Luis Cirilo Gil: otro fruto del Mocoroa

Se formó en el Mocoroa y allí forjó su estilo de boxeo refinado junto al maestro Bermúdez. Cirilo Gil fue un gran exponente del pugilato mendocino y por su personalidad ganó mucho respeto.

Luis Cirilo Gil: otro fruto del Mocoroa
Luis Cirilo Gil: otro fruto del Mocoroa

A comienzos de la década del ’50, cuando Luis Cirilo Gil viajaba a Buenos Aires porque se presentaba en el Luna Park, donde debutó el 5 de marzo de 1954 con un triunfo por puntos luego de 12 rounds sobre Oscar Schiavelli, se alojaba habitualmente en el Hotel Lafayette de la calle Reconquista y solía ir a comer a El Recodo, a la altura de Corrientes entre Alem y Madero.

Según evoca Omar Dabín, que compartía aquellos viajes cada vez que don Paco Bermúdez lo presentaba como pugilista, la pregunta surgía espontánea e inevitable, entre la incredulidad y la sorpresa: "¿Qué, el señor es boxeador?".

Así lo presentó, bajo ese llamativo título, el periodista Félix Daniel Frascara –una de las plumas más destacadas de esa época– en una nota que se publicó en la revista El Gráfico. Es que el welter mendocino no tenía una sola marca, ni siquiera un rasguño, fisonomía que mantuvo durante toda su carrera.

Detrás de su sonrisa inconfundible aparecía siempre un rostro limpio, sin huellas ni sombras, con líneas definidas, aun después del obligado retiro por una lesión crónica en el codo del brazo izquierdo.

Como muy bien comenta el doctor Antonio “Chono” Baracat –que durante aquellos tiempos fuera el médico oficial de la Asociación Mendocina de Boxeo y uno de los responsables de encintar los cordones de los guantes de los boxeadores, que en esa época producían pequeñas lastimaduras en el cuerpo de cada contrincante–, Cirilo era muy apuesto y buen mozo, por lo que parecía más un actor de cine que un pugilista y se lo identificaba como "el galán del boxeo".

Agrega que también respondía al apodo poco conocido de "El Apolíneo", por su estilizada figura, estampa y gran elegancia. El doctor Baracat recuerda que Cirilo llegaba al Luna Park bolso en mano como un verdadero Dandy: impecable traje gris con chaleco, camisa blanca y corbata al tono, zapatos negros recién lustrados, cadena de oro con su identificación personal y anillo también de oro puro.

Se vestía como si tuviera que asistir a una reunión social importante, a un cumpleaños o a un casamiento. Sonriente, educado y respetuoso, estas características le daban un toque de distinción a su persona y para nada semejaba que estuviera vinculado al rudo deporte de los puños.

Esta presencia coincidía con su boxeo clásico y depurado, estilista y ortodoxo, propio de algún pugilista europeo de esos tiempos, con la elegancia de un Carpentier o de un Gandolfi Herrero, como lo elogiaba el periodista especializado Ulises Barrera.

Con esa línea de alta técnica, el mendocino fue la llave maestra con que don Paco Bermúdez abrió definitivamente las puertas del mítico escenario de Corrientes y Bouchard, acostumbrado por entonces a los sangrientos enfrentamientos entre el “Mono” José María Gatica y Alfredo Prada, que se pegaban y lastimaban sin piedad.

Cirilo había nacido el 29 de julio de 1931 en la calle Ameghino de la Cuarta Sección, apenas a una cuadra de Estrada y 9 de Julio, donde don Paco había inaugurado en enero de 1944 el Mocoroa Boxing Club el mismo día del terremoto de San Juan.

Ya era bastante grande –tenía 13 años– cuando su mamá lo llevó de una oreja al gimnasio y se lo recomendó al gran maestro con estas palabras: "Se lo traigo porque es usted, señor Bermúdez. Se la pasa en la calle, se pelea a cada rato y tengo miedo de que salga lastimado.

