“Tengo patente mi imagen de chiquita tironeándole los pantalones a mi abuelo para que dejara de charlar. Cada vez que salíamos, él se quedaba hablando horas y horas con algún conocido”, la anécdota la cuenta Majo Pérez Comalini.
Y es justamente ésta una de las cualidades que heredó de Mario, la de hablar hasta por los codos. Ella es tan simpática y “chispita” frente a cámara (en “Cada Día”, junto a Coco Gras, y en “Protagonistas”, por Canal 9), detrás del micrófono (en la 100.9) como en una cocina cualquiera.
Su naturaleza es hacer reír, de cualquier tema ella puede improvisar un chiste apoyándose en sus ocurrencias, en la capacidad que tiene para distorsionar su voz o con un gesto. Contagia. Su alegría, la comparte.
Pero también se emociona y vuelve a ser aquella niña inocente que le tiraba de los pantalones a su abuelo y que inspira un abrazo y una mirada complaciente.
“Mi abuelo sufrió dos ACV, ya no puede hablar”, se lamenta Majo; pero inmediatamente se va otra vez para arriba recordando lo que le enseñó: “Con él jugábamos al ring raje -se ríe- tendrían que haberlo visto correr”. Y también a él le atribuye el tener buenos principios, el respeto por el trabajo, valorar la familia y ser humilde. “Es la luz de mis ojos”, dice.
Majo habla de su abuelo mientras prepara un turrón alemán, “no le meto el dedo al dulce de leche porque están ustedes, pero en mi casa, a esta altura -mientras mezcla el chocolate con la avena- ya me comí la mitad”, dice; pero después perderá la timidez inicial y los dedos pasarán por su boca varias veces. “Soy una gorda, amo lo dulce”, confiesa.
Que lo dulce era su debilidad lo dejó claro cuando fue invitada a cocinar un plato salado y ella dijo: “Mejor me salen los postres”, y eligió turrón alemán.
-¿Te gusta romper las reglas?
-Soy bastante prolijita y obediente, pero en el camino pongo mis reglas. Igualmente, siempre me adapto. Me molesta la gente que se siente dueña de la verdad.
Majo ya está poniendo las galletas en una bandeja y les desparrama el chocolate por arriba.
- ¿Cuál es tu cable a tierra?
-Mi novio, Pablo. Es mi remanso, mi calma, la persona a la que espero ver después de un rutinario día agitado.
Majo y Pablo se conocieron “accidentalmente” por Facebook. “De verdad, te juro -se ríe-. Yo estaba buscando a un ‘tal Pablo’ por laburo y sin querer le pregunté a él”. Entre chistes y ademanes cuenta que, finalmente, después de varias semanas de chat y estrategias de seducción salieron a tomar algo. “Desde ese día nunca más nos separamos”, dice otra vez con los ojos húmedos.
El turrón alemán ya está listo, va un ratito a la heladera para desaparecer en cuánto sea llevado a la mesa otra vez.
La tonada de Majo es una mezcla rara. Es que los primeros años de su infancia los pasó en Córdoba, donde están todos sus parientes, y donde ella ama ir de vacaciones. Otra etapa de su vida fue en La Rioja y desde los 15 años está en Mendoza.
“Me imagino a los cincuenta acá, casada y con muchos hijos”, se ríe y confiesa que es “súper Susanita”.
“También me veo trabajando en lo mío. Nací sabiendo que quería ser comunicadora”, cuenta. Y trae a la memoria un recuerdo de Córdoba, junto a una de sus tías. “Yo me hacía la Lía Salgado -y mueve el pelo para los costados- yo era la conductora y ella la entrevistada, la hacía que me contara la vida; ¡le sacaba cada cosa!”, se ríe con picardía.
Fue ese amor que siente por la profesión el que una vez la sonrojó frente a un montón de desconocidos que se animaron a reírse ante su respuesta. Fue cuando el primer día de facultad algún profesor le preguntó por qué estudiaba comunicación y ella, expresiva, dijo: “Porque es una pasión, una pasión ¿entiende?”.