Es el año 1985, en algún pueblito del interior del país. Carmen (Brenda Gandini) y Rosa (Valentina Bassi) son dos mujeres jóvenes, vecinas ellas, que están embarazadas. Sus maridos son Pedro (Luciano Cáceres) y el negro Ramón (André Ramiro), respectivamente, y la casualidad quiso que los dos se apelliden García. Las coincidencias no terminan ahí, ya que las dos mujeres dan a luz el mismo día, y ambas tienen una niña.
El problema surge cuando los García conocen a sus hijas y la sorpresa se hace inocultable. Pedro cree que la beba morochita que reciben de la nursery no se parece a ninguno de ellos y a nadie en la familia, y los gritos enfurecidos del negro Ramón juran que la criatura rubia que le acaban de entregar a su mujer, no les pertenece.
Para ellos el error está a la vista y es muy claro: sus bebés fueron cambiadas en la sala de partos. Las madres dudan y los médicos aseguran una y otra vez que no hay error posible. La confusión persiste. Así comienza la increíble historia de los vecinos García y sus hijas: dos niñas cambiadas el día de su nacimiento… o después.
“No en todos los casos, pero la mayoría de las veces me suelen llamar para largometrajes más densos -dice Luciano Cáceres-, más oscuros, en otro tipo de roles. Si bien no estoy encasillado, son papeles muy distintos los que me tocan, en una tesitura un poco más oscura. Me encantó que Pablo José Meza, el director, haya pensado en mí. Luego también me seducía el hecho de transitar el género de la comedia blanca, que en el esplendor del cine nacional, en la época de oro, era nuestro fuerte. Esta clase de películas no sólo eran un éxito en nuestro país, sino que también cruzaban las fronteras y se veían en toda Latinoamérica. Y hace mucho que no se hace un filme de estas características. Me pareció que estaba bueno poder sumarme".
-¿Qué opinás de Pedro, tu personaje?
-Esa es otra cosa que me encantó. La simpleza que tiene, la bondad, esta faceta que tiene de aceptar lo que le toca, el salir adelante… Otra cosa que me pareció interesante es hablar de la identidad, desde otro lugar.
Este filme lo hace en tono de comedia, catastrófica y accidentalmente. Porque tiene que ver con este doctor que arma todo el problema, ¿no? Eso activa la comedia en el abismo de estas relaciones, que se ve un poco que no saben qué hacer. Y luego aceptan y crían lo que tienen que criar. Y por más que parezca trillado, el amor de verdad es más fuerte.
-Vos ya habías incursionado en comedia, pero no de este estilo.
-Claro, trabajé en “El Amor (Primera Parte)” (2004), “Carne de Neón” (2010), y en televisión en programas como “Graduados” (2012) o “Señores Papis” (2014), entre otras cosas. Pero ninguna de ellas tiene el mismo tono o registro que este filme. Que esté tan marcado el género como ésta no hice ninguna otra obra.
Es otro color y otro material en donde uno puede mostrarse. Además también me interesó mucho el elenco, y cuando los conocí, cuando logré entrar en sintonía con Brenda (Gandini), María (Leal), Valentina (Bassi) y André (Ramiro), que son con los que más me relacioné, todo fluyó perfecto.
Estábamos rodeados de niños, que son los que actúan en el filme, y ellos estaban acompañados por sus madres y padres… Yo iba al rodaje con mi hija también, que aparece unos segundos en la escena del festejo de cumpleaños. La hija del director aparece también. Fue todo muy familiar.
-¿Por qué situarla en el interior y en la década del ochenta?
-Bueno, ahora existe el estudio de ADN y en los ochenta no existía. Quiero decir que hoy en día se resolvería mucho más fácil la duda que se les plantea a los protagonistas. Y el hecho de que la acción se situé en el interior supongo que tendrá que ver con lo de “pueblo chico, infierno grande”.
Todos se conocen, hablan y opinan del otro. En una ciudad grande te importa poco porque todos somos “invisibles” para los demás. El sentido de comunidad en un pueblo chico tiene otra connotación mucho más fuerte. Yo nací en General Rodríguez, que no es el campo, pero ya existen otros códigos.
-La ambientación de la década está muy bien. ¿Te hizo acordar de los años ochenta?
-El mundial de fútbol es lo que más me acuerdo. Tengo muy presente esa década porque tengo muy buena memoria. Me acuerdo incluso el día en que comencé a caminar. El decorado, los muebles, los autos, la ropa, fue un muy lindo viaje en el tiempo. Son cositas y detalles que hay en el filme para contar época que son muy lindas y que el público argentino las va a captar enseguida. Y el que no es de acá, también se va a conectar con la historia.
Me parece que “Las Ineses” va a tener un lindo recorrido por los festivales de cine de América Latina y eso va a estar bueno.
-¿Conocés Mendoza?
-Fui una sola vez, hace muchísimos años, y me encantó. Viajé por turismo e hice todo lo que había que hacer: hacer rafting, ir a las montañas, visitar las acequias, recorrer la ruta del vino, apreciar las mujeres hermosas, y recuerdo también que comí increíble.
Estuve en la capital de la provincia y de ahí me trasladé a algunas zonas específicas. Lo que más me impresionó fue lo limpia que era la ciudad. Tenía sólo 18 años. Debería volver, y siempre estoy por hacerlo con “Pequeño Circo Casero” de los Hermanos Suárez, obra que dirijo. Ojalá se dé porque tengo muchas ganas de ir ahí.
-¿Cuáles son tus futuros proyectos?
-Ya estamos terminando “Los Ricos no Piden Permiso” (2016), queda una o dos semanas como mucho. Estuvimos un año y monedas grabando, que es bastante tiempo para una novela pero fue porque funcionó muy bien y la gente se enganchó con la historia. Estuvo bueno ser el malo, tiene su atractivo. Me convocaron ahora para hacer una película de terror con Daniel de la Vega, llamada “Punto Muerto” (2017), pero todavía no está definido.
Me encanta su trabajo y Julieta, mi compañera en la novela, filmó con él “Ataúd Blanco: El Juego Diabólico” (2016), que estrena ahora en noviembre.
Ella quedó muy entusiasmada con esa experiencia. Ojalá coincidan las agendas porque me encantaría participar.