuerte devaluación, entró en vigencia un nuevo acuerdo con el FMI, se cambió nuevamente al presidente del Banco Central y entró en vigencia una nueva regla monetaria que establece el congelamiento de la base monetaria hasta junio de 2019 y la fijación de bandas de intervención cambiaria. Estas bandas tiene un mínimo y un máximo y, mientras el dólar se mueva dentro de esos límites, el BCRA no intervendrá. Solo lo hará si perfora el piso o supera el techo máximo.
Estos movimientos generaron una suba muy fuerte de la inflación, que se sintió, especialmente, entre Agosto y Setiembre. Pero las políticas implementadas llevaron las tasas a niveles del 70% al comienzo y luego vino bajando hasta el actual nivel de 59,50% promedio.
La inflación pegó muy fuerte en el poder adquisitivo de los salarios y esto afectó al consumo. La devaluación encareció los bienes importados y os autos aumentaron un 100%, haciendo caer la demanda. También cayó la demanda de viajes al exterior y en el consumo interno la caída de las ventas minoristas es constante.
Muchas de las consecuencias las estamos vendo ahora. El desempleo en el tercer trimestre creció de 8,3 a 9% a nivel nacional, pero del 4,5 al 6,4% en Mendoza. Los indicadores de pobreza marcaron un crecimiento hasta el 33% de la población medido hasta el tercer trimestre. La caída de la producción industrial en noviembre de un 7,4%, según Fiel, está fuertemente impactada por la caída de la producción automotriz.
Estos datos generan preocupación entre los que tiene trabajo, por miedo a perderlo, y en los que no lo tienen por miedo a seguir sin encontrarlo. Pero preocupa a las empresas la caída en las ventas y la falta de acceso al crédito por los altos costos de las tasas de interés. Todas las proyecciones indican que la situación de recesión, que ya lleva tres trimestres consecutivos, se mantendrá hasta el primer trimestre de 2019.
Datos positivos que aparecen
El gobierno no tiene margen para nuevas políticas populistas. El corset monetario impuesto, en acuerdo con el FMI asegura que la inflación tiene que caer porque, además, en 2019, el Tesoro ha comprometido equilibrio fiscal, por lo que no habrá que financiar déficit fiscal. No obstante, las tasas no bajarán tan rápido y es posible que sigan impactando sobre el nivel de actividad.
Las proyecciones de inflación comienzan a ceder, aunque seguirán sintiendo el impacto de aumentos en tarifas de servicios públicos el 2019. Noviembre marcó un 3,2% y las proyecciones para diciembre prevén llegar a un 2,5%. Nuevamente, en 2019, los precios regulados impactarán en los índices, que el gobierno calcula en 23%, pero que las consultoras privadas ver más cerca del 30%.
Un dato positivo ha sido el Indice de Precios Mayoristas, que arrojó una suba del 0,1%, influido principalmente por la baja del dólar que impactó sobre los bienes importados, así como la baja del petróleo. Los precios mayoristas anuncian el comportamiento de los precios minoristas en los meses siguientes, lo que confirmaría una tendencia a la baja al haber mayor normalidad, que permite tranquilizar los ánimos.
Esta semana se reunió en comité de la Reserva Federal de EE.UU. y resolvió aumentar un 0,25% la tasa de referencia de los bonos a 10 años. Esta decisión era esperada pero había mucha expectativa respecto de los anuncios acerca de lo que podría pasar el año próximo. En el mercado esperaban que se anunciara un plan de tres nuevos ajustes, pero esta vez se afirmó que se evaluará la posibilidad de hacer dos nuevos ajustes en el año.
Con estos anuncios se despeja unos de los mayores riesgos para la economía argentina. Una actitud firme de la Reserva Federal hubiera generado una fuga de dólares de todo el mundo hacia títulos norteamericanos, haciendo subir muy fuerte el valor del dólar frente al resto de las monedas. Esta situación podría haber empujado fuerte el valor del dólar en nuestro mercado trayendo nuevos temores y empujando nuevamente la inflación.
Por ahora ese temor parece despejado y las proyecciones son mucho más reales en cuanto a que dese el mes de abril comenzará a percibirse una mejora en el nivel de actividad. A esto hay sumarle otro dato positivo de esta semana, como fue el superávit comercial de noviembre de casi u$s 900 millones. Este dato indica que de a poco, comienza recuperarse la actividad exportadora mientras que por los valores del dólar se retrae las importaciones y los viajes al exterior.
Desde enero comenzarán a sentirse más las exportaciones de granos, que tiene su pico estacional hasta el mes de Junio. Si se pueden sumar otros rubros, eso repercutirá en mejores niveles de actividad interna.
Los datos pasados muestran lo mal que lo pasamos y los pasaremos hasta marzo. No obstante, la emporada de vacaciones puede ayudar a mejorar el ánimo de muchos argentinos y el nivel de trabajo en las zonas turísticas. Después de marzo deberían comenzar a percibirse mejoras, y también una baja en las tasas de interés que ayude a la producción y al mercado interno.