“Ahora en mi casa, lavando ropa”, dice mientras desempaca su último viaje. No, no mira el tambor del lavarropas y se le figura el mono atrapado en el remolino. Ni siquiera ha usado esa imagen en el filme. ¿Disfrutaste el rodaje, Lucrecia? “Fue como jugar las olimpíadas en un fumadero de opio”, exhala.
Colgar la ropa. Lavar las tazas. Regar las plantas. Hablar con pocos humanos. Acaba de ver con Sebastián Toro “los efectos de video que hay que hacer en Zama”. La cabeza de la mujer está en ese barco. El de la película que se animó a filmar, basada en una obra literaria brillante y -hasta hace poco- periférica. “No, amiga...estás loca”, le avisó una vocecita interna. Pero ella va, en trance.
- Leí que la novela te acompañó río arriba por el Paraná y que te cautivó. ¿Qué fue, en un principio?
- La euforia. Cuando terminé de leer “Zama”, tuve la sensación de que había entendido algo de la vida muy importante. Pero no sabía bien qué era.
Desde esa fecha he estado tratando de averiguar qué fue eso. Hace poco, mientras retomábamos la edición de la película, me di cuenta qué era eso.
Parcialmente. Es un poco difícil ponerlo en palabras, por eso filmé una película. Comprendí algo acerca de la ineficacia de la muerte como final. Y sobre el miedo, único responsable de que se dividan los acontecimientos de la vida en éxitos o fracasos.
- La mayoría de los lectores tiene una fijación con la imagen del cadáver de mono atrapado en el muelle, "por irse y no". ¿Cómo resonó en vos?
- No creo de ninguna manera que esa sea la imagen más relevante del libro, sino la primera que se lee. Es una imagen extraordinaria, pero hay cientos en Zama.
Una imagen que me acuerdo a menudo, es la mano de una mujer, regordeta y blanca, que aparece por la ventana de un carro que se está alejando. Zama piensa que puede ser la mano de una mujer conocida, o quizás no, “nunca sería el visitado del amor?”, piensa.
Ninguna de las dos imágenes está en la película. Sin embargo la mano condicionó mucho la forma de encuadrar y la del mono, la manera de organizar los diálogos.
La lengua cinematográfica
La leyenda cuenta que “Zama” se escribió de un tirón, en una casa vacía, durante unas silenciosas vacaciones. Que el joven periodista, crítico de cine y narrador Antonio Di Benedetto la tecleó en un mes, también en trance.
- ¿En qué radica, para vos, la excepcionalidad estética de Di Benedetto?
- Con las palabras hilvana hechos que la cultura ha separado pero el cuerpo intuye que están relacionados. Nos obliga a ir y volver todo el tiempo por un camino de baldosas que no se repiten.
A los 30 años de la muerte del autor, 40 de su secuestro y 60 de la edición de “Zama”, la obra parece llamarnos desde el pozo del absurdo donde abreva el personaje, ese funcionario anclado en la desidia. Absurdo que alcanzó al autor, secuestrado y torturado durante un año y siete meses por la última dictadura militar.
Según Julio Cortázar, Di Benedetto pertenece a “esos raros y preciosos autores para quienes la imaginación se da, por decirlo así, hacia atrás en el tiempo, como Karen Blixen, como Isaak Dinesen, como para insinuar con el doble nombre esa metempsicosis al revés, esa instalación tan natural y perfecta en un tiempo dejado atrás por la historia y por la literatura”.
- La lengua construida de "Zama", imaginada para contar una historia alevosamente fechada, es coloquial y elíptica, ascética pero alusiva, arcaica pero moderna. ¿Cómo trasladás ese monólogo al cine?
- Eso es lo interesante del encuentro del cine y la literatura. ¿Qué es lo que sucede cuando de un libro se hace una película? Uno inmediatamente piensa en términos de argumento: la película se tratará de lo que le pasa a Zama en la novela. Y no es así. Uno a veces ve un libro como una cosa benigna. Un libro es algo que entraña muchos peligros, sobre todo estos que ha escrito Di Benedetto.
Es como un veneno efervescente que desata una serie de procesos internos, como el de la euforia que ya mencioné. Y la única forma de volver al estado de salud, por llamarlo de alguna manera, es hacer algo con eso: una película por ejemplo.
Por eso a los libros habría que esconderlos en la casa, y que los niños los encuentren de casualidad, como se encuentra una araña envolviendo un bicho en un rincón o una yarará en donde se guardan las botellas vacías.
El barco
La novela de Di Benedetto rompe con todas las expectativas de una supuesta novela “histórica” o “regionalista”. Por eso, se confabula con el cine de Martel para establecer un cruce inédito de esos clichés con formas contemporáneas o por imaginar.
Bastan la invención prodigiosa y el rigor del estilo para hacer de Diego de Zama un trágico destino universal.
- ¿Cómo trabajás el tiempo en tu película?
- La charla que voy a dar en Mendoza es para intentar acercarme a este tema. El tiempo es una materia muy compleja en la narración, en general, y en la narración audiovisual tiene otras particularidades materiales de las que hablaremos.
- ¿Cómo sigue actuando lo rodado en vos? ¿Cómo va el proceso?
- Estamos comenzando a editar el sonido. Un momento muy complejo para esta película especialmente. El proceso de hacer una película te obliga a decidir todo el tiempo sobre cuestiones minúsculas, un zumbido, una palabra que hay que cambiar, una lancha que pasó a lo lejos por el río y que hay que borrar, y así. Ese trabajo es agotador, pero son los momentos donde uno puede descubrir qué es una película realmente.
En el escritorio, los libros de Di Benedetto se tocan con “La mujer perdida”, la novela reciente de Valentina González. En la primera página, su narradora confiesa no entender este mundo e interpela a otra mujer. Le pregunta, “¿qué luchas no se abandonan? ¿de qué barcos vale la pena no bajarse?”. La pregunta se traslada, naturalmente, a Lucrecia.
“Voy a contestar otra pregunta muy parecida a esta. Una lucha que no se abandona, es la búsqueda de sentido. Y el barco en el que hay que tratar de subirse, es en el que van los que saben que esa lucha es absurda, pero vital”, cierra.
Actividades
La guionista y directora Lucrecia Martel llega a Mendoza para dictar un taller, una master class abierta y una asesoría en el marco del lanzamiento del GRABA 01, el Festival de Audiovisuales organizado por Extensión Universitaria de la UNCuyo que se realizará en marzo de 2017. La presentación oficial es el sábado 15 de octubre, a las 19, en el Cine Universidad, con entrada libre y gratuita. Allí,
Además, la reconocida directora salteña (“La Ciénaga”, “La Niña Santa” y “La Mujer Sin Cabeza”) dictará un taller, una master class gratuita y una asesoría de guión. “PHONURGIA” es una master class abierta que versará en torno al sonido, el cine y "Zama", de Antonio Di Benedetto.
La visita de Martel es parte de las actividades artísticas y académicas programadas por la UNCuyo en el año de Antonio Di Benedetto, con motivo de conmemorar los 30 años de su muerte y los 60 de la publicación de su reconocida novela “Zama”.
Las actividades enmarcadas en el lanzamiento del festival se pueden consultar en el sitio web oficial: www.graba.com.ar.