Luis Ortega: “El cine me enseñó todo, para bien y para mal”

El próximo jueves se estrena El Ángel, película que retrata la historia de Carlos Robledo Puch, uno de los peores asesinos seriales.

Luis Ortega: “El cine me enseñó todo, para bien y para mal”
Luis Ortega: “El cine me enseñó todo, para bien y para mal”

Es difícil encontrar en el mundo una familia con tantos artistas como los Ortega. Papá y mamá, Palito y Evangelina, transmitieron ese gen en sus hijos: Martín es productor artístico, Julieta es actriz, Sebastián es productor y guionista, Emanuel es cantante y compositor, Luis es director y guionista y Rosario es cantante. El mundo del espectáculo tiene apellido Ortega para rato.

Luis eligió estar detrás de cámaras y su cine nunca pasó desapercibido, tal vez sea porque también fue el guionista de todos sus largometrajes o porque su obra no deja a nadie indemne. Con sólo 21 años estrenó su primer film "Caja Negra" (2001), y después le siguieron "Monobloc" (2004), "Los Santos Sucios" (2009), "Verano Maldito" (2011), "Dromómanos" (2012) y "Lulú" (2014), todos largometrajes de corte independiente. Ahora, en su séptima película, regresa al séptimo arte con una producción mucho más ambiciosa y una historia potente como pocas (increíble que nadie haya intentado contarla, ya que conmocionó a la sociedad argentina hace más de 45 años).

"El Ángel" viene amagando con convertirse en la película argentina del año, y tiene la chapa de haber pasado por la sección "Un certain regard" del Festival de Cannes. El próximo jueves podrá demostrar todos sus pergaminos y ver si el público la convierte en su favorita o no. Más allá de eso, es uno de los estrenos fuertes del año y tiene con qué. En esta charla, Luis Ortega habla sobre cómo llegó al material, la polémica que puede llegar a generar el film y cómo fue la realización de este largometraje.

-¿Por qué tu vuelta al cine es un policial?

-En realidad, todo esto comienza al conocerlo a Rodolfo Palacios, con quien trabajé también en “Historia de un clan” (2015), ya que él conocía a Arquímedes Puccio. Yo había leído “El ángel negro: La feroz vida de Carlos Robledo Puch”, libro que escribió sobre sus encuentros con él. Y, a partir de ahí entro en conocimiento de que esta sección del diario llamada “policiales” tiene dos tipos de periodistas: el policial y el delincuencial. Dentro del mismo género, el segundo obtiene su información de primera mano de los que quiebran la ley, digamos. El periodista policial le pregunta a la policía. Y las versiones entonces son muy distintas.

Haciendo esa comparación, está el cine en donde la cámara está del lado de la aventura, como puede ser “Bonnie y Clyde” (1967), “Malas tierras” (1973) o incluso “Crónica de un niño solo” (1965). No hay un juicio ahí sobre lo que se está viendo, sino que el que te lleva es el protagonista de la aventura, que está más allá del bien y del mal. En este caso, con una inocencia blindada que puede ser interpretada como una psicopatía o una patología, y quizás desde sus zapatos es de una simpleza alarmante.

-Tal vez en la realidad era más alarmante, ¿no? Las historias de las cosas que hizo son tremendas.

-Bueno, no estuve ahí y ni siquiera conozco al personaje real. Pero debe haber una diferencia radical entre los hechos y la película. Mi intención era aprovechar el magnetismo que genera la imagen de este pibe y eso, para meter en esa bolsa un montón de cuestiones que exceden a Robledo Puch.

Prácticamente estoy seguro de que no estaba dotado de las cualidades que nosotros le dimos al personaje de la película. O sea, los motivos por los cuales merece un largometraje son valores agregados que no se corresponden. Tienen que ver con el arte de hacer ficción, de escribir, de imaginarte cosas que pueden partir de un hecho real, de lo que soñaste ayer o de cómo se suicidó tu tía.

-Mucha gente va a ir a ver el film esperando un relato fiel de los hechos, pero vos elegiste poner el foco en el pibe más que en sus actos...

-Yo no creo que convenga retroceder para defenderse de una visión corta, creo que vale la pena ir para adelante. Si ocurre -como seguramente está ocurriendo o va a ocurrir- que alguien interpreta que hay una oda a la maldad, me parece que es un problema de cada uno. Creo que es la minoría la que va a interpretar eso, porque la pureza está ahí y se ve en la pantalla. ¿Qué intención puedo tener de reivindicar a un tipo que hizo semejantes cosas y que ni siquiera conocí? Es la utilización de un caso real para poder hablar y lograr una expresión lírica, que no tiene un compromiso con la realidad. Lo tiene con su propio lenguaje que es el cine. Te aseguro que Juan Moreira, y la película del mismo nombre es Rodolfo Bebán, es Leonardo Favio.

-Hablando de él, lo homenajeás un poco en este film…

-Digamos que Favio está en mi sangre. Así que no sé si lo homenajeo, le robo o lo cito. Tal vez ya sea parte de mi persona. Perdón, volviendo a lo anterior, es muy evidente que no estamos pronunciándonos a favor de ningún acto violento, sino todo lo contrario. Estamos, en todo caso, creando un personaje casi ejemplar dentro del crimen. Ojalá los criminales fueran así. Es una aventura cinematográfica y no tiene que ser leída como un informe de Ricardo Canaletti. Eso es otro lenguaje, y si lo querés así, podés mirar el noticiario. Tampoco importa si mató a siete, a once o a dieciséis personas, uno ya es demasiado.

