Al maestro, ¿con cariño?

Los cambios socioculturales, económicos y hasta políticos, cambiaron la manera en que los chicos ven a sus maestros; incluso la relación. Un análisis autocrítico sobre el recargado rol docente.

Al maestro, ¿con cariño?
Al maestro, ¿con cariño?

El aula filtrada de tiza, el pizarrón verde con memorias infantiles de aprendizajes primarios, pupitres acostumbrados a sus dueños, con un nombre en lápiz que lo atestigua... Más allá, un escritorio grande y una silla. Allí, justo en el ángulo o al frente, destacándose por sobre el resto está la maestra: “la seño”. También afiches con dibujos de chicos sobre ciencia, matemática, y lengua; todos pegados en los muros. Y en la mitad, el ambiente de interacción que puede verse desde afuera, donde docente y alumnos participan de la clase. Una imagen tan cercana por momentos, y tan lejana en otros.

Casi parece una postal descriptiva de otros tiempos. Y es que, más allá de las innovaciones tecnológicas (pizarras, marcadores, notebooks en muchos casos, netbooks en otros) hoy una diferencia sustancial impacta en aquella postal perfecta, y se ve atravesada por problemáticas complejas, diferentes, e inquietantes.

La mirada entonces del niño respecto a ese docente muta, como también muchas de las exigencias y formas de interacción con el mismo. Los cambios socioculturales, familiares, las exigencias laborales del entorno para sobrevivir en el sistema, y un mundo que no para (y dispara antes de preguntar) deja solo a ese niño, pero también al maestro.

En ese mar de roles complejos, que muchas veces -y en casos de docentes idóneos y entregados a su tarea- todo se desdibuja.

En este día especial, la palabra  profesional, testimonios del hogar, y la lectura sociológica. Para reflexionar y sumar.

Los adultos en la mira

No importa cuánto tiempo haya transcurrido. Tampoco los maravillosos adelantos tecnológicos que apuestan a una mejor educación y aprendizaje de los chicos. ¿En qué parte del camino la mirada e interacción del alumno hacia el docente cambió tanto?

Según Mónica Coronado, psicopedagoga y docente: “en otras épocas, en que las relaciones entre niños y adultos se planteaban de otra forma, el/la docente estaban revestidos de autoridad, de prestigio y de respeto, por su saber y su condición de enseñantes. En la actualidad los adultos tienen dificultades para asumir este rol, ya que se ha desprestigiado la figura del docente, y se cuestiona permanentemente su trabajo. Esa relación se complica pues pierde densidad su autoridad, su capacidad para enseñar”.

A esto se agrega que la escuela era antiguamente el espacio privilegiado para el aprendizaje, y hoy los niños y adolescentes aprenden no sólo a lo largo sino “a lo ancho de la vida”.

Sin embargo cabe preguntarse cómo llega a ese desprestigio una imagen, y un rol, tan fundamental como la del maestro. Algo que la especialista vincula a la responsabilidad de los adultos desde varios frentes.

“Las transformaciones se dieron no tanto en los niños sino en los adultos. Tras una época en la cual el modelo de vida es la juventud eterna y la adolescencia, los adultos se sienten incómodos de serlo y se ponen a la altura de los niños; generando relaciones más simétricas, de igual a igual”.

Sustenta el argumento el testimonio de María Clara, madre de Agostina de diez años, y profesional del rubro inmobiliario: “Con mi marido estamos con horarios repartidos, y resulta complicado con Agostina llegar todo el tiempo a contenerla en sus inquietudes y necesidades; ya que además mi esposo tiene dos chicos adolescentes de otro matrimonio. Entonces llegó el momento en que las notas, el comportamiento y las actitudes de mi hija se volvieron caóticas. En este sentido, gracias a tener un excelente docente -y en reuniones con ella-, nos hicimos cargo nuestra ausencia en muchos aspectos. Esto hacía que la maestra terminara asumiendo más responsabilidades de las debidas. No es fácil hacerse cargo como padres, pero es injusto dejar solo al docente”.

