“Cambiar es pensar de una manera nueva pero, más importante, es hacer de una manera nueva”.
Con relación a los análisis que se vienen produciendo respecto del tema Ganancias y la evaluación del año de gestión del gobierno de Macri, pensados siempre desde perspectivas que se inscriben dentro de la lógica de nuestra cultura, y especialmente de nuestra "tradicional" cultura política, estas reflexiones buscan explicarlas desde una visión distinta, como ya se hiciera en un artículo anterior
Se insiste en los errores que ha cometido y comete Macri y su equipo a lo largo de este año respecto de una variedad de decisiones tomadas y se enfatiza su escaso conocimiento de nuestra cultura política, es decir, se insiste en el desconocimiento que tiene, respecto de la manera nefasta con que se viene conduciendo nuestra clase política desde hace treinta años y cuyos resultados están a la vista (crisis económica con un 35% de pobreza, crisis educativa, crisis de seguridad, crisis de infraestructura, crisis energética, además de nuestra inefable crisis del 2001, aún no resuelta).
Cambiar, cuando se trata de un cambio en serio, es hacer de una manera nueva, como nunca antes se ha hecho, y precisamente por esto el líder del cambio no tiene ni el conocimiento necesario para generar la nueva realidad ni la experiencia, por eso se llama cambio, pero es indudable que toda la vieja experiencia de nuestros avezados políticos es la que nos ha traído hasta aquí, y con resultados lamentables, por lo que es muy inconveniente que los generadores de la situación actual sean los que tengan que explicar y aconsejar a Macri cómo debe hacer las cosas para producir lo nuevo y tener un país mejor.
Esto es una contradicción: lo nuevo no se puede hacer con las viejas prácticas por aquello de que “haciendo más de lo mismo solo se obtiene más de lo mismo”.
Igual resultado se tiene con respecto a la evaluación que se hace de este año de gestión: la mayoría de los análisis se hacen desde los viejos esquemas de pensamiento y de la práctica política, perspectiva que, sin duda, da muy desfavorable.
Otra vez, evaluar lo nuevo con lo viejo es un desatino.
Otro ejemplo fue, hace pocos días, cuando Macri le puso freno a la propuesta de incorporar a Florencio Randazzo a la coalición Cambiemos y dijo: “La coordinación y el esfuerzo compartidos son los que dan resultados y no los esfuerzos individuales. Cualquier incorporación tiene que compartir nuestros valores. No se trata de amontonar”. Así explicaba que la construcción política, tal como él la entiende desde el cambio, es otra cosa nueva y por eso rechaza y le pone límites a las prácticas políticas “tradicionales”, dejando muchas veces en falsa escuadra a sus propios operadores de la vieja política (léase Monzó).
Con el tratamiento de la nueva ley de Ganancias se pudo ver que la gran mayoría de los análisis periodísticos y de los políticos pecaron por hacerse siempre desde nuestro viejo modo de entender, conocer y hacer política, repitiéndose lo analizado cuando Macri vetó la ley antidespidos.
Hoy se puede concluir que Macri con la nueva Ley de Ganancias logró los siguientes objetivos: evitó que se sancionara el proyecto opositor, termina el año con la nueva ley como quería, demuestra a los gobernadores que no es bueno seguir con las viejas jugarretas políticas, deja a Massa enredado dentro de esa bolsa de gatos que es el peronismo y con una crisis fenomenal, quienes, convencidos de las viejas y nefastas prácticas políticas, operaron al viejo estilo de apretar y encorsetar al oficialismo sin medir las consecuencias que el proyecto tenía.
Pero fundamentalmente marcó la distancia entre la vieja política y el modo con el que deben estructurarse las nuevas relaciones de poder.
Macri no logra este resultado por casualidad o por suerte, como se dice en algunos análisis periodísticos, sino que es el resultado de varios componentes fundamentales del liderazgo de cambio que utilizó: no "transar" cuando están en juego valores sustanciales de cambio, apoyarse en la creencia positiva del diálogo y la apertura a las diferentes propuestas, saltar el cerco del ideologismo y aceptar el error como clave para producir cambios y nuevas realidades.
Por último, algunas reflexiones sobre la mentada “transición”: en todo proceso de cambio se pasa por una transición que es la nada misma, en el sentido de que es algo totalmente indefinido entre dos realidades: la vieja que se busca superar y la nueva que debe llegar. Es el peor período, no por casualidad se llama “reflujo del cambio”, porque en esta etapa se tienen alineadas muchas variables negativas: se desconocen muchas cosas, hay una fuerte resistencia a cambiar por parte de los afectados, no está claro el futuro, se duda de la propia capacidad, entre muchas otras.
Para nuestro caso la transición va a durar más de dos períodos de gobierno. Está claro que lo viejo no se va a resolver en un año ni en cuatro ni en cinco, especialmente teniendo en cuenta lo que se ha dejado en el país como resultado nefasto y contra lo que el cambio debe luchar, junto a las viejas prácticas políticas.
Macri, durante esta transición, se va a debatir entre ser un político más de los tantos que hubo, hay y habrá o convertirse realmente en el líder de cambio que está convencido que necesita el país.
Asimismo se va a mover en "aparentes" contradicciones, ensayos y error y conductas erráticas.
La clave estará en su capacidad para leer la realidad y corregir su conducta, adecuándola siempre desde los nuevos valores y visión estratégica.
Esto es lo que, desde esta perspectiva particular de los procesos de cambio pasa hoy con el presidente Macri, y se torna difícil de entender, incluso para sus propios colaboradores, cuando lo siguen leyendo desde los análisis tradicionales y desde la conducta de la vieja y caduca política.
