Mal que les pesara a algunos, Deportivo Maipú seguía siendo el embajador del fútbol mendocino en la segunda categoría del fútbol argentino. Sin embargo, lejos seguía el Cruzado de calzarse el traje de protagonista y aspirar a algo más que salvar una categoría que se tornaba tan desgastante como apasionante.
Y si bien en esta vez no tuvo que revalidar la permanencia como el año anterior frente al eterno rival, Gutiérrez, los números de la campaña (ver aparte) hablan por sí solos.
“Comenzamos con Julio Fernández, luego vino Antonio D’Acorso y finalmente Leopoldo Luque. Ya no había nombres importantes como el de Corró, pero trajeron a Cassé, Lucero (que venía de Vélez, pero estaba todo roto), Di Luca y Alercia de Instituto de Cordoba, Pavón (Quilmes) y Acosta (Chacarita), Walter Cuvertino (Guaymallén) y también se le dio lugar a varios chicos del Maipucito como Bazán, Poblete, Paz, Enzo Martínez y Toro”, recuerda Gustavo Navarro, aquel puntero derecho goleador que surgió en Chacras, saltó a la fama en Argentino y al año siguiente enfrentó a sus ex compañeros en la reválida 90/91 jugando para el Tomba.
El Cruzado comenzó el torneo justamente cayendo frente al Pirata de Leopoldo Jacinto Luque, quien una rueda después arribaría al Botellero para radicarse en la provincia hasta nuestros días.
“Espectacular goleada de Maipú”, tituló Los Andes al otro día del recordado 4-1 frente al incipiente Lanús de Miguel Ángel Russo, que luego se adjudicaría el segundo ascenso a Primera tras vencer a Quilmes en los encuentros decisivos del Reducido.
El criterio de Dante José Pralong, la pegada exquisita de Héctor Escobar y el temple, personalidad y recorrido de Gustavo Paz por el andarivel izquierdo y la frescura de Daniel Amoroso, son los puntos que destaca la crónica dentro del gran segundo tiempo de Maipú. Fue 4-1 con doblete de Víctor Lucero, Escobar y Rodríguez, a quien Perassi le atajó un penal. Para ese entonces (fecha 15), el equipo ya era dirigido por D'Accorso.
Tras el receso de fin de año y la llegada del ‘90, el recorrido siguió siendo igual de sinuoso. ¿Lo más rescatable? Las goleadas ante Almirante Brown (4-0), Atlético Tucumán (3-0) y el débil Armenio (3-0), que descendió.
De la primavera de un sueño, al invierno de una pena...
Héctor 'Mudo' Cassé, un héroe del silencio
“Mudo corazón! ¡Mudo corazón!”, le gritaba la hinchada de Temperley cuando tapaba una pelota de gol. Pero al arquero Héctor Cassé le importaba aclarar que no era mudo como muchos creían.
Héctor Jorge Cassé nació el 21 de junio de 1957 en Salliqueló, Buenos Aires. A los nueve meses de vida, una otitis mal curada le provocó una sordera casi total: apenas mantuvo el 40% de la capacidad para escuchar en el oído derecho, situación que le impedía articular correctamente las palabras, aunque eso nunca resultó un problema para su carrera.
Llegó a la Primera de Gimnasia LP en 1979, pero lo mejor lo hizo en Temperley, donde jugó entre 1980 y 1986. Fue clave en el ascenso de 1982, que se definió por penales con Atlanta. “Cuando íbamos ganando hacía tiempo yendo a buscar la pelota muy despacio y el árbitro se mataba tocando el silbato y él se hacía el que no lo escuchaba. Entonces, cuando el árbitro se le venía, le hacía señas de que era sordo y que no escuchaba”, recuerda Gustavo Navarro, su compañero en ese Maipú de la temporada ‘89/’90.
En noviembre de 2003, a los 46 años y como consecuencia de un tumor pulmonar, su vida se apagó.