Esa palabra llamada “límites”

Los niños no ven en los adultos la firmeza y los límites necesarios para su desarrollo. Y ese es uno de los pilares del problema.

“Negocian todo: ‘si me das tal cosa, hago lo que me pedís’, suelen decirles a los padres. En esa negociación constante el niño siempre le gana al adulto. Por otra parte hay, en los padres, una idea de que sus hijos son perfectos tal como son; por lo tanto no deben aprender o cambiar nada. Entonces el papel de los que enseñan, o educan, queda descalificado”, expone Coronado.

De allí se desprenden una serie de preguntas respondidas por la profesional:

-¿Cómo enfrentar esta situación? ¿Cómo manejarse? 

-Si bien todos los niños son perfectos tal cual son; están, al igual que todos los seres humanos a lo largo de su vida, en un proceso llamado ‘desarrollo’: aprendiendo y cambiando, madurando y ampliando sus formas de pensar, comportarse, querer y relacionarse. Hay que dejar en los niños, en el amor que tenemos por ellos, un espacio para el aprendizaje”.

-¿Por qué se deterioró la imagen del maestro entonces?

-Porque los maestros y padres son las figuras principales de autoridad en la infancia; y si éstos últimos son modelos débiles, que consideran perfectos a sus hijos   y con los cuales se negocia todo: ¿a qué vamos a la escuela?, ¿qué puede enseñar el maestro?

-¿Es positiva la imagen de la docente como segunda mamá? 

-Esa imagen nunca ayudó al docente. Pues es un profesional de la educación, trabaja en un ámbito público, no doméstico como lo hacen las madres, y ese rol o mirada la posiciona en “tener” una cantidad muy numerosa de potenciales “hijos”.

No obstante hay relaciones de afecto y ternura entre docentes y alumnos, que son parte esencial de este trabajo; como el hecho de encariñarse con los niños a cargo ,que es inevitable. Por eso en la actualidad, menos segundas madres y más docentes, con un amor vocacional por los niños, con compromisos con su educación.

-¿Considerás que los padres le adjudican ese rol “parental” a los educadores?

-Algunos padres desean eso, se sienten defraudados cuando los docentes no se comportan con sus hijos maternal o paternalmente, porque confunden la escuela con el hogar, lo público y lo doméstico, el rol de maestros y padres. Pero es importante que sepan que parte del desarrollo de los niños es “ser uno más” en la escuela, tener la experiencia de no ser el centro del mundo para todos los adultos que conoce.

El maestro multifuncional

El docente de hoy suele tener una sobrecarga de funciones. En este aspecto, y desde la mirada de la psicopedagoga, “se les pide demasiado, y se les ofrecen pocos recursos”.

Coronado basa su argumento en que muchos niños llegan con procesos de socialización deficientes, no saben comportarse con otros, compartir, aceptar las normas más simples, y es allí en donde el maestro (que tiene otros 25 niños además de ese) debe emprender una tarea muy compleja, que debería haber sido hecha en el hogar.

-¿Cómo funciona la escuela en este sentido, como contención para el maestro?

-Hay una situación muy anómica de falta de reglas, de claridad y consistencia en las políticas educativas, que le da un marco de inseguridad y falta de respaldo a los docentes. Ellos se ven expuestos, e indefensos, ante una sociedad que no los valora o respeta; y que tampoco entiende cuáles son sus alcances y límites. En muchos casos las instituciones son fuertes internamente y resisten, pero en otros no; son las autoridades educativas del más alto nivel las que deben marcar (sostener y hacer cumplir) las pautas en la relación entre las familias y las escuelas.

-¿Sería en este sentido la violencia infundada hacia los maestros, una deuda?

-La violencia de los padres hacia los maestros no ha tenido una respuesta adecuada y coherente de firmeza en la puesta de límites, por eso los episodios se reiteran. No se trata de crear normas o leyes, sino de hacer que las que hay, se cumplan.

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