Una de las personalidades que se destacó durante fines del siglo XIX, y principios del XX, fue este italiano que para la mayoría de los lectores es un desconocido.
Hoy en esta página lo recordamos como un personaje casi novelesco, que estuvo al mando de Mazzini y Garibaldi, y luego en Argentina luchó a las ordenes del general Julio Argentino Roca y del coronel Rufino Ortega.
Pero lo más importante de este nombre centenario es que sacrificó su vida para salvar, como médico y farmacéutico, a miles de mendocinos. Actualmente, una calle lleva su nombre en el departamento de Guaymallén.
Un 'abruzzese' en acción
Nació en el pueblo de Archi, provincia de Chieti,en la región de Abruzzo, Italia, el 10 de diciembre de 1824. Sus padres fueron Gaetano Verrati y María Chieri.
Luego de cursar sus estudios en la adolescencia, partió hacia la ciudad de Napoli y en la universidad de esa ciudad se recibió de médico y bioquímico.
Durante la primera guerra de la independencia italiana, se incorporó a las filas del patriota italiano Giuseppe Mazzini, que peleaba por la unificación de ese país. Años más tarde Verratti participó en el ejército del Giuseppe Garibaldi, quien continuó a mediados del siglo XIX con las luchas independentistas.
Por aquel tiempo, gran parte de los italianos vivían una crítica situación socioeconómica, causada por las guerras. Desde el gobierno argentino se lanzó una campaña para que éstos partieran hacia Sudamérica, con la esperanza de emprender una mejor vida.
También nuestro país convocó a destacados profesionales italianos para incorporarlos a universidades, colegios o direcciones de obras públicas. Este fue el caso de Luis Verratti, que fue contratado como profesor en la Quinta Agronómica en Mendoza.
Guerrero de la sanidad
Después de partir del puerto de Napoli, y de atravesar el Atlántico, llegó a Buenos Aires y, meses después, marchó en carreta hacia nuestra provincia; para tomar la cátedra de Química en el establecimiento de enseñanza agrícola. Pronto, el guerrero que había peleado junto a Mazzini y Garibaldi accedió a los círculos más distinguidos de la sociedad mendocina.
Su espíritu aventurero lo llevó en 1879 a ingresar al Ejército Argentino como médico, y engrosó las filas del Séptimo Regimiento de Caballería. Fue durante la Campaña del Desierto, al mando del general Julio Argentino Roca, cuya cuarta división estuvo a cargo de los coroneles Napoleón Uriburu y Rufino Ortega.
La denominada Cuarta División partió desde el fuerte de San Rafael (Mendoza) el 21 de abril de ese año, rumbo a la confluencia de los ríos Limay y Neuquén. En poco tiempo los militares dieron muerte en Chos Malal, al cacique ranquel Peyeumán y posteriormente tomaron prisionero al cacique Painé, con 60 de sus guerreros, para concluir con la muerte del renombrado cacique Baigorrita.
En aquella campaña, el teniente coronel Luis Verratti prestó un valioso servicio al asistir a cientos de combatientes; y después de varios años, como militar, se retiró de la fuerzas armadas.
En 1882 fue nombrado por la municipalidad como “vacunador público”, cargo que ocupó por dos años. Luego el galeno italiano inauguró una de las primeras farmacias que existieron en la ciudad. La llamó Italiana y su primer local fue puesto en la calle 9 de julio, frente a la plaza San Martín.
Durante el cólera que asoló en la provincia, asistió a miles de personas y trajo desde Europa novedosos y diferentes medicamentos para curar aquellos enfermos. Posteriormente su botica se trasladó a la calle Las Heras 28, en donde montó un importante laboratorio para la elaboración de medicamentos para diferentes afecciones; algo que hizo muy popular a “don Luis”, como se lo conocía.
Cien años de lucha
En 1896 Luis Verratti y su familia se trasladaron a la localidad de Guaymallén, más precisamente a la calle Larga -hoy Pedro Molina- e instaló un consultorio médico en donde brindó atención a personas con trastornos neurológicos y reumáticos. También realizaba extracciones dentales.
La provincia lo habilitó para instalar en su casa un vacunatorio público y allí fueron vacunados cientos de niños para impedir enfermedades propias de la edad. Con 98 años, el italiano ejerció su profesión de médico y farmacéutico.
El 1 de noviembre de 1925, y con cien años en sus espaldas, falleció en aquella casa de Pedro Molina. Dos días después sus restos fueron enterrados en el cementerio de la Ciudad. En aquella ocasión una gran cantidad de público se hizo presente para darle el último adiós al guerrero de la salud.