Ahora que Mafalda cumple 50 años, que el festival de cómic más importante de Francia, el de Angulema, la recuerda con honores, que la cara de Quino ha vuelto a los principales diarios de Europa subrayándalo como personaje imprescindible de la cultura universal, no puedo dejar de recordar aquella entrevista que le hice hace 10 años, cuando entre otras cosas le pregunté cómo había terminado la historia, si acaso Manolito era hoy propietario de un supermercado o si a "Almacén Don Manolo" lo había fundido algunos de los híper; si Mafalda finalmente había conseguido el puesto de traductora de la ONU; si Susanita había encontrado un buen partido para casarse.
Y Quino, hace diez años, en una entrevista que publicó la Revista Rumbos, me contestó. Nos contestó a todos y lo hizo con una respuesta que lo pinta tal como es? Uno de los tipos más sinceros que dio el arte mendocino.
Pero antes de develar esa incógnita, también recuerdo otro momento de la entrevista. Para citarla, debo colar una pequeña introducción. En las páginas preliminares de "Toda Mafalda" (Ediciones de la Flor), el dibujante Rep se anima a deslizar algunas preguntas a Quino (quien no las contesta, al menos en ese volumen). Una de ellas dice: "¿Qué pasa que no aparece (en las tiras), ni remotamente, la Mendoza natal de Quino?".
Y sigue el creador de Socorro: "No pretendo un Amarcord, pero, mi viejo, ni una sola acequia, ni un paisaje, un aroma, una vid, algo?" El mendocino recuerda muy bien la duda del humorista porteño; no hace falta ni formulársela por entera para que ensaye esta respuesta:
"Es muy sencillo, cuando yo hice Mafalda vivía en San Telmo, Buenos Aires, y más o menos copié la geografía del barrio en que yo vivía. Las empalizadas de los baldíos, con las plantitas que crecen en las cornisas, los adoquines... La acequia, por ejemplo, no es algo muy conocido fuera del ámbito de Cuyo. Cuando llegué a Buenos Aires, entre otras cosas, me tuve que adaptar a una manera de escribir que no era la mía y tuve que dibujar también cosas que no eran familiares para mí. Fue todo un trabajo. Pero me pasó hasta en la vida cotidiana. Para mí ya no era 'aliñar la ensalada', sino prepararla; no era 'canilla', sino surtidor".
-¿Nota en Mafalda algún perfil mendocino o ella es absolutamente porteña?
-No, Mafalda tampoco es porteña. El barrio en el que yo me crié era muy especial; era como si me hubiera criado en el Mediterráneo. Mis padres y mis tíos eran todos andaluces; el carnicero era español; el verdulero era italiano, el pescadero también; además pasaban sirio-libaneses vendiendo cosas... Mi contacto con la Argentina empezó recién cuando yo ingresé a la escuela primaria. Y claro, nunca fui un argentino típico, de tomar mate, de hacer asados, de bailar tango.
Los problemas que he tratado de pintar siempre fueron universales. Además, mi infancia fue muy influenciada por la Segunda Guerra Mundial. Recuerdo que en la primera página del diario Los Andes siempre estaba la guerra, con todos los mapas y los combates. Luego, estuve en una escuela primaria fantástica (Guillermo G. Cano, de Guaymallén), donde tenía que dibujar mapas de todo el planeta, y todos los ríos. Cosas que ya no se estudian. ¿Qué saben los chicos hoy donde queda Gibraltar? Yo lo tuve que estudiar.
Quino hizo su primer dibujo profesional en Mendoza. En concreto, para Los Andes, una publicidad de Casa Las Heras, cuya publicación festejó como aquellos que celebran el rendir la última materia. Después partió. Coronó 60 años de laburo, entre Buenos Aires y Europa. Hizo respirar a Mafalda, el personaje dibujado más querido en Argentina y en gran parte del mundo. En 1973, la nena terrible y sus amigos se despidieron, en una simple viñeta. ¿Qué fue de sus vidas, estimado Quino? ¿Cómo siguió la historia?
-No tengo ni idea (reía). Nunca los pensé como personas de verdad, en serio.
Quino pincha los globos con facilidad. A veces los dibujantes son despiadadamente realistas. Claro, su tarea no es la de hacernos reír, como podríamos creer. La misión del humorista es la de hacernos ver; el humor es apenas una de sus artimañas.