Carlos Sacchetto - Corresponsalía Buenos Aires
Las movilizaciones opositoras que se realizaron las últimas semanas con un creciente tono de reclamo para que “caiga” el modelo económico del Gobierno, y las expresiones de apoyo al orden democrático que se verificaron ayer en distintos puntos del país, tienen varios aspectos no comparables pero a la vez configuran el núcleo de una definición sobre el actual momento del país. Les convenga o no a quienes protagonizan la lucha por el poder, la polarización y la continuidad de la llamada grieta es y seguirá siendo por ahora inevitable.
Esta cuestión no está en el centro de las preocupaciones vitales del ciudadano común, que tiene otros parámetros para medir su insatisfacción, generalmente ligada -aunque no de modo exclusivo- a si el dinero del que dispone cubre o no sus necesidades. La inseguridad, la salud, la educación, la corrupción, la confianza o no en su futuro y el de su familia son, entre otros, factores concurrentes para el ánimo de cada uno.
En la dirigencia política, por más que deba nutrirse de las actitudes sociales, operan otros intereses vinculados a las ambiciones, la oportunidad y la conveniencia de confrontar con el adversario. Tanto el gobierno de Mauricio Macri como los sectores más representativos de la oposición, están analizando por estos días qué factores son los que polarizan, qué está en juego y cómo podría resolverse la ecuación cuando se defina la intención de voto.
Ese mismo análisis podría hacerse desde otro lugar, con menor sesgo ideológico y más cercano a lo que ha observado hasta ahora la sociedad con las movilizaciones, la huelga docente y cómo se va a definir el panorama político luego del paro general del próximo jueves, que se anticipa contundente. Bastaría con preguntarse qué cree la gente que es lo peor de cada uno de los polos en pugna.
Las diferencias
¿Cuál es la principal queja hoy contra el gobierno de Macri? A estar por los discursos de la dirigencia opositora, es su política económica, a la que califican de brutal ajuste; de favorecer a los ricos y a sectores concentrados; de empobrecer al pueblo trabajador; de hipotecar el futuro endeudando al país; de cercenar derechos adquiridos; de representar a la derecha conservadora y otras calamidades.
A la vez, ¿cuáles son las principales quejas contra el kirchnerismo y sus aliados que lo llevaron a perder las elecciones y el poder en 2015? El autoritarismo; la corrupción de muchos de sus funcionarios; su focalización constante en el pasado y la reivindicación de la lucha armada; el aislamiento de la comunidad económica internacional; el alineamiento con regímenes poco democráticos; la apropiación de los derechos humanos; el abuso de poder; el apriete y otros modales considerados violentos.
Si estos son los déficits de uno y otro ante la sociedad, es probable entonces que por estar en las antípodas resulte casi imposible evitar la polarización. Quienes navegan los mares de la estrategia política creen que esa confrontación resulta favorable al Gobierno, porque la oposición está dividida, hay un peronismo no kirchnerista y en especial porque lo negativo que se le atribuye a Macri puede ser corregible con futuras medidas acertadas que den buenos resultados.
En cambio, lo que se le critica al kirchnerismo forma parte de su convicción ideológica, construida por ideas no negociables para dirigentes y militantes, que se nutrieron de un relato épico refractario de la autocrítica. Eso lleva al convencimiento de que si tuvieran la oportunidad de volver al poder, Cristina y sus seguidores mantendrían aquellas mismas actitudes que la gente les reprochó con el voto hace 15 meses.
De allí que con estas hipótesis, en la Casa Rosada se alimente el optimismo oficial.
En desarrollo
Lejos de las teorías especulativas que apuntan a las próximas elecciones parlamentarias que repartirán debilidades y fortalezas políticas, la semana que pasó dejó dos temas que acapararon los titulares periodísticos. Uno es la interna sindical, como preámbulo del paro general del próximo jueves; el otro es la agitación que se produjo en la Justicia tras el último fallo de la Corte Suprema que pone un límite de edad a los jueces para ejercer la magistratura.
En el campo gremial hay una dispersión de posiciones que va exactamente en contra del objetivo de unidad que se propusieron los dirigentes para ser contraparte del Gobierno en los temas que afectan a los trabajadores. El triunvirato que aparece como la conducción visible de la CGT quedó golpeado en su representación luego del acto callejero del 7 de marzo que culminó con incidentes por diferencias internas.
Esas diferencias se extendieron luego a otros sectores que, al calor de sus cercanías políticas, plantean dar batalla al Presidente con un plan de lucha, o negociar con él. De no solucionarse, ese esquema lleva de manera inevitable a la división de la central obrera. Por eso todos decidieron apoyar la medida de fuerza del jueves y luego sentarse a debatir sobre lo que harán más adelante.
En el caso de la Justicia, el condimento político lo dio la jueza María Servini, que acusó al presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, de haber dirigido contra ella el fallo que obliga a 27 jueces a retirarse por tener más de 75 años y usar con ese fin al Consejo de la Magistratura. La victimización de Servini se puso en línea con el cuestionamiento que Elisa Carrió viene haciendo de Lorenzetti. Pero ésa es una serie que promete futuros y apasionantes capítulos.