Madame Rosa se presenta en la puerta del departamento del circo ataviada con diamantes, con los labios pintados de rojo brillante y, caminando lentamente, se sienta junto a una alfombra de piel de leopardo.
``Ese es Mickey'', comenta la decana del circo más famoso de Francia, señalando hacia lo que queda de su antigua mascota.
``Murió de viejo. Lo tuvimos mucho tiempo'', recuerda con nostalgia la mujer, quien tiene 103 años, mientras le ofrece al visitante un chocolate suizo.
Pronto Madame Rosa empieza a relatar una anécdota tras otra del Circo de Invierno de París: su casamiento en una jaula de leones, su ingreso a un hotel lujoso con un pequeño mono en la caja de su sombrero y el loro que se hizo famoso porque sabía maldecir en francés.
La gran Madame Rosa es hoy el personaje más grande y más excéntrico del circo.
Rosa van Been, hija de una familia circense de Béligca, nació justo para la Navidad de 1910, dos años antes del hundimiento del Titanic y se hizo famosa al casarse con el empresario Joseph Bouglione, quien adquirió el Circo de Invierno en 1934.
Fue muy amiga de Josephine Baker, la actriz, cantante y bailarina exótica nacida en Estados Unidos, y se codeó con gente como la cantante de ópera María Callas y las actrices Ingrid Bergman y Rita Hayworth. Vivió mucho más que todas ellas.
Tiene 53 nietos y tataranietos y sobrevivió a dos guerras mundiales y a la ocupación nazi. Pero la matriarca del Circo de Invierno nunca dejó que las calamidades del siglo XX le quitasen las ganas de vivir.
Se casó con su marido en la jaula de un león en lugar de una iglesia. Recuerda que le recomendó al pastor que no ingresase a la jaula porque podía ser devorado por los felinos y no terminar el servicio.
Tenía un elefante tan protector que una vez le dio un empellón a Callas porque se había acercado demasiado a su marido.
``Casi la tira. Estaba celoso'', relató Rosa con una sonrisa que la hace ver décadas más joven.
La anciana se ríe en todo momento. Sigue disfrutando anécdotas e historias que contó mil veces y hasta muestra una cierta inocencia al repetir chistes o evocar imágenes que están desde hace años en el archivo de su memoria.
Siente la necesidad de llevar a la entrevista a su hijo Emilien, de 80 años, para que la ayude a recordar ciertos episodios. Pero cuando empieza a contar sus historias, no hay quien la pare.
De repente habla de otro ``niño''. Un gorila llamado Jackie. Ella y su esposo se presentaron una vez a un hotel de lujo con el simio, por entonces un bebé, en una caja de sombreros. Un maletero le dijo, ``epa, señora, esto pesa mucho'', cuenta Rosa picaronamente. Agrega que estuvieron un mes en el hotel y nadie se dio cuenta de que tenían un gorila en la habitación. A Jackie también le gustaba el vino.
El loro malhablado de la pareja era muy querido, aunque menos jovial. Vivió hasta los 45 años y le decía insultos a Rosa. ``No puedo repetir las cosas que me decía. Eran palabras muy, muy inteligentes. Hablaba con mucha fluidez'', indicó.
Sus historias son fantásticas. Y las fotos y su hijo corroboran su veracidad.
Piense, por ejemplo, en su viaje a América Latina con el circo en los años 50.
En una escena digna de ``La vida de Pi'', dice que hubo una feroz tormenta y el capitán del barco ordenó que se tirase por la borda a 12 elefantes, para evitar que la nave se hundiese.
Su hijo, quien hizo el viaje, cuenta que ``milagrosamente'' la tormenta amainó de repente, el barco se estabilizó y no fue necesario sacrificar a los animales.
``Esa sí que fue una aventura'', comenta Madame Rosa.
Hubo muchas celebridades en su vida.
``Muchas, muchas'', dice su hijo, quien recuerda haber estado sentado con estrellas como Bergman y Hayworth, quienes viajaron desde Hollywood para asistir a una función del circo debajo de la Torre Eiffel.
Madame Rosa se vio varias veces con Callas, quien era muy aficionada al circo, y tuvo una relación estrecha con Baker, fallecida en 1975.
``Fue una amiga. Gran persona'', dice Rosa. Acota que hablaban mucho de indumentarias.
Por momentos la anciana se entristece al recordar gente que ya no está. ``Han muerto todos, todos'', se lamenta varias veces, suspirando frente a un retrato de su marido, fallecido hace varias décadas.
Su enorme familia incluye hoy contorsionistas, acróbatas, malabaristas y domadores de leones. Cuando se reúne con ellos, no se habla del pasado.
Su secreto para la eterna juventud, asegura, es trabajar duro, dormir poco y lidiar con animales mortales.
``Siempre, siempre estuve entre leones, paneras, lobos y hienas. Y nunca les tuve miedo''.
Hacia el final de la entrevista, Madame Rosa no puede contenerse y revela otro secreto de su longevidad.
``Las papas fritas'', dice. ``Soy belga''.