La motivación excluyente de esta desgarradora narración es el autoimpuesto mandato del autor de testimoniar el sufrimiento, pero también la esperanza y el legado, de las embarazadas secuestradas durante la dictadura 1976-1983, quienes en su gran mayoría terminaron asesinadas tras parir, con sus bebés entregados al mejor postor.
Las investigaciones posteriores de la Justicia argentina, ONGs y organismos internacionales registran unos 500 casos de estas madres "desaparecidas", de cuyos hijos apropiados, gracias a la tarea de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, ya se encontraron 117. Justamente, el último de ellos es la mendocina Claudia Domínguez Castro, "recuperada" en agosto de 2015.
En una clave de ficción tan brutal como la realidad que describe en su novela, Diego Barreda -él mismo ex prisionero político y sobreviviente de torturas en dos cárceles clandestinas bonaerenses- cuenta la historia de seis de esas parturientas condenadas a los "vuelos de la muerte".
Coincidentes en su trágico destino en el cruel ámbito alegórico de una "Clínica de Recuperación Maternal", dentro del "antiguo leprosario del Hospital Neurosiquiátrico Regional", las mujeres se acompañan y dan fuerzas pese a conocer el final que les espera tras el alumbramiento.
Vienen de todo el país y de todos los orígenes sociales: una humilde empleada doméstica norteña, una militante universitaria capitalina, una dama de la alta sociedad sin ideas políticas a la que le robaron sus propiedades, una adolescente pueblerina...
Barreda se mete en sus celdas y narra, bien desde adentro, cómo las "embarazadas terminales" claudican y se recuperan, lloran y se aferran a su resistencia, que intuyen fructífera.
Y cómo se mantienen vivas con la ilusión de insuflar en el alma de sus bebés el coraje que enaltece y será su herencia. Del otro lado de la mirilla del calabozo, el sádico coronel Dosveinte prepara el descarte posparto de sus cuerpos, desde un helicóptero camuflado como sanitario, sobre el Pantano, la pútrida selva marginal del Río de la Plata.
El final no es feliz. Barreda no busca endulzar la tragedia con realismo mágico ni apariciones heroicas. La idea es golpear el pecho, instalar conciencia sobre lo que de verdad pasó, para que permanezca en el imaginario colectivo y no se repita.
Y su objetivo está logrado en el libro, con crudeza y poesía, con un centro emotivo del libro en la inolvidable carta de Amancay a su hijita Cielo Azul. Tal como una mamá real, la uruguaya María Artigas, se lo pidió a Barreda en un oscuro pasillo del Pozo de Banfield. Mandato cumplido.
El libro se presentará mañana a las 19 en la Carpa por la Memoria, en la plaza Independencia de la capital mendocina, con la presencia del autor y Claudia Domínguez Castro, nacida en cautiverio.