El ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva prestó declaración ayer en Curitiba (sur) durante unas cinco horas ante el juez anticorrupción Sergio Moro, a cargo del caso Petrobras, en un juicio que puede abortar sus pretensiones de volver al poder en 2018.
El interrogatorio del ex mandatario de izquierda (2003-2010), de 71 años, empezó poco después de las 14 hora local (la misma hora en Argentina) y concluyó después de las 19.
La ciudad de Curitiba vivió una jornada de tensiones, con miles de partidarios de Lula en sus calles y un fuerte despliegue de seguridad.
La audiencia se llevó a cabo a puertas cerradas y su filmación debería liberarse en unas pocas horas.
Los abogados hablarán con la prensa y Lula podría dirigirse a sus partidarios.
Al llegar al tribunal el exsindicalista y cofundador del Partido de los Trabajadores (PT), vestido de traje oscuro y corbata con los colores de Brasil, saludó a los manifestantes, que coreaban: “¡Lula guerrero del pueblo brasilero!”.
La policía impidió el acceso a quienes no tuviesen que ver con el proceso, e incluso a los residentes de esta zona de Curitiba, denominada ya la “capital de la Operación Lava Jato”, por el nombre de la investigación que puso al descubierto una red de sobornos pagados por constructoras a políticos y partidos para obtener licitaciones en la estatal Petrobras.
Moro busca determinar si Lula es propietario de un departamento tríplex en el balneario de Guarujá, en Sao Paulo, que habría recibido de la constructora OAS a cambio de “ventajas indebidas”.
La sentencia debería conocerse en un plazo de 45 a 60 días, aunque algunos analistas apuntan que podría ser en apenas un mes.
El expediente, conocido como “el departamento de Guarujá”, es una de las cinco acusaciones que hasta el momento pesan contra Lula por corrupción pasiva, lavado de dinero, tráfico de influencias y obstrucción a la justicia.
De acuerdo con las leyes brasileñas, Lula no podría postularse a las elecciones de octubre de 2018 si una eventual condena es ratificada en segunda instancia. Este proceso suele demorar un año.
El ex mandatario niega todos los cargos y afirma que se trata de una persecución para impedirle volver al poder. Los sondeos dan a Lula ampliamente ganador, aunque también muestran que es uno de los políticos con mayores índices de rechazo.
Moro, de 44 años, considerado un ícono de la lucha contra la corrupción, había instado a sus admiradores a permanecer en sus casas para evitar enfrentamientos.
Pero no todos siguieron sus consejos y algunos grupos se manifestaban con un muñeco gigante que figuraba a Lula vestido de presidiario, al grito de “Lula, ladrón, tu lugar es la prisión”.
El presidente conservador Michel Temer, acusado de “golpista” por el PT, llamó ayer a superar la polarización del país, en recesión desde hace dos años y con un índice récord de desempleo de 13,7%, (o 14,2 millones de desocupados).
La batalla entre sus partidarios y adversarios arreciaba en las redes sociales, a través de las etiquetas “#LulaEuConfio” (Confío en Lula) y “#MoroOrgulhoBrasileiro” (Moro, orgullo de Brasil).
La fiscalía acusa a Lula de haber recibido 3,7 millones de reales (1,16 millones de dólares al cambio actual) de OAS, incluyendo el departamento de Guarujá y el costo del almacenamiento de sus bienes personales y de su acervo presidencial entre 2011 y 2016.
Para sus detractores, Moro está politizado
Moro nació hace 44 años en la ciudad paranaense de Maringá y allí se licenció en derecho y se convirtió en juez en 1996. Doctor y profesor universitario, completó su formación en la prestigiosa Harvard.
Es admirado por muchos de sus pares, que lo definen como un juez rápido para decidir, preparado y resuelto. Sus detractores, en cambio, lo juzgan abusivo en el uso de las prisiones preventivas y lo suficientemente politizado como para pretender anular a Lula como candidato presidencial.
El líder de la izquierda se sobrepuso al cáncer
Luiz Inácio Lula da Silva fue el presidente más popular de Brasil (2003-2010) y es favorito, según las encuestas, para las elecciones de 2018. Pero las acusaciones de corrupción pueden arruinar la suerte de este mítico exobrero metalúrgico.
El patriarca de la izquierda brasileña, de 71 años, dejó la presidencia con un 80% de popularidad.
Un año después de dejar el poder, le diagnosticaron un cáncer de laringe que superó. La justicia impidió que fuera ministro de Rousseff.