A fines de los años 50 y comienzos de los 60 los equipos de la Liga Mendocina todavía practicaban dos veces por semana: los martes en la parte física y los jueves en la habitual sesión de fútbol donde el entrenador definía la formación titular del sábado o del domingo.
En esa época, más precisamente en la temporada de 1960, se había concretado el regreso como PF del profesor Luis Rodríguez Nievas a Gimnasia y Esgrima, el club donde había iniciado su carrera entre 1949-1953.
Ahora junto a su dilecto amigo el “Lungo” Bernardino Prado quien cumplía la función de DT y con quién constituían la dupla más exitosa del fútbol local, en esos tiempos en que todavía se jugaba por la fidelidad y el amor a la camiseta.
Se recuerda que en una de las primeras jornadas de trabajo de ese nuevo ciclo, justamente un martes a la tarde, había comenzado a llover con intensidad por lo que los jugadores del Lobo sonreían felices y se refregaban las manos en el camarín en la seguridad de que el entrenamiento programado para ese día sería suspendido por el mal tiempo reinante.
El “Polaco” Alfredo Victorino Torres, uno de los referentes del grupo por su ascendencia y fuerte personalidad, fue más lejos aún y cuando “Cacho” Rodríguez ingresó al vestuario se lo hizo saber con estas palabras: “¿Vio cómo está lloviendo, Profe? Así ni locos podemos entrenar por lo que no nos vamos a cambiar y nos vamos todos a casita”.
La respuesta del llamado “Profesor de Profesores”, no se hizo esperar y dejó atónitos a los muchachos del Lobo: “Ustedes no se preocupen y se cambian lo mismo porque afuera hay cinco o seis taxis esperándolos para llevarlos al club de Gimnasia y Esgrima donde vamos a trabajar en el gimnasio cerrado”.
La anécdota muestra de cuerpo entero y es el más fiel retrato de esta célebre personalidad del deporte mendocino, el primero que ordenó una práctica bajo techo en nuestro fútbol. En esos tiempos, todavía bajo la influencia del inolvidable “Negro” Eusebio Crispín Guíñez, pionero de la actividad física en la década del 40, la mayoría de los preparadores sometían a sus respectivos planteles a intensas sesiones de footing, con largos recorridos que debían cumplir sin parar para regresar extenuados, físicamente muertos al punto de partida.
El profesor Rodríguez, luego de un primer viaje a Europa, entre junio y julio de 1961, con el fin de perfeccionar sus conocimientos, fue el gran responsable de los grandes cambios de la preparación física en nuestro medio.
Por ejemplo fue el “inventor” del trabajo de preparación física con pelota y el precursor del entrenamiento en la altura cuando en 1969 llevó a Andes Talleres a hacer la pretemporada en Vallecitos. En esos tiempos se perfeccionó en educación física, gimnasia moderna, entrenamiento individual y colectivo, relajación, fisiología del ejercicio y la higiene en el deporte y la salud.
En aquel viaje inicial a Italia se relacionó con Gigio Carniglia y Helenio Herrera, por entonces dos de los entrenadores de mayor prestigio mundial, vinculados a la Roma y al Inter de Milán, donde recogió enseñanzas que trasmitió a su regreso.
También visitó las concentraciones y campos de entrenamiento del Eitracht, de Frankfurt, en Alemania; del Racing de Paris, en Francia, del Real Madrid y Atlético de Madrid y del Centro de Formación Docente con sede en Berna, Suiza.
En 1978 un segundo viaje lo llevó a recoger experiencia en Inglaterra, Bélgica, Austria, Yugoslavia y Holanda recorrido que completó en 1979 con una visita a San Pablo. En 1980 cerró su tarea de aprendizaje con una extensa gira que abarcó Estados Unidos, Islas Fiji, Nueva Zelanda, Australia, Indonesia, Singapur, Honolulu, Tailandia, Hong Kong y Japón.
A los 93 años de edad (03-04-1920), en su casa de la calle Ituzaingó de la cuarta Sección, donde escribe y reúne material para nuevas publicaciones y donde en más de una oportunidad recibió a este periodista con su educación y cordialidad habitual.
“El Profe” reconoce cuando hace un repaso a su larga y exitosa trayectoria: “Nunca dejé de aprender, siempre quise conocer más y más. Por eso investigué en distintos países de Europa lo que me enriqueció largamente hasta el día de hoy en la faz deportiva y humana. Soy un agradecido de todo lo que vi y aprendí, lo que ahora vuelco con modestia, pasión y mucho amor en distintos escritos que son el fruto de años de trabajo y aprendizaje”.
