Macri y la balcanización del PJ

El Presidente necesita al peronismo fragmentado para garantizarse la gobernabilidad. Pero si el Poder Ejecutivo no logra enderezar la economía y aparece malestar social, ningún sector del justicialismo lo acompañará. Los desafíos.

Macri y la balcanización del PJ

Mario Fiore - mfiore@cimeco.com - Corresponsalía Buenos Aires

En el peronismo o, mejor dicho, en los diferentes peronismos, los dirigentes más encumbrados miran con sorpresa encuestas propias y ajenas: en todas ellas el presidente Mauricio Macri, que está cumpliendo casi dos meses al frente del Gobierno, tiene altos índices de aprobación pese a que el escenario económico no arroja muchas noticias felices y a que algunas medidas adoptadas por el Poder Ejecutivo golpean directamente el bolsillo de los trabajadores.

En el oficialismo comparten esta sorpresa, por eso Macri decidió acelerar los acuerdos paritarios entre empresarios y gremios por si acaso no lograra desactivar la bomba que el kirchnerismo dejó plantada en la economía y su luna de miel con la clase media acaba abruptamente. La prioridad del macrismo es hoy evitar un desmadre inflacionario y, a la vez, sacar al país de la meseta recesiva.

Posiciones encontradas 
Macri y esa bestia con diferentes cabezas que es el PJ, son los actores estelares de la Argentina actual. Luego de que los principales operadores del Presidente en el Congreso lograran influir en un grupo de 15 diputados K -que responden a algunos gobernadores- para que rompieran el bloque del Frente para la Victoria, los kirchneristas, indignados, salieron a acusar a los diputados rupturistas de ser funcionales a la Casa Rosada entendiendo que estos darán a Macri el quórum que no tenía hasta la semana pasada y que, además, acompañarán las leyes más polémicas del nuevo gobierno.

Los legisladores que decidieron alejarse -como Diego Bossio o los salteños que responden a Juan Manuel Urtubey- aseguran que es kirchnerismo duro quien favorece a Macri porque éste está logrando más adhesión política de la que imaginó hace 60 días cuando tuvo que asumir en un Congreso diezmado por la ausencia de legisladores K y lo está consiguiendo sólo mostrándose como la némesis de Cristina Fernández de Kirchner.

Mientras unos defienden el modelo populista que gobernó 12 años, los otros piden una urgente renovación del PJ. Mientras los primeros, que se consideran "progres", actúan conservadoramente intentando seguir disciplinando a los otros sectores del PJ como si nada hubiera cambiado, los segundos les exigen asumir errores políticos y modernizar el partido (para dejar atrás la experiencia kirchnerista cuanto antes).

Debajo de esta guerra de consignas, se acumulan cuestiones personales, como la bronca de los que durante años debieron obedecer sin chistar a la ex inquilina de la Casa Rosada, y también urgencias más atendibles como las que tienen algunas provincias del PJ que dependen de la Nación para supervivir. También hay quienes sostienen discursos más componedores y piden la unidad del partido para, a través de la suma de todas sus partes, tener más poder de negociación con la Casa Rosada.

Tras la foto en San Juan de hace dos semanas cuando todos los gobernadores del Frente para la Victoria se reunieron para rechazar el decreto de Macri que subió la coparticipación a la Ciudad de Buenos Aires, la idea de que lo mejor era la unidad partidaria comenzó a imperar en el PJ.

Pero luego de que el Gobierno recibiera, cuatro días después, a todos los mandatarios justicialistas y les prometiera obras y fondos, el oficialismo volvió a tener el camino despejado para propiciar la división del bloque K. Según admiten los mismos macristas, si el decreto que benefició a la CABA no se hubiera apurado, la fuga de legisladores del bloque del FpV hubiera sido mucho mayor.

Es obvio que Macri necesita de este peronismo balcanizado para poder gobernar ya que no tiene mayorías propias y genuinas en el Congreso y además debe convivir con dos tercios de los gobernadores surgidos de las filas del PJ. Estos, al igual que lo que sucede con el justicialismo en el Parlamento, también estén divididos entre kirchneristas, no kirchneristas y post-kirchneristas.

En rigor, Macri no está inventando nada nuevo. Néstor Kirchner también dividió para reinar. Cuando en 2007 logró quebrar a la UCR, el santacruceño ansiaba la hegemonía. El actual presidente, en cambio, tiene un objetivo mucho menor: que lo dejen gobernar.

La clave es la economía 
Macri tiene por delante meses difíciles. Sabe que la gobernabilidad no sólo dependerá de que el peronismo se fracture. Si el oficialismo no logra poner en marcha nuevamente la economía y sus decisiones sólo se traducen en malestar social, ningún sector del justicialismo estará de su lado.

El PJ es un "partido de poder" y por eso hoy algunos de sus dirigentes se muestran dispuestos a compartir los éxitos del nuevo gobierno, cuando estos lleguen. Pero si las cosas van mal, los que hoy aparecen como socios del macrismo serán los primeros en empujar al oficialismo hacia el abismo.
La prueba de fuego que tendrá Macri para cuantificar el apoyo peronista a su gobierno será cuando el acuerdo que está en marcha con los holdouts llegue al Congreso (deberá modificarse la Ley Cerrojo).

El cristinismo ya ensaya discursos en los que defenderá el desendeudamiento producido entre 2005 y 2015 y denunciará la sumisión del Gobierno ante los fondos buitre. El macrismo también se está preparando: acusará a quienes se opongan al arreglo con los bonistas de impedir la llegada de inversiones a la Argentina y de conspirar contra la creación de más empleo.

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