¿Quién no se ha encontrado con un grupo de mujeres de coloridos vestidos y pelo trenzado que te arruinan el día leyéndote la fortuna? “A ver mi niño, que de acuerdo a lo que veo en las líneas de tu mano te van a echar del trabajo, tu esposa se va a ir con el que vende rifas del comedor infantil y los índices de inflación para 2015 estarán en torno al 40 y el 45 por ciento”. Sí, son los gitanos, acólitos de la nigromancia, de la clarividencia y del maldito hábito de hacernos ver lo miserables que son nuestras vidas.
Acaso el pueblo sin patria más conocido del mundo, los también llamados zíngaros o romaníes se despliegan a lo largo y ancho de los cinco continentes. En ese sentido, Europa alberga la mitad de sus integrantes (de un total de aproximada- mente 13 millones), con fuerte presencia en el área de los Balcanes (Serbia, Bosnia, Montenegro y todas esas naciones nuevas que surgen cada 3 o 4 meses), y en países como Rumania, Bulgaria, Hungría, España y Francia. Argentina, ya se sabe, acoge asimismo una importante colectividad (estudios recientes hablan de 50 mil miembros).
Se da cuenta uno de su influencia al advertir la cantidad de carpas en las que viven muchos de ellos y por el éxito que tuvo el desaparecido “Soy Gitano”, protagonizado por Osvaldo Laport. Un programa que no provocaba ningún tipo de malestar gástrico, hasta que empezaba.
Aunque originarios de la India, hace algunos siglos se pensaba que los gitanos venían de Egipto, por lo que se les decía “Egiptanos” (de ahí su nombre), además de “sátrapas”, “maleantes” y “hágannos un favor y manténganse a un radio de 300 millas náuticas de nuestra vista si no quieren terminar tomándose un vermú con San Pedro”.
Lamentablemente, este tipo de actos discriminatorios aún encuentran gran ascendente y los zíngaros continúan sufriendo el rechazo popular en la mayoría de los países del globo, sobre todo los de Europa. “Allá somos más odiados que Skeletor, Gárgamel y Pierre Nodoyuna juntos”, asegura uno de la comunidad, quien hace 27 años que no tiene tele.
Así de perseguidos, los gitanos se han visto obligados desde su nacimiento a moverse de acá para allá, a cerrarse al resto de las sociedades y a relacionarse casi exclusivamente entre miembros del clan. Pero claro, a los fines de corroborar la veracidad de esa afirmación, habría que preguntarse qué fue primero, si el huevo o la gallina. “Depende: ¿El huevo tiene que ser de gallina o puede ser de otro animal, codorniz por ejemplo?”, inquiere un perdido de por ahí, y toda la metáfora se marchó al diablo.
Flamenco y olé
“Soy gitano y vengo a tu casamiento, a partirme la camisa, la camisita que tengo”, entona el gran Camarón de la Isla, y antes que nada alguien debería avisarle de lo cara que está la ropa. Referente de la raza gitana, el fallecido “cantaor” andaluz es también el máximo exponente del flamenco. Un género musical que es emblema de España y marca registrada de los romaníes, quienes lo crearon a fines del siglo XVIII en el sur de la península ibérica. Ocurre que a este pueblo nómada, el talento compositor y el gusto por las melodías, los cantares y los bailes, les viene desde tiempos inmemoriales, mucho antes de que naciera el Juez Griesa, incluso.
Otras actividades en las que destacan los gitanos más tradicionales son la elaboración de canastos, la venta ambulante, el trabajo con calderas y la domesticación de caballos. “Y en echar el mal de ojo a los que no nos tiran la propina, hijo”, agrega la señora del principio, y por las dudas mejor desembolsar un San Martín o un Belgrano.