Luego de la maratónica y tensa sesión que demandó en el Congreso la media sanción de la ley de Presupuesto, el diputado nacional por Cambiemos Luis Petri (41) volvió a Mendoza y a su San Martín natal, una rutina del fin de semana que le permite estar un tiempo en familia y cargar energías.
Petri es el tercero de cuatro hermanos de una familia tradicional de San Martín; milita en el radicalismo desde los 14 años, es abogado y desde 2005 ha sido dos veces legislador provincial y cumple su segundo período como diputado nacional.
En 2011 quiso ser intendente y perdió frente al hasta ahora imbatible Jorge Giménez (PJ) y aunque no descarta volver a intentarlo, dice que "hoy mis esfuerzos están puestos en hacer un aporte desde el Congreso".
Luis Alfonso Petri lleva los nombres de sus abuelos: “Nadie me dice Alfonso, pero ahora por lo menos tiene onda, de pibe era un nombre de viejo”, sonríe.
Como legislador está emparentado con los temas de seguridad: cree en un sistema de penas duras y de cumplimiento completo para los delitos graves y por sus ideas, muchos lo tildan de "mano dura", una definición de la que se hace cargo: "El imputado tiene cientos de derechos y el Estado se olvidó de las víctimas, eso es lo que hemos querido cambiar".
-Fue una sesión dura y complicada la de la aprobación del Presupuesto.
-Sí, muy difícil porque el kirchnerismo le dio una impronta violenta y lo que no pudo obtener en el recinto, lo intentó por la fuerza. Hizo lo mismo que en diciembre, aprovechar una movilización al Congreso para introducir violentos, buscar el caos y a partir de allí pedir la suspensión de la sesión. Tiene métodos de una gravedad institucional enorme.
-Usted lleva años de legislador, primero provincial y ahora nacional ¿Aprendió a negociar con la oposición?
-Cambiemos no tiene mayoría propia y entonces la construcción del consenso es ley por ley. Negociamos cada proyecto y nos abrimos a las opiniones y a la incorporación de ideas. Leyes como la del arrepentido o la de ejecución de pena han requerido participación de la oposición. En algunos casos hay más consenso y en otros, como con el presupuesto, es acotado; generalmente las normas que presentamos son distintas a las que terminan aprobadas.
-¿Cómo ve al Gobierno?
-Sólido. Tuvimos una corrida cambiaria fabulosa y hubo que hacer ajustes en la política económica y monetaria, pero está claro que el contexto interno y externo han sido desfavorables: la sequía más grande de los últimos 50 años sumada a la crisis turca, a la devaluación en Brasil, al éxodo de inversores desde los países emergentes hacia Estados Unidos y a un mundo que decidió no prestarle más a la Argentina si no soluciona su déficit.
-Pero la imagen de Macri es la más baja desde que asumió.
- Nuestro principal problema es que gastamos más de lo que nos entra. Desde 1900 hasta ahora hubo 110 años de déficit. Nos acostumbramos a eso pero tenemos que aprender a vivir con lo que ingresa; la oposición critica pero no explica cómo vivir gastando más de lo que se tiene; las fórmulas de emisión descontrolada y deuda interna demostraron que no sirven.
Vivir con lo que tenemos implica recortes y austeridad, fíjese que en obra pública hay ahorros del 40% y es por la transparencia. Además, este presupuesto contempla a los sectores vulnerables, más del 75% de todos los recursos van a programas y políticas sociales.
-También hubo errores propios y un sector de la UCR quiere ir en 2019 con fórmula propia.
- No comparto esa idea, más allá de que es una discusión para el año que viene. Hoy la gente quiere nuestra atención en cómo salimos de la crisis.
-Petri, algunos lo ven como el más macrista de los radicales ¿Le molesta?
- Me siento parte de este gobierno y lo defiendo, no soy un aliado, es mi gobierno. En 2019 el radicalismo debe apuntar a tener más gobernaciones, a crecer en el interior, en los municipios, en los concejos y a acompañar un segundo período del presidente Macri.
Siento que el Gobierno no puede ser juzgado por cuatro años, es un período de ocho y a partir de entonces, el radicalismo puede tener expectativas e intentar conducir el proceso. Pero primero hay que reconquistar a un electorado que por ahí se desencantó y entendió que los cambios iban a ser más rápidos.