Mario Fiore - mfiore@cimeco.com - Corresponsalía Buenos Aires
La primera semana de Mauricio Macri al frente de la Presidencia tuvo un ritmo frenético. El Presidente y su equipo quisieron poner toda la carne en el asador. Pero la necesidad de exprimir la legitimidad que le dieron las urnas para empezar a solucionar los graves problemas económicos que heredó de Cristina Kirchner, llevó a Macri a cometer algunos errores en materia política que encendieron luces de alarma, tanto en el propio oficialismo -macristas y radicales- como en los opositores.
Por estas horas, Macri busca enmendar la sorpresiva decisión de nombrar por decreto a dos juristas como miembros de la Corte Suprema, so pretexto de que la misma no puede funcionar normalmente con tres miembros tras las jubilaciones de Raúl Zaffaroni y de Carlos Fayt.
Esta medida fue aconsejada por su abogado personal, Fabián “Pepino” Rodríguez Simón, un hombre que divide las aguas en el nuevo oficialismo nacional ya que es el autor de las jugadas más audaces del macrismo en materia judicial. A principios de diciembre, Rodríguez Simón fue quien presentó la cautelar en nombre de Macri para que la Justicia defina cuándo finalizaba el mandato de Cristina Kirchner.
Efecto búmeran
Pero la decisión de poner "en comisión" a dos miembros del Máximo Tribunal tuvo consecuencias negativas por todos lados. Generó roces con la Corte, provocó rechazo unánime de toda la oposición legislativa, unió al kirchnerismo que ya había mostrado grietas entre los sectores más cercanos a la ex presidenta y los gobernadores, y cayó mal en la opinión pública.
De ahí que el pretendido gesto de autoridad que buscó dar Macri con este decreto haya tenido un efecto contrario: develó el temor o la fobia del Presidente a negociar con un peronismo que controla el Senado y la desconfianza que tiene en los jueces supremos, en especial en Ricardo Lorenzetti.
Para subsanar una crisis auto-provocada, Macri aceptó postergar la jura de sus candidatos, Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz, hasta febrero. No es lo que la cúpula del Poder Judicial ni la oposición le reclaman, ya que prefieren que ambos juristas cuenten antes con el imprescindible aval del Senado, pero le da al oficialismo un mes y medio de tiempo para abrir canales de diálogo con los otros dos poderes del Estado en pos de encontrar acuerdos.
El test económico
En la Casa Rosada miran con mayor atención la respuesta de todos los sectores de la economía a las medidas anunciadas en los últimos días. Desde la eliminación de las retenciones al campo y a la industria, a la salida del cepo cambiario, ese instrumento absurdo utilizado durante cuatro años por Cristina Kirchner que no sólo coadyuvó a la depreciación de la moneda nacional y a planchar el aparato productivo sino que, además, fue ineficaz a la hora de evitar que el Banco Central se quedase sin reservas.
Detrás de esta segunda medida de alto impacto, considerada racional incluso por economistas del peronismo (K y no K), se esconde el gran desafío del nuevo gobierno: evitar que esta devaluación del orden del 40% se transforme en una nueva espiral inflacionaria. El precedente más cercano, la depreciación del peso que resolvieron Axel Kicillof y Juan Carlos Fábrega en enero de 2014, que fue del 20%, fue directamente a los precios y llevó la inflación a su récord en la era kirchnerista.
La agravante que rodea a la medida tomada por el ministro Alfonso Prat Gay y el titular del BCRA, Federico Sturzenegger, es que estuvo precedida por la especulación de productores y formadores de precios que se adelantaron a remarcar las mercaderías. La intención del Gobierno es que los valores retornen a lo que las góndolas marcaban a fin de noviembre -aunque las principales subas se dieron en las semanas previas- pero no está claro de qué herramientas se valdrá el oficialismo para hacer cumplir este cometido.
Además, estas buenas intenciones gubernamentales chocan con una de las deformaciones que dejó el kirchnerismo: la exuberante cantidad de pesos que hay en la plaza, producto de una emisión desenfrenada. Si en 2002-2003 Prat Gay, entonces al frente del Central, logró reducir sensiblemente la inflación que provocó la salida de la convertibilidad y su consecuente devaluación, fue porque entonces los pesos estaban atrapados en el “corralón” y en el “corralito” y la Argentina estaba en franca recesión.
Las próximas semanas serán clave. Si la política económica del macrismo logra controlar la inflación -para ello deberá congelar cualquier aumento a las naftas, por lo menos algunos meses-, el Gobierno llegará fortalecido a marzo cuando se inicien las paritarias. Será ese el momento en el que la confianza que busca recrear Macri sobre su gestión deberá superar una verdadera prueba de fuego.