Luis Stralla: El médico que fue piloto sanitario

Ginecólogo y jefe del servicio asistencial aéreo de Mendoza por más de 30 años.

Luis Stralla: El médico que fue piloto sanitario
Luis Stralla: El médico que fue piloto sanitario

"Estaba tan borracho que no sentía dolor y lo envolvimos como un salame. Así lo cargamos en el avión, enrollado en papel de diario porque desparramaba sangre y orina por todos lados. Lo habían apuñalado en los riñones pero se salvó, fue cuestión de decir es ahora o nunca",  recuerda Luis Stralla (78), que fue jefe del servicio asistencial aéreo por más de 30 años.

En la casa de su hija María del Valle, el médico ginecólogo jubilado desparrama delante suyo, fotografías de la época en que sobrevoló los cielos de la Provincia con tareas siempre urgentes. Fue el único profesional de la salud a cargo de este trabajo desde 1972 hasta mediados de los 90.

Habla y tiene apuntes escritos con letra de médico y un centenar de aventuras que le dejó toda una vida de trabajo.

Su mujer Beatriz Dapás escucha sus historias, tal como lo ha hecho durante 47 años de casados. Su nieta Valentina juega cerca con algunas muñecas y lo interrumpe de vez en cuando, sin saber de las proezas del abuelo de las que más tarde se enorgullecerá.

Luis fue médico, piloto de aviones y helicópteros, pero también el responsable de que se edificaran seis puestos de salud en Lavalle. Además es pianista, instructor de tiro, padre de Gabriel y abuelo de Vito, de siete meses.

Cuestión del destino

Luis se recibió de médico en la UNCuyo y a la par, aprendió a pilotar aviones, una actividad que le gustó "desde siempre". En 1972 estaba realizando su adaptación a aviones multimotor. En uno de esos viajes, le tocó llevar al ministro de salud Emilio Vázquez Viera y durante el vuelo se habló de temas relacionados con la medicina.

"Yo intervine en la conversación y el ministro preguntó, ¿cómo es que un piloto sabe de medicina?", dice Luis y agrega: "Así fue como por cuestión del destino empecé a dedicarme a las dos cosas que más me gustaba hacer".


Foto: Gustavo Rogé / Los Andes
Foto: Gustavo Rogé / Los Andes

A partir de ese año el doctor Stralla hizo vuelos sanitiarios regulares a las localidades lavallinas de Arroyito, El Forzudo, El Retamo, Lagunita, San Miguel, Capilla del Rosario, San José y Asunción. También a Ñancuñán, en santa Rosa; a Punta del Agua, en San Rafael, límite con Neuquén y Agua Escondida, en Malargüe. Eran viajes que por tierra demandaban un tiempo muy grande. "En avión podíamos llegar en media hora a cualquier lugar de Lavalle o en una hora al Sur", agrega.

Durante años, Luis hizo sus visitas "domiciliarias" en un bimotor Pipper Azteca de 500 caballos y seis plazas. Después, cuando la Provincia vendió estos aviones hizo sus recorridos en los Twin Otter que le facilitaba YPF.  "Aterrizábamos en terrenos limpios en medio del campo y atendíamos en salitas de salud que eran ranchos y que abrían cuando llegábamos", describe el médico y dice que según el viaje lo acompañaba otro médico, una odontóloga, enfermeras o vacunadores.

El médico no sólo trabajaba "volando", también atendió en la guardia de la destilería en Luján de Cuyo y hacía cirugías en el Hospital Español: "Casi que me sentía un visitante en mi propia casa, pero  mi suegro era médico, así es que la familia estaba un poco acostumbrada a este tipo de vida", dice divertido.

La isla

Hace casi medio siglo cuando no existían los celulares y no eran muchos los que tenían teléfono fijo, la comunicación en zonas rurales era difícil. Cuando había alguna urgencia, un familiar del herido debía ir hasta el destacamento y allí, por radio, dar aviso a Mendoza. Luego llamaban al médico, que solicitaba un avión en la actual Base Cóndor (Aeroparque Ciudad de Mendoza) y emprender viaje. Una odisea.