Esa vena literaria ya cuenta con varias obras de su autoría que ocupan un lugar especial en su moderna y completa biblioteca: “La rehabilitación física del sistema locomotor” (5 tomos) ( 1995), “Manifiesto del deporte en Mendoza” (2004), “Hacia una tercera edad con mejor calidad de vida” (2008), “El deporte comunitario” (2010), “Carta abierta a los familiares, amigos del deporte y colegas” (2010) y “Actividad física, un hábito saludable para toda la vida, una actitud personal y social” (2011).
En el prólogo de sus libros nombra siempre con profundo amor a su esposa Aracelis (fallecida), a sus hijos Arturo, Liliana, Marisol, Francisco, María del Carmen y Pascual: a sus nietos Luis Francisco, Irene, Juan Pablo, Magdalena, José, Araceli, Sara, Enriqueta, Clara, Nahuel, Paula y a su bisnieta Pilar a quienes dedica toda su interesante y valiosa obra.
Los comienzos
Según su propio relato, en la década del 40, cuando era un adolescente joven y fuerte, muy enamorado del deporte, lleno de sueños y ambiciones, fue el primer deportista mendocino que se dedicó a la práctica de la arquería, actividad que al poco tiempo dejó de desarrollarse porque resultaba muy oneroso traer las flechas que provenían de Inglaterra donde se fabricaban.
En 1937 representó al Club de Gimnasia y Esgrima (social de la calle Gutiérrez en el centro de la ciudad) en el campeonato mendocino de pesas que se desarrolló en las instalaciones del Club Mendoza de Regatas, y en esa época también practicó esgrima con tres armas distintas: sable, espada y florete con un nivel aceptable por lo que cuenta con una expresión de infinita nostalgia.
“Hasta participé en combates de lucha greco-romana” agrega sonriente. Completó el ciclo secundario en la escuela de comercio Martín Zapata, donde se recibió de Perito Mercantil Nacional y donde, en un hecho poco común, al comienzo fue alumno y más tarde profesor, regente y vice-director. En 1945 egresó como profesor de Educación Física de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNCuyo con el excelente promedio de 9,45 y más tarde obtuvo el título de Maestro Nacional de Educación Física en el Instituto de Medicina Auxiliar dependiente de la Facultad de Ciencias Médicas.
“El profe” se emociona cuando se toca el tema del más popular de los deportes: “Lo que me dejó el fútbol, con su encanto y su belleza, su pureza y su nobleza, no me lo enseñó la Universidad. Me lo transmitió esa pasión infinita de gritar un gol, aplaudir una jugada y festejar una victoria en cualquier cancha de la vida”.
Su labor como preparador físico se inició en Gimnasia y Esgrima entre 1949-1953 y continuó posteriormente en Huracán Las Heras entre 1954-1957, nuevamente Gimnasia y Esgrima en 1960, 1962 y 1963; Huracán Las Heras en 1961, Deportivo Maipú en 1964 y 1966, Atlético Argentino en 1965, Gimnasia y Esgrima en 1968 y Andes Talleres en 1969.
Bajo su iniciativa y responsabilidad el plantel Azulgrana fue el primero en el fútbol local que realizó su pretemporada en la altura porque se trasladó a la localidad de Vallecitos a los 3.900 metros de altitud. Lo que sirvió de base al equipo campeón de 1971 bautizado por Los Andes como “Los Matadores”, apodo que entonces se hizo muy popular.
También fue el preparador físico del Seleccionado Mendocino de Fútbol en los Campeonatos Argentinos realizados en 1964 en Mar del Plata y en 1968 en Mendoza cuando se disputaba la desaparecida “Copa Adrián Beccar Varela” donde se desempeñó junto a dos grandes maestros como Miguel “Cholo” Converti y Raimundo “Mumo” Orsi.
Por otra parte en 1966, quizás en el éxito más resonante de su extensa y brillante carrera, se hizo cargo de la preparación física de la Selección Argentina de Básquetbol conocida como “Los Cóndores”, que ganó el Campeonato Sudamericano disputado en Mendoza y donde jugaba otro mendocino de lujo como lo es Luis Felipe Armendáriz.
Lo notable es que en muy poco tiempo realizó una gestión admirable porque debió reemplazar en el cargo al profesor Ricardo Kistermacher, quien renunció en los días previos al ser convocado para trabajar en River Plate. Numerosas distinciones avalan su proficua tarea: Orden del Libertador Gral.
Don José de San Martín otorgada por la Legislatura de Mendoza en 1997, Orden del Mérito de la Confederación Argentina de Básquetbol en 1998, Socio Honorario de la Sociedad Argentina de Evaluadores de la Salud desde 2008 y Miembro de Honor de los XXIII Juegos Deportivos Nacionales en 2011.