Por Alfredo Leuco - Periodista. Gentileza R. Mitre
"Ustedes hicieron posible lo imposible". Esa frase le salió del fondo del alma a Mauricio Macri, el presidente electo de la Argentina. Es que ni él lo podía creer. Por primera vez en la historia llegó a la jefatura del estado el líder de un partido chico que tiene apenas diez años de vida y que no se forjó en la matriz del radicalismo ni del peronismo. Tal vez si Macri hubiera dejado hablar a su inconsciente sus palabras hubiesen sido: "Llegué Papá, soy presidente, pude superarte". No quiero hacer sicologismo barato pero Mauricio le dedicó su vida a demostrarle a Franco que podía llegar muy alto sin su ayuda y por sus propios méritos. Franco Macri fue un padre asfixiante, ultra exigente y más competitivo que lo aconsejable con su hijo. Varias veces lo desafió públicamente. Varias veces fue a contramano de los deseos de su hijo. Varias veces apostó en su contra y boicoteó sus proyectos. Por eso durante tanto tiempo estuvieron peleados. Un día Mauricio decidió romper amarras y construir su propio destino. Sabía que en esa pelea iba a encontrar la felicidad y la alegría. Y ayer se aferró a esa utopía que persiguió durante tanto tiempo. El hijo del tano inmigrante que edificó un imperio económico llegó a la presidencia de la Nación sin que su padre le abriera ninguna puerta. Lo hizo por derecho propio. En nombre del padre. Pero con su propio esfuerzo.
Los kirchneristas lo chicaneaban acusándolo de vago: “Nunca trabajó, siempre vivió de Franco”, pintaron en las paredes. Y esas cachetadas en lugar de intimidarlo le dieron más fuerza para la batalla final contra Daniel Scioli.
Esa relación de amor-odio con su viejo lo marcó para siempre. Y su carácter y garra también se templó en la adversidad de un secuestro extorsivo que lo tuvo muy cerca de la muerte. Estuvo 14 días bajo tierra. Lo encerraron en un ataúd y lo encarcelaron en un sótano de Garay al 2.800. Nadie sigue siendo la misma persona después de semejante experiencia. Su mirada perdida a veces expresa el sufrimiento de ese corazón en aquel momento dramático al que lo sometieron una banda de criminales que eran comisarios de la Policía Federal.
El salto que pegó Mauricio es gigantesco. Desde aquel vicepresidente del holding SOCMA al que arribó por portación de apellido y por ser el hijo del dueño hasta la presidencia de la Nación. Como buen ingeniero se apoyó siempre en la gestión. En el hacer más que en el decir. En Boca Juniors hizo una verdadera revolución de campeonatos y 16 vueltas olímpicas, pero también marcó un camino de responsabilidad y eficiencia. Fue presidente del equipo más popular de la Argentina, superó problemas, abrió ventanas y logró la reelección.
Esos fueron los cimientos del Macri de hoy. No podría haber ganado ayer si no hubiese tenido el nivel de conocimiento y popularidad que le dio Boca. Con eso demostró y se demostró que estaba para más. Que el destino de niño cheto, de creído de Barrio Parque, no era para él.
En la ciudad de Buenos Aires hizo lo mismo. Puso ladrillo sobre ladrillo y eligió el camino más sólido y no el más rápido que le había ofrecido Eduardo Duhalde: ser candidato por el peronismo. Edificó un partido y lo fue haciendo crecer. Con ensayo y error. Con metidas de pata y correcciones. Aprendió a ser gobernante en el gobierno de la Ciudad. Su primera administración estuvo apenas por arriba de la mediocridad general, pero, en su segunda jefatura, mejoró la calidad de vida de gran parte de los porteños. Esa buena tarea en el transporte, en la derrota que le propinó a las inundaciones, en la educación y en el respeto por las disidencias y el pluralismo lo fue perfilando. Es el primer jefe de gobierno de la Ciudad reelecto y que termina su mandato dejando un sucesor de su mismo partido: Horacio Rodríguez Larreta. Encima la provincia de Buenos Aires también estará bajo la conducción de una mujer resolutiva y carismática surgida de su agrupación: María Eugenia Vidal.
Está procesado por la justicia y acusó el golpe por lo de Fernando Niembro. El gobierno nacional le hizo la vida imposible. Le tiraron anchoas en el desierto y lo intentaron estigmatizar. Está acostumbrado a buscar consensos porque siempre gobernó sin mayorías parlamentarias y eso es bueno para los tiempos que se vienen. En su vida personal se lo ve enamorado de la seductora belleza integral de Juliana Awada y de su condición de padre de Antonia y otros tres hijos. Al frecuentar la meditación budista fue calmando sus ansiedades y aflojando sus durezas formales. Hasta se dio el lujo de emocionar y emocionarse en la quebrada de Humahuaca donde le pidió a la madre tierra ayuda para esta tierra.
En las PASO, Macri apenas sacó el 24 % de los votos. Ayer le sumó más de 27 puntos porcentuales. Más que duplicó su potencia. Logró cuatro millones de votos más que en la primera vuelta y encarnó los deseos de cambios de una gran parte de la sociedad. Eran cada vez más los argentinos que decían que este país podía ser gobernado correctamente por un no peronista. Las multitudes de los cacerolazos, las redes sociales, los actos en defensa de los fiscales atacados o el campo humillado fueron juntando masa crítica. Y Masa, Sergio, en el 2013 dinamitó los sueños eternos y monárquicos de Cristina cuando la empujó a la peor actuación electoral en 12 años.
Macri no es un conservador de la vieja derecha como cree la militancia K. Ejerció el divorcio en dos oportunidades y su cultura es más diversa que muchos K aunque menos intelectual. Macri tampoco es un neoliberal entreguista, amante fiel del mercado como quisieron instalar los medios adictos a Cristina.
Macri como político parido por la anarquía del 2001, es muy difícil de encasillar en las categorías tradicionales. Yo me atrevería a decir que no es un gerente de los grupos concentrados a los que conoce de adentro, que tiene sensibilidad social por los más pobres y que su modelo económico de sentido común y eficiencia está lejos del chavismo jurásico y cerca del desarrollismo de Arturo Frondizi.
Macri logró la presidencia de la Nación. No es parte de la herencia que le dejó su padre. Se ganó solito el honor de ser el jefe del estado argentino. Casi 13 millones de argentinos confiaron en su épica de superación. Nadie nunca había sacado tantos votos. Ahora empieza la etapa más importante de su vida. Ahora deberá demostrar si tiene condiciones de estadista para desactivar las bombas de tiempo que deja este gobierno. Yo no podría asegurarlo pero ojalá esa esperanza de tanta gente en las urnas se convierta en realidad. Ojalá. Es por el bien de todos.