Le pido que le enseñe a boxear porque quiero que aprenda a defenderse". ¡Vaya si aprendió! Como amateur realizó más de 170 peleas, de las que solo perdió dos frente a Juan Villalba y Luis Colman, y resultó campeón mendocino de los pesos pluma, liviano y welter. Además llegó a representar a la Argentina en los Juegos Olímpicos de Londres en 1948, aunque no llegó a combatir porque debió ser operado con toda urgencia de apendicitis.

Como profesional debutó el 19 de enero de 1952 en el viejo Babilonia, que ubicaba en el espacio que hoy ocupa el Correo Central, con un contundente triunfo por KOT sobre Ernesto Tello. Don Carlos Bermejillo, sobrino de Paco Bermúdez, cuenta que como estaba haciendo el servicio militar, esa noche tuvo que volver a dormir al cuartel.

En el campo rentado completó 71 peleas con 66 victorias –24 por KO–, 4 derrotas y 1 empate. Los únicos privilegiados que lograron derrotarlo fueron referentes de una notable jerarquía: Kid Gavilán (1955), Martiniano Pereyra (1956), el cubano Isaac Logart (1958) y Luis Federico Thompson (1959).

El 28 de diciembre de 1955 alcanzó el título de campeón argentino de la división welter al superar por puntos en 15 rounds al rosarino Oscar Pita, el “Chino” como lo llamaba afectuosamente porque ambos habían forjado una amistosa relación desde la época que eran amateurs, corona que perdió el 1° de diciembre de 1956 frente a Martiniano Pereyra por abandono en la segunda vuelta, la noche que Bermúdez se subió al ring y arrojó la toalla por lo que se ganó el mote de "el tirador de toallas", costumbre que repetía cuando alguno de sus pupilos corría el riesgo de ir a la lona.

La recuperó ante el mismo oponente, con quien protagonizó recordados duelos, el 20 de setiembre de 1958 por KOT en el noveno, título que resignó definitivamente contra Luis Federico Thompson el 22 de agosto de 1959, en la que constituyó su última pelea.

También fue campeón sudamericano de la misma categoría desde el 1° de agosto de 1959, cuando venció a Martiniano Pereyra por KOT en el décimo asalto. Al hacer abandono del boxeo el 11 de enero de 1960 ese título quedó vacante.

Omar Dabín, que durante 25 años consecutivos fuera el último presidente del Mocoroa Boxing Club –cerró sus puertas en 1995–, recuerda que Cirilo se había quebrado dos veces el codo de su brazo izquierdo, lo que al final de su campaña le produjo una lesión crónica en el tendón cubital.

A raíz de ello tenía serias dificultades para estirar ese brazo, que no podía utilizar con normalidad, lo que lo obligó –sin resultados– a prolongados tratamientos en sus últimas peleas: infiltraciones, uso de calmantes, remedios médicos y hasta milagrosos productos caseros en busca de un alivio y una solución.

En una de sus últimas visitas a Mendoza, en setiembre de 2000 (se había casado con una salteña que había conocido en Buenos Aires y se había radicado en Salta en 1974) el propio Cirilo le contaba al periodista José Ferrari en una entrevista concedida al diario Los Andes: "En los últimos combates hice un esfuerzo tremendo porque mi brazo izquierdo no daba más. El calmante que me colocaban duraba apenas un par de rounds y reaparecía el dolor cada vez que extendía ese brazo. No podía seguir, no podía dar tanta ventaja, por lo que decidí el retiro. El único que lo sabía era don Paco, que respetó mi decisión".

En Salta el gran Cirilo puso su gimnasio y durante años se dedicó a la enseñanza del boxeo con la experiencia de toda su trayectoria y de lo que había aprendido en el rincón con Bermúdez en distintas peleas de Nicolino Locche y Gustavo Ballas en el Luna Park.

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