-En televisión, con "Historia de un Clan" o "El Marginal", te diste el gusto de "jugar" bastante con lo que contabas. Acá, en el cine, ¿te contuviste, te dijeron algo o pudiste hacer lo que querías? Narrativamente hablando, por supuesto.

-No, la verdad que no. En realidad, lo que decís con respecto a la televisión surge porque en una miniserie son muchas horas y entonces tenés unos berretines en donde, por ejemplo, en la secuencia de títulos le podés meter un sueño al personaje, o fantasear para algún lado. Tenés mucho más tiempo y es otro lenguaje, más caótico. En el caso del cine por ahí no se permite. Tenés sólo un par de horas, y hacer esas cosas te llevan a un lugar del que narrativamente después es difícil volver. Acá quería hacer una película clásica, pero de un contenido distinto; más bien una exploración.

Quería filmarlo de una manera clásica y, sobre todo, tenía en mente que empiece como un film de Enrique Carreras: con el pibe de barrio, las milanesas, la mamá sirviéndole la comida a Carlitos, la noviecita; y que se vaya transformando en otra cosa. Pero me gustaban esas películas que vi de mi viejo de esas épocas que tenían esas cosas. Acá la idea era comenzar así y de a poco ir al lado oscuro de la Luna, digamos.

-Otra cosa a resaltar es la recreación de época, y también la forma de hablar de los personajes. A ninguno de ellos se les escapan frases, palabras o modismos de los últimos años. Muy cuidados los detalles.

-Sí, los cuidamos bastante. De hecho, había muchos “policías de los modismos”. Pasaba uno y te gritaba: “¡No! ¡Eso en esa época no se decía!”. Me hincharon bastante. Incluso después leí libros como “Hormiga negra” o “La muerte del pibe Oscar” que me enriquecieron mucho el lunfardo.

Lamentablemente, cuando estaba escribiendo el guión no tenía tanto de este lenguaje lunfardo, pero quise hablar, y actuar, como en esa época. Si prestan atención, los personajes fuman, caminan, bailan como lo hacían otros; tal vez imitando a James Dean, que es lo que veían.

-¿Es cierto que estuviste como un año trabajando con Lorenzo Ferro? (NdR: interpreta a Carlos Robledo Puch)

-Nos conocimos un año antes. Lorenzo tenía todas las de perder en los casting porque no era conocido, nunca había actuado, no se parecía... Pero siempre tuve la intuición de que era él. Secretamente, nos juntábamos a ensayar y yo lo mandaba después a todos los casting que se hacían para que volviera a probar. Tenía mis fichas puestas ahí. Después, a los seis meses habremos empezado a ensayar seriamente, y cuatro meses antes de filmar ya lo hacíamos todos los días. Sin parar. Lo hacía entrar a mi casa a robar y lo filmaba. Lorenzo es como mi hermano ya, no lo soporto más (risas).

-Lograste un gran trabajo con él. En la película está increíble. Es el alma del filme.

-Sí, él es la película. La verdad es que estoy muy contento con los actores que participan en “El Ángel”, pero lo que pasa es que Carlitos es una manera de existir en el mundo. Entonces, no es que Lorenzo actúa. Con él laburamos mucho esa parte que no es actuar, sino que es “qué pienso yo de la vida”. Ya no es la idea de que tenés que hacer un personaje, sino que sos Carlitos. Ahora no tengo idea de cómo va a dejar de serlo (risas). La verdad es que Lorenzo es brillante. Yo le dije que le iba a arruinar la vida, pero también le dije que se la podía salvar.

-¿Vas a volver a hacer tele?

-Estoy en deuda con el cine. El cine me enseñó todo, para bien y para mal. Me crié viendo películas y saqué todas mis ideas de ahí. Después tuve, obviamente, mis aventuras personales, pero estoy en deuda con lo que el cine me dio. A mí de chico, cuando vivía en Miami, estaba mucho tiempo solo y ver largometrajes era mi mundo. Eso me acompañó hasta que llegué a Tucumán, en donde no había cines, estaba la realidad que se convirtió en el cine. Ahora que todos se pasaron de bando y se van a las series, en agradecimiento y como soldado de ese país que es el Séptimo Arte, tengo que hacer películas.

-Ya que estuviste involucrado en la primera parte, ¿pudiste ver algo de "El Marginal 2"?

-Mirá, no lo vi. Ni siquiera vi lo que hice yo. Hice el comienzo de la primera temporada e iba a hacer también el comienzo de esta segunda parte, pero estaba editando la película y no pude hacerlo. No lo pude ver hasta ahora, pero sé que es una bomba total.

-¿Tenés algún proyecto entonces?

-Me encantaría decirte que ya tengo algo armado, incluso el título y el protagonista elegidos, pero no. Estoy escribiendo cosas que, seguramente, van a ir a parar a un guión. La verdad es que todavía no tengo la historia. Va a ser muy difícil competir con ésta ahora.

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