Tras el veredicto del jurado popular que condenó a prisión perpetua a Julio Mendoza por el femicidio de la empresaria Ivana Milio, la madre de la víctima, Margarita Colavolpe, accedió a una charla en exclusiva con Los Andes, pocos minutos después de conocida la sentencia. Repasó parte de su vida, marcada por hechos trágicos.
Con la voz quebrada, derrumbándose por momentos, Margarita intenta reponerse del enorme dolor que la atraviesa desde las primeras horas del 29 de octubre, cuando llegaron dos de sus hijos -Juan y Cristian- a comunicarle el fallecimiento de Ivana, su única hija mujer.
Nueve meses pasaron desde el crimen y anteayer la Justicia condenó a prisión perpetua a Julio Mendoza, el único acusado que siempre tuvo la causa. Margarita, quien se enteró de la sentencia a través de internet ya que siguió la transmisión en vivo, asegura que ahora podrá estar en paz.
Abrazando a los hijos y familiares que llegan a verla, rompe en llanto y relata que no es la primera vez que debe enfrentar a la muerte. "Ya tuve una historia cuando apenas tenía 23 años. Mi marido murió asfixiado en una bodega y junto con él también un cuñado, una prima y el suegro. Los tuve en los brazos a todos muertos, eran cuatro personas sin vida, muy fuerte", cuenta.
Fue la primera pérdida que debió enfrentar. Llevaba sólo tres años de casada y se quedaba viuda con un hijo de 3 años y otro en camino, Juan y Alejandro, frutos de la unión con Juan Bautista Zangrandi, a quien apodaban "Negro".
“Me costó mucho salir adelante, me hicieron una cura de sueño de un mes, mi mamá me cuidaba los chicos. Estuve mucho tiempo con problemas”, recuerda Margarita.
Un año más tarde fue a hacer trámites para colocar la foto de su difunto marido en el mausoleo familiar y allí conoció al quien, tiempo después, sería su nueva pareja: Salvador "Turo" Milio, propietario de la empresa fúnebre, que ya tenía dos hijos de un matrimonio anterior, Regina y Salvador.
La relación prosperó, se fueron a vivir juntos y posteriormente nacieron Ivana y Cristian. Más tarde se sumaría a la familia un hijo del corazón, Ariel.
"Crié a siete hijos. Trabajaba todo el día en la cochería, estaba mucho tiempo allí. A veces me cruzaba a las 3 de la mañana cuando había algún servicio. Mi vida fue de mucha actividad", rememora.
Después de muchos años de convivencia, las diferencias en la pareja llevaron a la separación y fue así como Margarita decidió ir a vivir a otra casa e instalar su propio negocio de indumentaria con el que le fue muy bien económicamente, lo que le permitió viajar y conocer muchos lugares.
“Esta no es Ivana”
El destino, que a veces se ensaña en repetir situaciones dolorosas, la sorprendió la noche que se enteraba sobre el macabro final que había tenido su hija. "Yo la vi en el cajón antes de que lo cerraran. Pedí verla; nunca me imaginé lo que iba a encontrar. No era Ivana, le faltaba todo. Era como un espantapájaros", remarca la acongojada mujer.
En la funeraria intentaron reconstruirle el rostro pero, pese a haber buscado un experto en el tema, nada pudieron hacer. "No tenía nariz, no tenía ojos, se los habían hecho artificialmente. A la cara era como si le hubieran puesto arcilla", describe. Y, prácticamente negándose a admitir lo que estaba pasando, relata que allí tomó la mano de su hija y recuerda haber dicho: "Esta no es Ivana" y se desplomó en el suelo.
“Yo he visto gente rota por todos lados. Estuve 22 años en la cochería, he visto de todo. Estaba acostumbrada porque he atendido muchas veces el servicio, pero nunca así”, admite. Pese al impacto y lo que le tocó vivir, la mujer resiliente dice: “No he querido quedarme con esa imagen de ella, la recuerdo de otra manera, como cuando estaba bien”.
Distancia y dolor
Pensando en el veredicto de la Justicia, Colavolpe sostiene: "Tal vez en unos días mi cabeza se vuelva a abrir y no me voy acordar de toda esta pesadilla. Este resultado (la condena a perpetua) me da la posibilidad de cerrar la historia, ya no quería ir a la casa de nadie ni que vinieran a mi casa a preguntarme. Era como algo que me faltaba".
Dice que, como madre, entiende el dolor que debe estar atravesando la familia Mendoza y el de esa niña que cargará con el peso de lo que hizo el condenado, su papá. "Los padres son personas que deben sufrir por tener un hijo como él", remarca la abuela de Lucas, Renata y Matías, sin dejar de recordar que ellos sufren porque se quedaron sin madre.
Nunca conoció ni trató a Julio Mendoza porque con Ivana tuvieron diferencias que las alejaron los meses previos a la muerte. "Ella trabajaba todo el día y en la noche llegaba a su casa a hacer las tareas del hogar, a atenderlo a él y el fin de semana se lo dedicaba a ese tipo. No se daba con nadie y me fue haciendo a un costado. Sólo nos comunicábamos por teléfono o mensajes. La última vez que nos vimos fue el domingo anterior al Día de la Madre y ese día ella le pidió a Renata una foto conmigo. Esa imagen quedó guardada en su teléfono y aún no la puedo tener", dice con los ojos húmedos.
Descansar en paz
Aún espantada por la crueldad que vivió su hija, la entrevistada cuenta que se enteró de los detalles cuando escuchó al fiscal Oscar Sívori en los alegatos iniciales describir el horror. "Pensé que lo que le había hecho este tipo estaba solamente en el rostro.
Cuando descubrí cómo la había quebrado, cómo la había lastimado, los golpes que le había dado, ese día me di cuenta todo lo que había hecho sufrir a mi hija y me fui a llorar desconsoladamente a la cama. Me tiré y lloré por más de una hora. Me llamaron mis hermanas, una detrás de la otra, y creo que recién ahí pude liberar el dolor que no me dejaba vivir”.
Durante todo este tiempo, todas las noches Margarita pensaba en Ivana. "Tenía una especie de presentimiento, la imaginaba viniendo a decirme cuánto había sufrido. Desde entonces no salgo a la calle, no he ido ni al dentista porque he tenido esta pena encima...
Ahora que pasó el juicio y ya me alivié voy a empezar un tratamiento de nuevo. El duelo es largo y lleva su tiempo”, admite.
La jornada del último viernes dejó exhausta a Margarita por lo que eligió acostarse temprano y sus familiares comentaron que, por primera vez en mucho tiempo, durmió 12 horas seguidas.
El recuerdo de Ivana
De pequeña, Ivana Milio era una niña tranquila a la gustaba jugar a las muñecas, vestirlas, cambiarles la ropita. El hockey fue el deporte elegido.
Amaba a los niños por eso tenía muchos ahijados, aproximadamente siete.
Muy solidaria con los más desprotegidos, Ivana siempre intentaba ayudar.
Le gustaban las plantas, la vida de hogar, tomar sol y trabajar durante el año para poder vacacionar todos los veranos con sus hijos.