Los nervios del debut, debían acomodarse aquellos que por primera vez se calzaban la camiseta Azul y, en medio de todo este escenario, dos imprevistos.
El primero: el transfer de Gastón González no llegó e Irañeta saltaba al campo de juego. Nacho no hizo nunca fútbol con los titulares y ahora debía reemplazar a uno de los puntales en los que se apoya el once de Quinteros.
¿Y el segundo? La misteriosa situación que se dio en el mediocampo. Por decisión del entrenador, imaginamos, Villarreal y Díaz alternaban en la función de enlace, algo que no se terminaba de entender.
Dos jugadores de condiciones bien disímiles se “turnaban” en una trabajo que sólo Díaz podía cumplir con idoneidad. Circunstancias que fueron minando sobre el rendimiento colectivo aunque el Azul tuvo lo suyo: Díaz sacó un remate de poco más de treinta metros y hacía lucir a Kletnicki, Morales Neumann le ganó a Alonso pero le quedó atrás la pelota a la hora de definir y por eso su disparo fue débil y sobre el final Silva estrelló un cabezazo en el travesaño. Saldo positivo. Lo peor llegará en el complemento.
A los 3’ Díaz se va expulsado por una falta que en el Federal B no se sanciona y por eso paga caro su derecho de piso. Se descalabra todo. Dálmine hizo desastres en esos diez minutos hasta que Cálgaro entró a poner un poco de orden en el mediocampo. Le perdonó la vida el Viole: Albarracín, mano a mano, la picó y se fue ancha, Cérica se lo perdía más tarde y dos intervenciones brillantes de Scapparoni sostuvieron un cero que parecía milagroso.
Independiente le costaba horrores recuperar la pelota y la perdía con suma facilidad. El plata estaba servido para la visita. Recién en los últimos quince, cuando las piernas ya no le respondían al equipo del Flaco Vivaldo, la Lepra pudo jugar la pelota unos 20 metros más adelante. La sociedad Aguirre-García mantenía viva la ilusión de arrebatarle algo más a Villa Dálmine.
Algún que otro centro caía con cierto riesgo al área, la pelota parada despertaba algunos suspiros en la platea pero no mucho más. No se veía dentro del campo de juego argumento alguno que hacía soñar con una victoria de la Lepra. Más bien había que ser realista y aferrarse al empate que pintaba de cuerpo entero a los dos.
Hasta que en la última pelota del partido llegó la última dosis de fortuna que necesitaba Independiente. Tiro de esquina, cabezazo de Alonso, Scapparoni tapa en su noche soñada y en el rebote Fydriszewski anotaba el gol. Caras largas, decepción. Pero el juez de línea número uno, Juan Pereira, levantó el banderín para inhabilitar al goleador. Fydriszewski estaba habilitado y fue lo mejor que le pasó a la Lepra en el debut. Estuvo lejos de ser el debut soñado.