Excelentísimo Señor:
Ya llegado el caso de haber apurado todos los medios de dulzura que el amor y la moderación me han sugerido por espacio de tres largos años para que mi madre, cuando no su aprobación, cuanto menos su consentimiento me concediese para la realización de mis honestos como justos deseos; pero todos han sido infructuosos, pues cada día está más inflexible.
Así, me es preciso defender mis derechos: o Vuestra Excelencia mándeme llamar a su presencia, pero sin ser acompañada de la de mi madre, para dar mi última resolución, o siendo ésta la de casarme con mi primo porque mi amor, mi salvación y mi reputación así lo desean y exigen, me mandará V. E. depositar por un sujeto de carácter para que quede en más libertad y mi primo pueda dar todos los pasos competentes para el efecto.
Nuestra causa es demasiado justa, según comprendo, para que Vuestra Excelencia nos dispense justicia, protección y favor.
No se atenderá a cuanto pueda yo decir en el acto del depósito, pues las lágrimas de madre quizás me hagan decir no sólo que no quiero salir, pero que ni quiero casarme. Así, se me sacará a depósito aun cuando llegue a decir uno y otro.
Por último, prevengo a V. E. que a ningún papel mío que no vaya por manos de mi primo dé V. E. asenso ni crédito, porque quién sabe lo que me pueden hacer que haga.
Por ser ésta mi voluntad, la firmo en Buenos Aires, a 10 de julio de 1804.
María de los Santos Sánchez
Con estas palabras Mariquita Sánchez pedía permiso al virrey para casarse con Martín Thompson. Ambos se ampararon en la Pragmática Sanción, código español que daba poder al virrey para permitir matrimonios obstaculizados por los padres. Desde los 14 hasta los 17 años Sánchez enfrentó a su madre judicialmente y al final obtuvo la dispensa de Rafael de Sobremonte para casarse.
En la actualidad el movimiento feminista posee gran apoyo y se expande día a día, pero volviendo nuestros ojos hacia el pasado hallamos historias de mujeres que lucharon en soledad, abriendo camino a las que llegaríamos luego, con vidas apasionantes como la de María de los Santos Sánchez.
Nuestra protagonista nació el 1 de noviembre de 1786 en Buenos Aires. Siendo hija única de una familia poderosa obtuvo la mejor educación a la que cualquiera podía aspirar. Pronto, como era costumbre, sus padres arreglaron para ella un matrimonio con el acaudalado Diego del Arco, un cincuentón español, viudo y con título de nobleza. Pero la muchacha se opuso terminantemente y, como vimos, logró imponerse.
Thompson también era hijo único y había crecido en completa orfandad. Su padre murió tempranamente y, debido a un pacto entre ambos progenitores, su madre tomó los hábitos.
Totalmente desamparado, logró la protección de un importante funcionario español, quien le posibilitó estudiar en el Real Colegio de San Carlos y posteriormente ingresar a la Real Armada Española. De regreso a Buenos Aires el flechazo con Mariquita fue inmediato. Eran primos segundos, compartían bisabuelos y se encontraban en secreto.
La situación tuvo un punto sobresaliente cuando Sánchez estaba a punto de casarse con Arco y el matrimonio fue impedido por hombres del virrey, enviados gracias a Thompson. Arco declinó sus intenciones y desapareció. El padre, enfurecido, la internó en la Casa de Ejercicios Espirituales, donde iban a parar las mujeres sediciosas, y logró que Martín fuese enviado a Cádiz. Pero el padre de Mariquita poco después murió y la pareja finalmente se casó. Trajeron al mundo cinco hijos: Clementina (1807), Juan (1809), Magdalena (1811), Florencia (1812) y Albina (1815).
En 1810, Thompson participó activamente de la Revolución de Mayo. Su hogar mutó en espacio para las reuniones patriotas y por eso se cree que allí ejecutaron por primera vez nuestro Himno. Seis años más tarde fue enviado en misión diplomática a Estados Unidos.
Allí entró en un estado de enajenación incomprensible, vagando e importunando a transeúntes por las calles de Nueva York. De regreso, su condición empeoró.
Harto, el capitán del barco decidió no alimentarlo más y Martín falleció el 23 de octubre de 1819 en aguas uruguayas, donde su cuerpo fue abandonado.
Viuda, a los 34 años Mariquita volvió a contraer nupcias, esta vez con Washington de Mendeville. Aunque, aparentemente, este amor no sería tan próspero como el primero. Estuvieron casados 43 años de los que sólo se vieron durante 15.
En 1824, Bernardino Rivadavia extirpó a algunas mujeres del ámbito doméstico dándoles por primera participación en la esfera pública, creando la Sociedad de Beneficencia y dejándola en sus manos.
Debido al enojo por la reforma eclesiástica, muchas familias le dieron la espalda. Entonces recurrió a su amiga Mariquita. En total se sumaron 13 mujeres, entre las que estaba la esposa de Viamonte, una hija de Azcuénaga y Pepa Ramos Mexia, quien escribió entusiasmada a Sánchez:
Querida amiga: muy agradecida a su finesa de contarme entre ese número tan escogido de sus amigas y para tan bellos fines. (...) ¡qué éxitos los suyos! Sabe lo que se hace el señor Rivadavia poniendo en sus manos su destino con la más difícil de las tareas de escoger, convencer y allanar voluntades (citado en Sáenz Quesada; 2014:121:122).
Es fácil imaginar el brillo en los ojos y la sonrisa de Madame Mendeville. Aunque la dicha duraría poco. Con la llegada de Rosas al poder, ella, como tantos, debieron exiliarse.
En el exilio “batalló”junto a Lavalle y un puñado de oficiales que aspiraban a derrocar al Restaurador. Su papel fue fundamental. Era la única mujer que tenía acceso a determinadas reuniones. Diplomáticamente sirvió de enlace y logró acuerdos internos.
En una carta que envió a Juan Bautista Alberdi leemos:
Hoy llegaron a casa de Lavalle varios jefes argentinos que venían por su llamamiento. Cuando entré en la salita me sorprendió la figura del coronel Vilela, tiene una cabeza que podría servir de modelo a un pintor para militar imponente; me recordaba a esos de la guardia vieja de Napoleón. Lavalle tiene la afabilidad de una buena educación y la natural franqueza de un valiente. Así recibía a los que se iban presentando con abrazos cariñosos y francos. Algunos de estos héroes tienen la apariencia de una suma pero digna pobreza. Yo miraba esa reunión de hombres, que parecían más envejecidos por la adversidad que por el tiempo, y pensaba que ellos dirían: "Después de tantos trabajos, tenemos que empezar de nuevo a conquistar nuestra patria y la libertad". Martín Rodríguez me tomó de la mano y con toda gentileza me condujo a la habitación en donde estaban reunidos en intimidad. ¡Qué buen rato de abandono, de bromas y de patriotismo! (citado en Zavalía Lagos; 1986:173).
Una vez librados de la “tiranía rosista”, como tantos regresó a la Patria. Aunque ninguna de las dos eran las mismas. Mamita Mendeville –como, según Sáenz Quesada, la llamaban sus nietos– murió 11 días después de que Sarmiento asumiera la presidencia, el 23 de octubre de 1868, con casi 83 años. El mismo día que Martín Thompson, pero 51 años más tarde.