Nadie puede dudar de que en Venezuela no se respetan las libertades individuales por parte de un gobierno que se dice democrático. Que existe un gobierno autoritario que avanza sobre la oposición (gran parte de los dirigentes se encuentran detenidos) y sobre la prensa independiente y que no acepta ningún tipo de críticas en un país donde, de acuerdo con las estimaciones de organismos internacionales, existe 80% de pobreza.
El tema viene al caso porque días pasados el presidente Macri acusó a Venezuela de no respetar la democracia ni los derechos humanos y recibió una respuesta altisonante y fuera de lugar, tanto desde el Ministerio de Relaciones Exteriores de Venezuela, como también de parte del propio Nicolás Maduro.
Durante un encuentro con periodistas españoles, previo a su viaje a Madrid, el presidente argentino manifestó su rechazo a la decisión del Tribunal Supremo de Justicia venezolano, que ratificó la condena de casi 14 años de prisión al dirigente opositor Leopoldo López.
“Fue una pseudo Corte Suprema la que confirma una condena que no corresponde”, dijo Macri, agregando que en aquel país “las cosas están peor que un año atrás”. Luego de ratificar la condena que el Mercosur aplicó a Venezuela, destacó que intentará “ayudar” para que se salde el conflicto político, económico y social en que, a su juicio, “ha caído Venezuela”.
Frente a esas afirmaciones la canciller venezolana, quien ha ganado fama por sus actitudes autoritarias inclusive en los organismos internacionales, tildó a Macri de “cipayo, cobarde y fracasado”, mientras el presidente Maduro lo tildó de “ladrón y bandido”.
En un encuentro con dirigentes del Partido Socialista Unido de Venezuela, Maduro expresó que el presidente argentino “tiene un 80 por ciento de rechazo. Nosotros tenemos 18 años aquí y tenemos un sólido apoyo popular; él tiene un añito en el gobierno y ya está de salida”, mientras tres días antes, en su habitual programa de radio y televisión había dicho que Macri gobierna “para él y para su familia, mientras arremete contra el pueblo”.
Resulta evidente que el presidente venezolano recurre a la agresión para responder a las opiniones de un par latinoamericano en lugar de mostrar, como debiera ser, los números que le permitan asegurar que en su país no existen los graves problemas que se denuncian desde distintos planos de la política internacional.
No se trata de un planteo novedoso porque Maduro, a lo largo de los años al frente de su país, ha demostrado una escasa capacidad para gestionar un Estado que está sufriendo las consecuencias de una política económica que se fundamenta sólo en el petróleo. A esto debe sumarse una deficiente distribución de la riqueza, dirigida esencialmente al mantenimiento de unas fuerzas armadas leales a la “revolución bolivariana” y a “movimientos sociales” que funcionan sólo con subsidios.
La de Macri no es la única voz que se expresa en contra de lo que está sucediendo en Venezuela. Han reclamado otros jefes de Estado, la OEA y hasta el propio papa Francisco, quien planteó la necesidad de que se priorice el diálogo político, lo que incluiría la liberación de los dirigentes detenidos.
Paralelamente, el Mercosur aplicó una severa sanción, impulsada por la Argentina, Brasil y Paraguay. Es necesario que esas voces continúen escuchándose a los efectos de que se recupere la democracia en Venezuela, para beneficio de los sufridos habitantes y para fortalecer los sistemas en la región, que no acepta más autoritarismos.