Al evocar los estudios universitarios se destaca la figura de un gran educador, Carlos Ludovico Ceriotto, a quien tuvimos como profesor de Introducción a la Filosofía en primer año de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCuyo, allá por 1962. Derrochaba juventud, conocimientos, y un enorme entusiasmo por lo que transmitía. Lo recuerdo dando pasos en la estrecha tarima desde la cual impartía sus clases, haciéndose preguntas en la medida que desarrollaba los temas. Eran preguntas para él mismo y para nosotros en la trama del programa, que vivía intensamente. En ese primer año común a diferentes carreras, sus palabras marcaron para siempre inclinaciones filosóficas.
Carlos Ludovico Ceriotto había nacido en Mendoza, el 6 de julio de 1928. Realizó estudios en nuestra Facultad, donde hizo todos los escalones necesarios para llegar a ser titular por concurso de la cátedra Introducción a la Filosofía (1960). Recuerdo que desplegó, entre otros tópicos fundamentales, la antigüedad griega especialmente en torno a Platón, sus diálogos, y el ejercicio mayéutico; Descartes y el "Discurso del método" para guiarnos hacia el pensamiento de la modernidad y lo que planteaba el filósofo francés. Respecto de la contemporaneidad, Ortega y Gasset y su "Historia como sistema" le servía de interlocutor en el ensayo filosófico con su abanico de problemas. Por aquella época, tanto Ortega como Martin Heidegger eran nombres muy frecuentados en los ámbitos académicos del país. Más tarde, el intelectual español fue relegado por otros autores y Heidegger matizado con vertientes del existencialismo alemán y francés, pero también creció el interés por el pensamiento de Nietzsche, Marx y estudiosos dentro de esa línea. Con claridad, Ceriotto discurría sobre los ejes problemáticos, como asimismo cuando se hizo cargo del dictado de Historia de la Filosofía Contemporánea (1969) y de los Seminarios de Licenciatura.
El saber de nuestro profesor se fue enriqueciendo en el exterior. Sus horizontes deseaban ampliarse bebiendo experiencias en otras universidades.
Antes de conocerlo, en 1959 había pasado un semestre en la Universidad de Colgate, EEUU, donde investigó y dio clases extracurriculares sobre Ortega y un seminario en torno a filosofía latinoamericana. En 1962/63 pasó varios meses visitando universidades europeas, pero lo apreciable fue su concurrencia en la Sorbona a los cursos de Paul Ricoeur y Ferdinand Alquié, el amigo de André Breton y guía de Gilles Deleuze. Bajo la dirección de Ricoeur -algo destacable- efectuó una indagación sobre filosofía francesa y europea contemporáneas. Empero, su inquietud hizo que en 1969 obtuviera una beca para investigación en la Universidad de Friburgo de Brisgovia, el lugar donde en 1938 falleció el fundador de la fenomenología, Edmund Husserl.
Significativamente, Ceriotto asistió al lugar en el que a esta figura fundamental, nacido en Moravia, le estuvo vedado por el nazismo hacer uso de la Biblioteca; universidad que le había otorgado el grado de emérito y del cual había sido despojado en 1933. No sé de las emociones de nuestro profesor, pero puedo barruntarlas. Es que sus preocupaciones se habían ido volcando hacia la fenomenología siendo todavía estudiante universitario. En 1966 apareció una segunda edición del libro de Joaquín Xirau, "La filosofía de Husserl", donde Ceriotto publicó un apéndice titulado "Temas del último Husserl", como así también la bibliografía de y sobre el filósofo, quizá la más completa en castellano hasta ese momento. Había trabajado y comentado también otros textos husserlianos e, igualmente, se había ocupado de Ortega mediante el rescate de conferencias durante su primera visita a la Argentina, en 1916. Hacia 1967 se hallaba estudiando la incidencia de Freud en Sartre, Merleau-Ponty, De Waelhens y Ricoeur, que culminó en su libro "Fenomenología y psicoanálisis. Aproximación fenomenológica a la obra de Freud" (1969).
Lo encabezó con una advertencia de Montaigne: "Es una empresa más difícil de lo que parece el seguir una marcha tan insegura como la de nuestro espíritu y penetrar las profundidades opacas de sus repliegues internos". Constituyó un excelente resultado de un seminario impartido en la cátedra de Psiquiatría de nuestra casa de estudios. El tema era de una incuestionable actualidad y se adelantaba en cierto modo a estudios que sobrevendrían en nuestro país y en Europa, donde el péndulo marcaba diferencias y aproximaciones entre Freud y los pensadores franceses, por controvertidas que pudiesen ser.
En el programa de Introducción a la Filosofía de 1973, cuyo contenido había elaborado con carácter 'inicial' y 'programático', se propuso tratar a Descartes, Kant, Hegel y Comte, pero una impronta hegeliana lo distingue. Decía en sus primeras páginas: "Uno de los 'resultados' que espero de este curso es que se vea que, aunque se pueda hablar de 'filosofías', no hay, a lo largo de la historia, sino una filosofía que se va desplegando y concretizando y, a la vez, enriqueciendo al asumir las dimensiones de verdad de los momentos precedentes".
Finalizaban así: "Este curso, pues, quiere ofrecer la posibilidad de un ingreso a la filosofía por un pensamiento que, de ser efectivamente asumido en lo que tiene de esencial, puede ponernos en disposición para un pensar viviente y abierto en una actitud de adulta, madura, humildad -mi saber no agota la verdad- y de verdadero respeto -el pensar ajeno que se opone al mío puede mostrar una faz de la realidad que yo no he llegado a ver y que puede enriquecer mi verdad así como la mía puede complementar aquélla. [...] Una actitud, en fin, que es aspiración a la verdad y no sólo persecución alienada de meras opiniones sin fundamento. Estos rasgos pueden ser el 'germen' de una concordia que necesitamos. Que es difícil, sí, pero no utópica" (véase: http://bdigital.uncu.edu.ar/4558).
La imagen de nuestro profesor recorta el tiempo que invita a estudiarlo en una necesaria reconsideración de su valía. Ceriotto falleció prematuramente en 1973. Este pasado 14 de agosto se cumplieron cuarenta y cuatro años de esa fecha. Él apenas sobrepasaba esa cantidad de años cuando su corazón dejó de latir intempestivamente. Que esta pequeña nota sea un homenaje a su luminosa presencia.
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