¡Qué triunfo Botellero! De esos que a vos te gustan. En los que sufrís hasta el pitazo final. En los que aplaudís a rabiar a un jugador que se tira de cabeza a recuperar una pelota, en vez de festejar que alguien meta un caño o ensaye un taco.
El momento actual exige sacrificio, humildad y resultados. Y el “Súper Depor” ante 9 de Julio tuvo las tres cosas. Lo golpearon de entrada y quedó medio “drogui” como dicen en el boxeo. Mareado.
Sin embargo, supo cambiar a tiempo. Movimientos tácticos y de posiciones de algunos jugadores que despertaron el mejor andar colectivo del Cruzado. Por momentos, fue un monólogo del equipo de Scivoletto, que lo buscó siempre, más allá de errores y aciertos. Esa superioridad no la pudo plasmar en la red y parte de su gente perdió la paciencia.
Arrancó la segundo etapa y la convicción y actitud del equipo fue imbatible. Entiéndase como convicción a la seguridad que tiene una persona de la verdad o certeza de lo que piensa o siente; y actitud como la postura del cuerpo que revela un estado de ánimo. Los jugadores de Maipú querían cambiar la imagen mostrada en las últimas presentaciones y soñaban con volver a cantar victoria. Y así fue nomás. Porque apareció Coria en todo su esplendor. Provocó el penal y el mismo se encargó de marcar el empate parcial. Minutos después, tras la mejor jugada colectiva del equipo en el juego, siete toques mínimos, apareció el Pampero, media vuelta en el área, rebote de Ruffini y el mejor de la tarde, la “joya” Jofré rompió la red del arco de 9 Julio.
El Cruzado había logrado su objetivo: dio vuelta el resultado y estaba en ventaja. Lo mejor fue que lo logró con autoridad. Jugando así, el Cruzado saldará su deuda.