El ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, en conferencia de prensa, se ha mostrado casi eufórico presentando los datos del resultado fiscal para el año recién finalizado.
La síntesis de sus expresiones es que el gobierno "sobrecumplió" la meta de déficit fiscal, que estaba programada en 4,2% del Producto Bruto Interno (PBI) y finalizó en el 3,9%.
En esta columna ya hemos sostenido que medir el gasto público y el déficit como una relación con el PBI, si bien es el criterio aceptado generalmente por los economistas, es una cifra que resulta abstracta para el ciudadano que se preocupa y ocupa de los asuntos públicos.
Adviértase que el porcentaje es una relación entre dos datos: en el numerador se coloca el PBI medido en pesos nominales y en el denominador el gasto y el déficit.
El dato del numerador, de compleja medición, no pasa de ser una estimación, una aproximación al total producido por el país en un año. En tanto la cifra de denominador es un dato contable, cierto, fácil de entender en cifras absolutas.
Dada la magnitud enorme de ambos datos, medidos en pesos, pero sobre todo del PBI, basta que este se "sobreestime" en pequeño porcentaje para que la relación tan importante (gasto, déficit, PBI) se modifique, se "achique".
El Gobierno nacional ha sido claro al establecer el criterio de que el gasto se mantendrá constante en términos reales, esto es, que el gasto sólo aumentará en la misma proporción que lo haga la inflación. Criterio similar se ha adoptado en el Pacto Fiscal, firmado con las provincias.
De manera entonces que no está prevista una reducción del gasto público.
El Gobierno se ha propuesto reducir el déficit fiscal primario, y aquí es necesario precisar conceptos.
El déficit primario es la diferencia entre gastos e ingresos, no incluye el pago de intereses de la deuda pública, por lo tanto no es correcto el criterio adoptado por el ministro de Hacienda, que habla sólo del primero.
Esto es como si una empresa no contabilizara en su balance las deudas con los bancos y los intereses. El déficit total o financiero es el que importa: es fácil entender que puede bajar el primario y subir mucho el pago de intereses, que es lo ocurrido el año pasado.
Veamos los números del denominado Sector Público No Financiero (SPNF) que no es todo el sector público (hay empresas que quedan afuera).
Durante 2017 el gasto fue de 2,402 billones de pesos y el déficit primario de 404.000 millones. Pero el pago de intereses sumó otros 225.000 millones (71% más que el año anterior), es decir que el déficit financiero o total fue de 629.000 millones (32% más). Más sencillo, por cada 100 pesos gastados 26 es deuda.
Ésta es la verdadera realidad de la situación fiscal y como el gobierno se propone mantener el gasto en términos constantes, reducir el déficit implicará aumentar la ya desmesurada carga tributaria y/o seguir endeudándonos.
Además para tener más clara la situación fiscal, conviene ver en perspectiva histórica la relación entre gasto público y PBI.
Según un informe de Idesa para el período 1980-2016 (un cuarto de siglo) la relación fue del 30,7%; para el período 2007-2012 (cinco años) aumentó a 38% y entre 2013-2015 subió al 45%. El kirchnerismo, en la "década ganada", subió 15 puntos el gasto en la relación a la economía.
Como dice el Instituto citado "el Estado administra casi la mitad del PBI".
Una buena síntesis del grave problema del gasto público y sus efectos sobre la economía, la ha hecho el joven economista Diego Giacomini, director de la Consultora Economía & Regiones: "Argentina tiene una estanflación de oferta por asfixia del sector público". "Argentina no crece porque el sector privado está ahogado por el sector público y no tiene incentivos aumentar la producción e invertir".
Éste es el nudo gordiano del país. Desatarlo no es sólo tarea de un gobierno. La sociedad o parte importante de ella tiene que ayudar, y mucho.