Como si fuese esa emblemática película argentina Luna de Avellaneda del director Juan José Campanella. Ese club de barrio que vivió en el pasado una época de esplendor y que estuvo inmerso en una crisis económico y social terrible que puso en peligro su existencia. Surgieron diversas alternativas para ocupar ese hermoso terreno inmobiliario.
Desde construir torres de departamentos hasta un centro comercial. Lejos, muy lejos de los ideales y de los fines de sus fundadores en 1939, un club social, deportivo y cultural, se puso de pie.
Entonces fue que a fines de la década del 2000 aparecieron los Chasse, los Orozco, González, los Moreno, entre otros. Todos ex jugadores jóvenes del club que le pusieron el hombro a la situación. Así llegó también unos años después (2010), un ex jugador de la institución, Mario Díaz, actual presidente, quien trazó varios proyectos con objetivos a corto y largo plazo. La meta principal era recuperar la verdadera familia del club.
Y así se comenzó a trabajar en silencio. Familas como los Quibar pasaban horas y horas dentro la institución. También los Canizzo y los Calandria, quienes dejan a diario su pellejo por el ‘Sanjo’.
Como lo habían soñado sus fundadores en el la década del ‘30, San José estaba de pie nuevamente y mucho tuvo que ver su gente. El club había recuperado lo social y lo deportivo. Y más teniendo en cuenta el año 2012, cuando el ‘Santo’ contrató los servicios de Lucas Rubia.
El base histórico de Anzorena llegaba a un club de barrio. Y el Mula se sintió como en su casa. Había dejado los scauting, los hoteles, los viajes y las ligas nacionales, para volver a jugar en un equipo que no tenía aros rebatibles, no existía el parquet y muchas veces, no supo tener agua caliente.
Pero puso el corazón, como todos sus hinchas, y lograron en conjunto una verdadera revolución. Se ganó el ascenso ante el todopoderoso capital con nombres emblemáticos como los de Berman, Zogbe, Belmonte, De Casas, entre otros. San José, bajó la conducción técnica de la dupla Santalucía- Martín, se había ganado su lugar en la máxima categoría provincial. El éxito deportivo tuvo un efecto rebote positivo.
Cientos de chicos empezaron a acercarse al club y también se recuperó el tesoro más divino con la que puede contar una institución: los niños y, por consiguiente, la familia. Hoy, San José, cuenta con más de 150 jugadores en todas sus divisiones formativas. Un récord histórico para el club. Y mucho tuvo que ver el trabajo que realizan en las categorías menores, tanto Leandro Lincheta y Raúl Demonte.
Con el correr de los torneos en la elite del básquetbol de la provincia, comenzaron a nacer nuevos desafíos. San José se animó a más y trajo nombres rutilantes como los de Pablo Rizzo, Alejo Sánchez, Facundo Rubia, entre otros. Pero siempre le faltaba algo para poder subirse al podio. Por esta razón, se continuó con el proyecto deportivo y, a fines del 2014, la meta fue ganar todo lo que se jugara.
Asegurando su participación nuevamente en el Regional de Clubes 2015 (lo había ganado en el 2014, pero decidió no jugar el Torneo Federal por cuestiones monetarias), reforzó su plantel con nombres de jerarquía: Leandro Masieri, Gastón Guevara, Agustín Paparini, Nelson Galarza, Antonio Vargas y Juan Pablo Gamero. Sumado al ‘Nano’ Cangelosi, los hermanos Rubia, la ‘Joya’ Espinoza, el ahora elenco de Valentín Puebla era un verdadero “Dream Team”.
Y fue nomás, porque en estos últimos seis meses, San José arrasó con todo. Ganó de forma magistral el campeonato local, dejando en el camino nada más ni nada menos que a Anzorena en semifinales y a Rivadavia en la final. Y como si eso no fuera poco, logró el ascenso al próximo Torneo Federal, tras coronarse campeón del Regional de Clubes por segundo año consecutivo, barriendo en la serie final a Alberdi de Villa Mercedes. Un lujo.
Ese club que tuvo su típico portón clarito con letras azules cerrado con un candado por mucho tiempo, se puso de pie y pisa más fuerte que nunca. Su gente, la verdadera, fue quien lo hizo.