Luis Fugazza: el carpintero de Benegas

Tiene 83 años y trabaja en su taller de calle Javier Morales desde 1955. Asegura que el trabajo nunca le faltó y que mientras la salud se lo permita, continuará dedicándose al oficio que ama.

Luis Fugazza: el carpintero de Benegas

Con una sola sonrisa, Luis Fugazza (83), deja en claro que es un hombre feliz. Mientras recorre su taller entre máquinas para trabajar la madera y pequeños montículos de aserrín, cuenta cómo logró abrirse camino para dedicarse casi toda la vida a su vocación de carpintero.

Su buen humor hace que el recorrido por el taller que funciona desde 1955 en calle Javier Morales, de Benegas (Godoy Cruz) sea un momento ameno y de aprendizaje. Al ingresar, un aroma a cedro le da al lugar su inconfundible identidad.

El piso de tierra, las paredes de ladrillo y muchas plantas rodean la escena donde Luis pasó (y pasa)  largas horas creando o embelleciendo muebles de toda clase: estanterías, puertas, sillas, celosías y todo lo que exista sobre esta tierra y que él pueda construirlo a fuerza de paciencia, amor y dedicación.

El cartel que lo anuncia es sencillo. “Carpintería Fugazza. Amoblamientos, obras, revestimientos”, se lee en una de las paredes, aunque su cartera de clientes particulares, empresas y bodegas es grande. De hecho, el hombre cuenta conforme que el trabajo nunca le faltó. “He tenido mucho y otras veces menos, pero no me puedo quejar”, sintetiza e invita al recorrido por su “templo”.

Al recordar sus primeros pasos en este noble oficio, Luis cuenta que ni bien egresó del servicio militar, cuando era muy joven, decidió comprar la primera máquina. “A medida que las iba incorporando al taller, las ponía en garantía y así iba comprando las otras”, explica y aclara que todo su saber se fue armando de a poco, entre prueba y error.

Mientras cuenta esto, toma un trozo de madera con los contornos indefinidos y lo pasa por una garlopa. “Esto fue lo primero que compré, después adquirí la sierra, la cepilladora, el tupí y la lijadora, que son los más importantes”, recuerda y con la misma tabla -que poco a poco se vuelve suave y  luce  caprichosas  vetas- ejemplifica para qué es cada una de sus herramientas.

Luis dice que se siente agradecido con el vecindario,  porque en diferentes oportunidades ha tenido que abocarse a su labor en horarios nocturnos. Es que si hay alguien que es querido por todos, es justamente él, “el carpintero de Benegas”, tal como le gusta presentarse.

Dice que lo que más le agrada de la carpintería es la posibilidad de crear y generar algo nuevo, novedoso. Y tanto lo satisface su trabajo, que cuando empieza no termina hasta que lo ve terminado. Tal vez por eso, este hombre es uno de los carpinteros más buscados del Gran Mendoza.

“Esa silla, por ejemplo, ahora falta mandarla a tapizar y hacerle algunos últimos detalles”, señala a la nueva obra de madera tallada en la parte superior del respaldar. “Me la trajeron muy deteriorada, pero ya pudimos mejorarla”, expresa Luis. Muy cerca, otro encargue no menos  importante parece apresado entre prensas. “Esta puerta es de madera maciza; ya casi no se encuentran”, aclara Don Luis.

El plural da la pauta de que  en su labor no está solo. Además de una persona que se dedica exclusivamente al tallado de las piezas, trabajan con él, dos ayudantes que lo acompañan desde hace al menos, 18 años: Domingo Videla (68) y Carlos Tebes (62).

“Como el jugador, pero con 'b' alta”, dice el segundo hombre, en sintonía con el ambiente distendido que han logrado generar para que las horas de trabajo sean también más entretenidas, entre mate y mate.

Luis está contento de todo lo que logró a lo largo de su vida. Para él, no sólo el trabajo es uno de los aspectos más importantes. De hecho, orgulloso, saca a relucir que lleva junto a su esposa 57 años de casado. “Acá les muestro algo más”, dice. Como trepándose a una antigua alacena de los años '50, saca uno de sus tesoros más valiosos, un álbum de fotos que su hija le ha armado como dedicatoria y en el cual se lo ve a él, junto a sus hijos y nietos en familia.

Claro, Luis, en cualquier plano en el que el flash lo descubra, está sonriendo. En otro álbum, más centrado hacia su labor, aparecen imágenes de grandes trabajos que le fueron encargados y entregó hace ya varios años.

Una larga mesa con cómodos sillones a su alrededor,  una silla con arabescos dibujados en la madera patinada, un sillón hecho de maderas reutilizadas, son sólo una parte de sus obras. Dice Luis, de hecho, que hace poco,  derribaron una casa en la que él había construido las celosías. “Me dijo la propietaria que toda la parte que yo había hecho estaba intacta a pesar de los años”, relata orgulloso.

-¿Y la salud lo acompaña Luis?

-“Claro, ni siquiera tengo que tomar remedios; muy cada tanto alguna cosa”, dice el hombre y aclara que si bien ahora pasa al menos ocho horas en su taller, antes lo hacía entre doce y quince horas diarias. De hecho, asegura que mientras pueda seguir con su taller, no piensa jubilarse.

-¿Hasta cuándo va a seguir trabajando?

- “Hasta que las velas no ardan”, contesta una vez más, con una sonrisa de por medio.

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