En los viñedos de Bolgheri, el número de turistas se ha duplicado en los últimos cinco años y es suficiente almorzar en ese rincón bucólico de la Toscana para entender las razones.
"La gente viene en el verano sobre todo por las playas. Ahora nos llegan visitantes todo el año. Es un fenómeno nuevo, que se ha desarrollado gracias a la reputación del vino de Bolgheri", explica el enólogo Riccardo Binda, director del consorcio local de viticultores, mientras disfruta de un tradicional filete florentino cocinado a la plancha.
En la bella tarde soleada de octubre, el restaurante es un hervidero, con comensales que, copa de vino en mano, murmullan satisfechos en inglés, francés, alemán o japonés.
La escena podría ser utilizada por el Ministerio de Cultura y Turismo, que prepara el balance de lo que al parecer será un año récord para el turismo italiano, con un verano marcado por un aumento de 16% de los visitantes.
El sector representa alrededor del 10% del Producto Bruto Interno de Italia y se ha convertido en un importante motor de la economía, que acaba de salir de largos años de estancamiento.
Sin embargo, con 52 millones de visitantes extranjeros en 2016, según la Organización Mundial de Turismo, Italia está muy por detrás de Francia (82 millones) y España (75 millones).
Y el reciente aumento del número de turistas es en gran parte debido a los temores por la amenaza terrorista, que desvía a los viajeros hacia las playas italianas en detrimento de destinos como Túnez, Egipto o Turquía.
Para consolidar el crecimiento del sector, Italia está tratando de alentar llegadas durante todo el año.
Expertos extranjeros fueron contratados para desempolvar algunos de los museos más importantes y bellos del país.
La mítica vía Francígena, la antigua ruta del imperio romano de peregrinaje hacia Roma está siendo restaurada para ciclistas y excursionistas de todo el mundo.
Para el diseñador y empresario Franco Malenotti, todo ello es insuficiente, ya que el país no aprovecha la inmensa herencia que tiene a nivel de comida y vino.
"El turismo gastronómico y enológico es la nueva tendencia" y atrae a una infinidad de personas, reconoció Malenotti.
Italia "no hace nada para promover" ese sector, se lamenta el diseñador, que trabajó en el cine en Hollywood y relanzó la marca de moda Belstaff.
Su último proyecto es crear una especie de ciudad del vino: un complejo de viviendas con un restaurante que incluye también una escuela de sommeliers -la cual abrirá el próximo año-- y un museo dedicado a la historia de los vinos de Bolgheri.
Con más de un millar de vinos disponibles, Malenotti cuenta con visitantes como Susann y Rainer Schmidt, una pareja de alemanes.
"Vinimos a probar el vino y también a aprender algo nuevo", asegura Susann con una copa en la mano tras haber recorrido la colección de etiquetas y hologramos sobre la historia del vino de Bolgheri.
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