No importa dónde se pasen las vacaciones, son sin dudas uno de los momentos más esperados del año, una recompensa necesaria por el esfuerzo realizado. Sin horarios, relajados, disfrutando a pleno de la familia y los amigos o del lugar elegido; el cuerpo y la mente, agradecidos. Pero, como diría Fabiana Cantilo, nada es para siempre. Muchos volverán a su rutina y a su trabajo renovados y con más energía pero otros lo vivirán como un mal trago difícil de pasar: taquicardia, sensación de ahogo, insomnio, dolores, ansiedad, depresión y desinterés, son las sensaciones y experiencias con las que se condimentará el regreso.
"El jueves volví a trabajar y ni bien entré me descompuse, me dio dolor de estómago, náuseas, un malestar físico general y decaimiento que no se me pasaban con nada. Ayer estuve mejor", cuenta Ángeles (34).
Los estudiosos de la psicología hablan de "síndrome de estrés post vacacional", que es el que se presenta al término de las vacaciones y ante la proximidad de insertarse nuevamente en una rutina que se había suspendido. La readaptación implica un trabajo, esfuerzo y desgaste que a más de uno le resulta un verdadero desafío.
"Volver a trabajar y cumplir horarios me estresa. Ya el día anterior siento una especie de tristeza o melancolía por lo que tengo que dejar. Por eso, cuando empiezo con el trabajo, durante unos días más incluyo también las otras actividades, como ver películas o acostarme tarde aunque se me compliquen los horarios o me muera de sueño", relata Héctor (42).
Patricia Gubbay de Hanono, directora de Hémera, un centro de estudios del estrés y la ansiedad, explica en un trabajo elaborado sobre el tema que "aunque no está aceptado como enfermedad en las principales clasificaciones internacionales, se le está dando cada vez mayor importancia". Señala que algunos autores la consideran una situación transitoria que desaparece cuando la persona retoma el proceso de adaptación a la nueva situación. Por ejemplo, volver al trabajo y las rutinas diarias en el caso de los adultos y, en el caso de los niños, volver a la escuela.
Cuando el proceso no se realiza adecuadamente, el individuo experimenta consecuencias psicológicos y fisiológicas que, si se prolongan, pueden llegar a afectar su calidad de vida.
"La causa principal de este síndrome es el cambio en el ritmo diario, la alteración del reloj biológico", dice Gubbay. Durante las vacaciones, los horarios, los hábitos, la rutina cambian significativamente. En principio, acostarse y levantarse se hacen más tarde, cambia la alimentación y la actividad social, por lo que retomar el ritmo habitual implica un cambio brusco para el organismo.
Marcelo (45) asegura que antes de volver siente una especie de asfixia, desinterés por todo, tristeza y ansiedad, por eso "los últimos días (de vacaciones) trato de no pensar; este año me dediqué a cocinar".
Condicionantes
Según las observaciones, quienes tienen entre 25 y 40 años son los más afectados.
La psicóloga Valeria Oliva consideró que la ansiedad antes de comenzar con el trabajo es algo que se ve bastante pero que "influye el estado anímico general. Alguien que está decaído, abúlico o con problemas tendrá más probabilidades de padecer el síndrome. Lo que implique volver a la rutina puede llevarlo a la depresión".
Para una persona que está conforme con su vida hay menos posibilidades. Dependerá de cada uno, del momento de la vida en que se encuentre y de su situación laboral y económica, así como la del entorno. "También tiene que ver con una característica propia de la sociedad que está acostumbrada a que todo vaya cambiando permanentemente y no toleran la rutina", afirmó Oliva.
También se considera que entre 5 y 8% de los niños sufren este síndrome. Los síntomas son tristeza, apatía, decaimiento, falta de concentración e irritabilidad, problemas de insomnio, dolores de cabeza o de estómago.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que el estrés es una reacción normal frente a determinadas circunstancias que permiten una respuesta adecuada y que no es negativa. Sí lo es cuando esta situación se prolonga en el tiempo.
La Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés menciona en un documento que la necesidad de adaptación a nuevas demandas conlleva una serie de cambios o reacciones a nivel corporal, mental y conductual. Estos se caracterizan por la activación, aceleración de funciones o puesta en marcha de nuevos recursos, con el fin de tratar de dar respuesta a estas necesidades. Cuando esta situación se prolonga supone un desgaste de recursos que va a producir malestar físico y psicológico", se sostiene. Puede requerir atención y cambios cuando afecta las actividades normales y básicas, como comer, dormir o sociabilizar.