Han pasado poco más de 100 días de gobierno y si bien es cierto que gran parte de la población comprende la situación a causa de la herencia recibida, no es menos real que la inflación, en algunos casos creciente, es preocupante. La responsabilidad no sólo le cabe al Gobierno sino a algún sector de la estructura económica, como es el caso de empresarios que aprovecharon los resquicios que se presentaron para incrementar sus ganancias.
En su campaña, Macri anunció como uno de sus principales objetivos el de ordenar la economía. Dijo que esperaba un ingreso importante de divisas como consecuencia de la venta de granos, las que serían volcadas inmediatamente a la producción para ampliar las fuentes de trabajo; que eliminaría trabas a la economía para que los empresarios pudieran trabajar; que modificaría el mercado cambiario a los efectos de que el dólar tuviera el valor que realmente le corresponde y que eliminaría las retenciones a las exportaciones, con el objeto de brindar mayor competitividad a los productos argentinos en el exterior. Cumplió con sus promesas pero cabría preguntarse si fue acompañado en los hechos por muchos de los empresarios que lo acompañaron y apoyaron porque necesitaban un cambio a la política kirchnerista que los encorsetó y les impidió crecer.
Ateniéndonos a los hechos, no todos cumplieron con su apoyo y algunos se aprovecharon de la situación aumentando los precios porque se advertía la devaluación -y, cuando se produjo, volvieron a hacerlo- e incrementando los valores de la mercadería acorde a la devaluación, a pesar de fabricar o elaborar con escaso o nulo componente importado, entre otras tantas actitudes. Esta situación eleva la preocupación ahora porque habrá que ver cómo trasladan a los precios los incrementos de combustibles y electricidad.
Los incrementos alcanzaron a la casi totalidad de los artículos pero es en los de primera necesidad donde se nota el castigo a las clases media y baja. En numerosas oportunidades Macri ha advertido lo que está sucediendo y ha invitado a ese sector “oportunista” a que se sume al proyecto, pero las respuestas no han surgido en el tono en que él esperaba.
En el caso de Mendoza, mercaderías que se producen en la provincia, como las frutas o las hortalizas, tienen aquí un precio más elevado que el que alcanzan en el Mercado Central de Buenos Aires, a pesar de que en este último caso debieron agregar el costo del transporte, que es altísimo por los mil kilómetros recorridos. Es sólo uno de los tantos ejemplos e inquieta mucho más cuando, al comprar un producto que se fabrica en otra parte del país, en la provincia le cargan -y mucho- el costo del transporte. Se trata de algunos de los tantos ejemplos que podrían multiplicarse si se hiciera un estudio profundo sobre el tema.
Tanto el Presidente como el Gobernador han advertido sobre las serias dificultades económicas y solicitado la comprensión a la ciudadanía y a las dirigencias sindicales, en este último caso, en las discusiones por los incrementos salariales. Pero ese reclamo también debería ser acompañado por la grandeza de los empresarios a los efectos de que acompañen los objetivos perseguidos. Hay señales que preocupan, como por ejemplo la fuerte caída que se viene produciendo en las ventas o el llamado a que se deje de comprar en determinados días por parte de la población. Estos aspectos determinan que existe un descontento que es necesario evitar.