Mágico urbanista, incansable creador

Mágico urbanista, incansable creador

Vivió Oscar Niemeyer y lo tradujo en forma de incansable trabajo. Fue arquitecto, urbanista y el último exponente del movimiento moderno del pasado siglo XX. Su legado trascendió enormemente las fronteras del Brasil.

Enumerar su obra sería inagotable y es preferible referirse a su arquitectura no sólo en lo que concierne a la materia y forma, sino como una voluntad volcada sobre el espacio del hombre, como el desafío de la transformación y la creación de un lugar donde antes no existía.

Los grandes maestros son aquellos a los siempre se retorna, y si  tenemos que hablar de un legado, fue el de volver a pensar en el hombre como centro motivador, inseparablemente relacionado con la naturaleza. Los llamados arquitectos de la “tercera generación”, entre los que se destaca Niemeyer, no hicieron más que dejarnos ese mensaje: conservar una profunda  preocupación por la arquitectura y el paisaje.

Sabido es que Niemeyer fue arquitecto, pero también fue escritor, poeta, músico y filósofo, y todo su arte lo entregó con absoluta generosidad, incluida su obra obra  de  arquitectura, a la que le juró fidelidad de principios.

“Siento pasión por las superficies sinuosas, bellas y sensibles, capaces de entregar emociones diversas; una arquitectura libre en sentido, de forma plástica y rigurosa en la preocupación de mantenerla dentro de perímetros regulares y definidos”, definió su arte.

Formado profesionalmente junto a Lucio Costa y Le Corbusier, fue un destacado partícipe del debate político y arquitectónico. Niemeyer hizo de su obra un acto de afirmación del pueblo brasileño, buscando armonizar el concepto de trascendencia de la obra arquitectónica con el espíritu de modernidad cultural. La suya fue una arquitectura  de carácter despojado y escultórico

“La belleza es importante pero no resuelve nada. Lo que resuelve es la lucha política...   Nunca escondí mi posición de comunista, pero nunca he  permitido que ninguna ideología interfiera en mis amistades”, de definía.

Vivió Niemeyer 104 años. Y  lo hizo de una manera intensa, dejando un mensaje más allá de la arquitectura.

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