Por Carlos Sacchetto - Corresponsalía Buenos Aires
Varios funcionarios cercanos a Mauricio Macri aseguran que la Marcha Federal del 2 de setiembre no les produjo un bajón anímico ni un momentáneo desconcierto. Pero no pueden disimular que quedaron impresionados por la magnitud de la movilización. Con ese antecedente, ahora se muestran mucho más preocupados por el clima de conflicto que se agita en las organizaciones sociales, las centrales gremiales de estatales y hasta en la propia CGT unificada.
No debería ser sorpresa para nadie que lo que queda del kirchnerismo sindical, como es el caso de la CTA liderada por Hugo Yasky, la izquierda de esa misma organización que encabeza Pablo Micheli o las distintas expresiones de la izquierda política, estén enarbolando banderas de combate al Gobierno. Lo que a muchos llama la atención es la actitud que asume la Confederación General del Trabajo, con posiciones predeterminadas muy duras a favor de un paro general, cuando sus referentes políticos son más tolerantes con Mauricio Macri.
El caso más notable es el del llamado clan Moyano, que parece actuar como un equipo coordinado que regula trompadas y caricias según la ocasión. Hugo Moyano es en los últimos tiempos un visitante asiduo de la Quinta de Olivos, donde además de compartir asados con el Presidente, se habla de fútbol, gremios y política. El menor, Facundo Moyano, diputado nacional por el Frente Renovador de Sergio Massa, es uno de los más duros de ese espacio pero siempre negociador y dispuesto al diálogo. En el extremo está Pablo Moyano, el heredero en el Sindicato de Camioneros y uno de los principales fogoneros de la medida de fuerza.
Frente a un cuadro semejante, es comprensible que los interlocutores oficiales con estos sectores no den abasto. Cuando parece que se abren puertas a la comprensión y la tolerancia, cambia el viento y se cierran de un golpe.
Más confusión
La semana que pasó permitió observar uno de esos mecanismos. El martes, Massa se había mostrado a favor de compatibilizar el proyecto de primer empleo, elaborado por el Gobierno, con el que él presentó inspirado en el que aplicó en Córdoba José Manuel de la Sota. Al día siguiente, los diputados massistas de origen sindical descalificaron la iniciativa. “Massa habla por él, no por todo su bloque”, se escuchó en los pasillos del Congreso de boca de uno de los miembros de ese sector.
Las diferencias de criterio también se exhiben en el oficialismo. El presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, tiene miradas críticas sobre el modo con que se maneja el Gobierno, en especial el área que controla el jefe de Gabinete, Marcos Peña.
Las discrepancias trascienden a la acción política e incluyen las visiones que tiene el macrismo sobre el armado electoral en la provincia de Buenos Aires, un distrito clave a la hora de proyectar el futuro de la gestión.
Esa situación subyace a la necesidad de encarar las cuestiones más urgentes como son, por ejemplo, evitar la declaración de un paro general por parte de la CGT en su Comité Central Confederal convocado para el 23 de setiembre. En el Gobierno estiman que el actual endurecimiento gremial busca crear un clima de presión para negociar en mejores términos el proyecto de modificación del impuesto a las Ganancias. Esa iniciativa llegará antes de fin de mes al Congreso, apenas después de ingresada la Ley de Presupuesto para el año próximo.
En el campo sindical aseguran que solamente con Ganancias no se arregla la situación de los trabajadores, pese a que reconocen que el nivel de la inflación está en franco descenso y la obra pública se va poniendo en movimiento.
El haber
Los empresarios de la construcción, un sector que permite recuperar puestos de trabajo y dinamizar la economía, sostienen que las licitaciones en el Estado vienen en cuentagotas y que todavía no puede hablarse de una reactivación efectiva. Lo atribuyen, en parte, a que los funcionarios del área son inexpertos y también a que a raíz de los casos de corrupción ocurridos en el gobierno anterior, ahora los procedimientos son controlados y verificados de manera excesiva, lo que demora trámites que podrían ser más simples.
Una panorámica más amplia de la situación que afronta el Gobierno permite visualizar también algunos pasos positivos. El viaje del Presidente a la reunión del G-20, en China, bien puede calificarse desde la diplomacia como un éxito, ya que los contactos bilaterales de Macri con los principales líderes mundiales dejaron un importante saldo a favor. El país ganó una presencia que últimamente no tenía a nivel internacional y fue evidente la voluntad de contribuir a una nueva era en las relaciones económicas.
El otro punto a favor fue el notable descenso de la inflación, lo que permite proyectar con más previsibilidad un crecimiento de la economía para el año que viene. Con el soplo de estos nuevos vientos, las disputas entre los funcionarios de Hacienda tienen colores más suaves y menos nervios.
La relación de la Casa Rosada con los gobernadores, una de las claves políticas de efectos múltiples que maneja el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, ha llegado también a un punto de definiciones. Hasta ahora, han primado más las promesas que los hechos y el dinero que todo lo soluciona no ha llegado a las provincias de la forma esperada.
Ese objetivo, y el de reducir la conflictividad social, serán prioridades oficiales hasta fin de mes, con la primavera en marcha.