Madres de la vida

Cinco artistas mendocinos comparten sus vivencias con el vínculo materno. Historias profundas y amores de hierro, en el Día de la Madre, junto a Mike Amigorena, Felipe Staiti, Sacha Barrera Oro, Celia Astargo y Florencia Scafati.

Madres de la vida
Madres de la vida

El hijo del hijo
Cuando el actor y autor de teatro nacido en Chile Sacha Barrera Oro tenía un año, su madre murió. La familia del niño se vio entonces reducida a la presencia de Jaime, su papá, el médico que el 12 de octubre de 1976 fue secuestrado por los militares a la salida de un café en el barrio porteño de Palermo.

A los tres años, Sacha quedaba huérfano.

En la Ciudad de Mendoza, en una casa tibia de la Sexta Sección, lo criaron sus abuelos paternos: Joe, que hizo las veces de padre, y Margarita, una ama de casa que desarrolló tantos roles como pudo, inclusive el de ser una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo, la asociación que lleva 37 años de lucha. También de pena perpetua.

A la memoria de Sacha viene el viaje mensual de las tres de la tarde que hacía con Margarita a bordo del tren Zonda con destino a Buenos Aires y los detalles que de su historia se desprenden: un bolso con pañales y comida al principio, la mano y el andar firme después.

En cada llegada, la búsqueda incesante por juzgados, hospitales, cárceles y neuropsiquiátricos. Durante esos días, Joe quedaba a cargo del  hogar y a él acudían, los días de ausencia física materna, las dos hijas que quedaron del matrimonio.

Sacha y Margarita volvieron todas las veces sin padre y sin hijo.

“Mi abuela ha sido como una de esas muñecas Mamushka, que tienen muchas mujeres adentro. Esa es la imagen que tengo de ella, también la de una persona muy dulce.

Hace 37 años que mi padre desapareció y ella lo sigue buscando, sigue caminando las calles, participa activamente de los actos y juicios, y es una de las que siempre hace la vuelta simbólica los días jueves en la Plaza San Martín.

A la distancia, con 41 años, le agradezco a mis abuelos que nunca me mintieron; yo tenía 3 años, preguntaba por mis padres y me decían la verdad. Mi abuela no ha bajado los brazos jamás y no va a descansar hasta que no llegue a la verdad y los culpables de todo esto estén presos tengan la edad que tengan.

Admiro su templanza y la fuerza vital que tiene”, dice del otro lado del teléfono su nieto, un día después de celebrar en el Teatro Independencia los 10 años del estreno de su obra “Hermanitos”, en el que refleja su historia de búsqueda aunque sin volverla explícita.

Sacha agarrado a la pollera de Margarita en el jardín. Sacha en el teatro y Margarita en primera fila. Sacha y Margarita conectados por la mirada. Sacha cortando el pasto de la casa de su abuela o con intenciones de comprarle un celular porque ella quiere estar comunicada.

Sacha el hijo del hijo de Margarita. Margarita madre, abuela y madre otra vez.


Madre de la elegancia
"A mi mamá no le gusta mostrarse en fotos. Hace un tiempo le propusieron hacer una nota para una revista y se negó. Yo no creo que quiera aparecer.

¿Fotos de cuando era chico con ella? En mi casa no nos caracterizábamos por sacar fotos... Con suerte debo tener cinco”, dice el actor maipucino que triunfa en Buenos Aires, Mike Amigorena, inscripto como Ricardo Luis en el documento de identidad porque a sus padres le negaron la voluntad del nombre que soñaban para el menor de sus tres hijos: Michael.

Hace un tiempo confesó que cuando viene a Mendoza de visita, duerme en la misma habitación que ella, que renueva el trato de cuando el  pequeño se embarcaba en líos y búsquedas a veces solitarias: desayuno en la cama y algunos retos por parte de Elsa Simone, una profesora de inglés con raíces italianas.

Consentido, apañado y regaloneado, pero también con límites estrictos fundados en el respeto, Mike dice que la relación con su madre es así: “Muy madre-hijo”.

Largas charlas por teléfono, viajes a Mendoza y a Buenos Aires, pero también a Playa del Carmen o Colonia, a la montaña y por el centro porteño.

El vínculo a la distancia, desde que Mike cumplió 20 años e inició su búsqueda, se funda en el disfrute de momentos en el que comparten su gusto por la naturaleza, la siesta y la comida, con los calamares rellenos y la lasagna como platos favoritos en la receta y las manos de Elsa.

Si algo extraña el actor, es su calor. “Mi mamá me dio el sentido de la elegancia, los buenos modales, el respeto -algo que me inculcó siempre-, el buen gusto y el hecho de no impedir mis deseos.

Somos muy compañeros con mis hermanas y con ella. Suele ser feliz con lo que nos pasa a nosotros, sus nietos y su bisnieta. Es una mujer que tiende a la felicidad y sobre todo al agradecimiento”, confiesa Amigorena.