La llegada del médico a la zona rural era siempre esperada y cuando no debía atender urgencias se ocupaba de las afecciones de los lugareños. Cuando el servicio arrancó, muchos pobladores temían a la llegada del avión -algunos ni siquiera habían visto uno de cerca- pero poco a poco entraron en confianza.

"Los niños se quedaban escondidos detrás de sus padres. Recuerdo que una vez, a bordo de un helicóptero Lama llegamos a una zona llamada La Isla, porque era el único terreno que quedaba en la superficie cuando crecía el río San Juan, en Lavalle", detalla Luis.


Foto: Gustavo Rogé / Los Andes
Foto: Gustavo Rogé / Los Andes

"Ahí había una casita con las puerta y ventanas cerradas. Parecía que no había nadie, pero cuando nos estábamos por ir, un nene se asomó por una ventana: '¡Es el doctor!', gritó. Después salieron todos de la casita, eran nueve. Una señora y sus ocho hijos, que había parido sola, sin ayuda".

Médico de campo

Las manos expertas de Luis barajan las fotos que cuentan su vida y mientras, explica que la accidentología en el campo es diferente a la de las ciudades. Allí, muchas veces debió atender lesiones provocadas por la patada de un animal o por niños que se habían quemado con un brasero.

Además, debía pelear con la resistencia de los pacientes a subirse al avión, ya que muchos preferían soportar el dolor. El médico recuerda a un hombre con la rodilla destrozada y con astillas enterradas que no se quiso subir al avión, pese a la promesa de estar en media hora en el hospital. O de otro, con un pulmón perforado que evitó el avión y decidió caminar tres días para hacerse atender. 

Una vez, ya en los 90, desafió su propia salud. Con un piloto acompañante tuvieron que decidir entre la vida de una mujer con un embarazo ectópico o la posibilidad de morir en una tormenta. Pudo más su profesión.

"Nos pegamos al piso. Si un vuelo normal es a 1.200 metros de altura, nosotros íbamos a 200 metros. Más arriba era peligroso porque había formaciones nubosas muy complejas. Cuando llegamos a El Forzudo cargamos a la mujer y finalmente se salvó. Años más tarde me la encontré caminando en el centro. Me paró y me dijo: 'doctor, usted me salvó la vida", recuerda conmovido.

Una reflexión

El doctor Stralla subraya que su vida ha sido especial, dice que nunca le gustó estar encerrado y que siempre ejerció con el corazón. Fue médico pero también cartero y canillita de Los Andes.

"La vida sucede rápido, cuando me quise dar cuenta todo había pasado. A veces, mucho del esfuerzo realizado se olvidado. En un momento, un grupo de lugareños me dijo que si suspendían el servicio de asistencia aérea ellos iban a quemar la Casa de Gobierno. Claro que cuando finalmente lo suspendieron no pasó nada. Yo llegué a la conclusión de que alguien perdió los fósforos", sentencia irónico.

Luis termina el relato con una sonrisa que guarda otras aventuras y más historias de su vida, cuya extensión resulta difícil de encuadrar en el papel de un diario. Por eso, en la despedida Luis se entusiasma con otro encuentro, para volar, una vez más.

Una linterna y una pistola en el medio de la nada

La carrera de Luis Stralla también lo llevó por los arenosos caminos del secano lavallino. Cuando finalmente el gobierno mendocino suspendió el uso de los aviones para asistir a las familias del campo, recuerda que el traslado se hizo en camionetas, que no siempre fueron todo terreno, pero también  en zorras del ferrocarril, cuando los terrenos estaban anegados.  


Foto: Gustavo Rogé / Los Andes
Foto: Gustavo Rogé / Los Andes

Cuenta que a veces viajaban toda la noche, por senderos que hacían temblar la carrocería y a sus ocupantes. Y recuerda noches lluviosas, de frio extremo, o siestas de calor agobiante.  

Cuando había desastres naturales llevaban, además de medicamentos, leche, comida y hasta muebles si el vehículo lo permitía.

Con detalles precisos, recuerda una situación particular: "Una noche nos quedamos enterrados en el medio del secano. Tuvimos que caminar con el chofer 9 kilómetros en plena oscuridad. Me acuerdo que empezamos a caminar con una linterna y una pistola, por si nos atacaba una jauría de perros cimarrones, que viven en los campos y que son más peligrosos que el puma". 

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