Toca para mí
Rosa Florencia Lucero, la madre del músico, productor y ex guitarrista de los Enanitos Verdes Felipe Staiti, murió de cáncer en 1992 cuando él tenía 30 años.

Desde entonces, dice, “a mi vieja, a mis viejos, los recuerdo siempre y los llevó en mí. Son puntales en mi vida”. En una casa de la Cuarta Oeste creció el menor de dos hijos, con Francisca -su hermana- y Rosa tocando el piano a cuatro manos.

La música en ese hogar de la Ciudad fue una compañía infaltable, al igual que las clases de guitarra en el conservatorio o las salidas con su madre a la Bodega Arizu o al Teatro Independencia para los conciertos de música clásica.

“Mi mamá me apoyó en todo lo que emprendí; siempre estuvo a mi lado. Mi vieja estuvo muy atenta y presente y me inculcó el sentido de la responsabilidad”, dice Felipe sobre una de sus primeras fanáticas, que para sus cumpleaños de la infancia irrumpía en la escuela con una torta de frutillas -”como me gusta a mí”- para compartir con los compañeros de grado.

Sus padres fueron testigos de los primeros ensayos y presentaciones de los Enanitos Verdes y el músico los recuerda sentados en primera fila, inclusive en los boliches en los que la banda daba sus gateos iniciales.

“Cuando mi viejo murió, mi vieja siguió yendo a todos los recitales, inclusive el de Viña del Mar del '88. Ella se compraba un pasaje o buscaba alguien que la llevara y estaba siempre ahí”.


Brújula del existir
El 18 de octubre de 2009, con motivo del Día de la Madre, Florencia Scafati -hija del maestro de la ilustración y la artista Marta Vicente- publicó en su blog: "(...) Yo soy esa flecha que un día de setiembre llegó a su vida; ella es mi punto de partida y de llegada, es el árbol de mis ramas, me mostró la vida a través de sus cálidos ojos, me enseñó a sacar fuerzas para luchar contra tempestades, me hizo las cosas más bellas que una hija puede desear y cada vez que la veo, mi corazón se recobija en sus brazos, ella me conoce más que nadie, es una excelente artista, es la procreadora de mis sueños; es, como dice una canción, el viento que impulsa mis alas..."

Cuando la artista, fruto de la unión de estos dos referentes de la cultura de Mendoza radicados en Buenos Aires, se refiere a la relación con su madre, lo que brota es un amor genuino de profundo agradecimiento.

Para Florencia Scafati, Marta Vicente es una inyección vital, un pilar en su carrera, una mamá leona, un libro abierto, la mirada positiva, crítica y constructiva. “Mi vieja representa el volver a empezar todo el tiempo, ella te canta la justa y te levanta, me orienta hacia dónde ir”.

En el mismo terreno de Vistalba, madre e hija se reencuentran cada pocos meses en alguna de las dos casas a dialogar y a trabajar: en la que vive la pareja cuando se instala en Mendoza o en el nido que tiene Florencia junto a sus hijos, en el que surgen muñecas de cerámica con óxidos y esmaltes, ilustraciones y pinturas que denotan el realismo mágico de su obra colorida y femenina.

La unidad del vínculo materno es también fuente de inspiración artística para este dúo basado, entre otros aprendizajes, en la premisa de que partir del color es preferible a enfrentarse a la hoja en blanco.


Tita del amor
"Tenemos una relación de madre e hija, absolutamente. Todavía nos reta a los tres a pesar de que ya somos grandes", dice entre risas la comunicadora Celia Astargo sobre Ofelia "Tita" Antonucci. "Mi mamá es una persona muy presente: con sus hijos, sus nietos, sus amigas, sus hermanos".

Si algo disfruta Celia, su madre y su hermana es la reunión semanal en las que la charla circula al compás del mate. Responsabilidad, afecto y mucha presencia resalta sobre Ofelia quien fuera la cara visible del Noticiero de Canal 9 durante años, ahora voz de la mañana de la radio LV10 y madre de tres hijos fruto de una ansiada adopción junto a su compañero Julio Funes.

“Una de las cosas que hice en mi carrera pensando en mi mamá fue la locución de la Vendimia”, recuerda Celia, “porque mis papás amaban y ahora en el caso de ella, ama la Fiesta”.

Como madre, “Tita”, en el testimonio de Astargo, pasó por distintas etapas: una ama de casa abocada a las tareas del hogar y a la crianza de sus hijos en un primer momento, la mujer que enviudó a los 49 años y debió ampliar sus roles, la que disfruta de las reuniones con amigas y la que abandonó los fideos caseros de los domingos por las ganas de descansar.

“Si nos juntamos a comer, ella compra asado”, comparte Celia Astargo, aunque aclara “en todos los cumpleaños están los famosos alfajorcitos de maicena que prepara o alguna otra cosita dulce”.

Reuniones familiares en la casa de algún hijo para no cargarla de trabajo, este Día de la Madre Ofelia Antonucci celebrará la fecha junto a su hija periodista, que además cumple años, y por la tarde confluirán sus hermanos para festejar su aniversario por partida doble.

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