A pesar de ser el jugador mendocino que más nacionales disputó (10 en total), en las paredes de la casa de Antonio Segundo Vergara no hay cuadros ni fotos de cuando él jugaba. Raro. Aunque tiene una explicación: todo el tiempo que le dedicó al fútbol se lo quitó a su familia. Antonio recuerda que Gustavo tenía un año y Verónica apenas cuatro cuando estaba en Colón de Santa Fe y tenía que dejar a Lidia, su mujer, sola en el departamento para concentrarse o irse de viaje a jugar los viejos Nacionales para el Sabalero. Lo mismo sucedía cada fin de semana en la Lepra, San Martín, Gimnasia o Alianza Juventud Pringles (San Luis).
"Antonio llegaba a la casa después de jugar y de lo que menos se hablaba era de fútbol. Se sacaba el fútbol de la puerta para adentro", explica Lidia, su mujer. Sin embargo, fue realmente imposible que Gustavo, el único varón de la familia, no se pusiera los botines a pesar de que papá Antonio hiciera casi todo por impedirlo. "Al fútbol lo empecé a mamar desde chiquito cuando mi viejo se juntaba con sus compadres, que eran el "Gringo" Mémoli, el "Ratón" (Giardini) y el "Chueco" Vicino. Los hijos también nos hicimos tan amigos que con el correr de los años, nos convertimos en una familia.
Empecé a jugar en Cementista desde muy pequeño y tenía de técnico al "Chiquito" Torresi. Jugué hasta los 12 años en el Poli y tenía de compañeros al Mariano Torresi, a Facundo Gauna, que también jugó en Godoy Cruz, a Martín Astudillo y a Matías Bernal.
Salíamos campeones siempre. Hasta que un día mi viejo me dijo que no quería que jugara más al fútbol y que estudiara. Luis Torresi nos quería llevar a Godoy Cruz. Y después, como a los 14 o 15 años, mi vieja (Lidia) me llevó a Independiente Rivadavia, ella es fana de la Lepra por mi viejo. En la Lepra estaban el “Gato” Pavone y el “Taca” Chavero y empecé a jugar en las Inferiores. Toda mi vida fui marcador de punta derecho”.
-Heredaste el puesto de tu viejo…
-Sí, a pesar de que nunca lo pude ver jugar. En Independiente llegué a Reserva y tenía tres o cuatro arriba. Mi viejo estaba trabajando de ayudante de campo de Alberto Garro en Godoy Cruz y como jugaban el Rubén y el “Hacha” (Almeida) yo iba todos los sábados y domingos a verlos. Estuve cerca de cuatro años en la Primera de Independiente e integré la lista del plantel que ascendió a la B Nacional con Pablo Comelles el “Turco” García, a quien tuve de compañero y de técnico. Después me fui a Talleres y Maipú, donde estuvimos con los hermanos Torrico, Bernal, Iván Maldonado y Lamota. Después volví a la Lepra, me rompí la rodilla y no jugué más. Además, en esa época ya estaba estudiando la carrera de ciencias económicas.
-¿Quién es el mejor de la familia?
-Antonio Vergara: Han pasado muchos años de lo que viví con mi hijo como jugador de fútbol. Y ahora, después de 15 años, lo estoy viviendo con mi nieto, que recién está empezando. Le estamos enseñando y está aprendiendo porque es un profesional que se cuida mucho. Este chico (apuntando a Juanjo Almeida) está desmostrando que va a ser un gran jugador. Es zurdo y no tiene nada que ver con el juego de Rubén, que era más sacrificio e ida y vuelta.
-Juanjo, ¿sos hincha de Godoy Cruz como tu papá o de la Lepra como tu abuelo?
-Soy hincha de Godoy Cruz. De mi abuelo nunca vi videos de cómo jugaba y de mi viejo una sola vez vi un partido, pero fueron cinco minutos.
-¿Pesa llevar el apellido Almeida en Godoy Cruz?
-Sí, desde chiquito, cuando empecé a jugar en el club.
-¿Y cómo lo tomabas?
-Antes, cuando era más chico lo tomaba como algo malo. Me jodía mucho y a veces en los entrenamientos me ponía a llorar. Cuando crecí, ya no me afectaba tanto y trataba de que me hiciera más fuerte para seguir.
-¿Estudiás?
-A principio de año empecé a estudiar la misma carrera que mi papá, que es corredor inmobiliario, pero me cambié de universidad porque no me gustaba mucho y quizá el próximo año comienzo la misma carrera, pero en otra universidad.
-¿A vos también Gustavo te pesó llevar el apellido Vergara en la Lepra?
-Uuuuhhhh, a mí me mataban. ‘Vos no sos hijo del Cura Vergara, vos sos hijo de Mémoli.
Tu viejo era habilidoso’, me decían. Es más, ‘vos jugás porque sos hijo del Cura. Si no, no jugás’. Cosas así me decían los padres de mis compañeros. Tiraban cosas así para que uno no le sacara el puesto a los hijos. Pero después, uno juega por sus habilidades y por sus ganas.
-Rubén, ¿vos qué le decís a tu hijo? ¿Que estudie o que juegue al fútbol?
-Las dos cosas. Mirá, la verdad que yo pude hacer las dos cosas. Empecé a estudiar Ciencias Económicas y en ese momento no podía hacer las dos cosas, pero antes eran otros tiempos. Igual, era mucha presión y estaba cansado. Hasta que en un momento no andaba bien ni en el fútbol ni en la facultad, entonces mis viejos me agarraron y me dijeron: ‘Hacé una de las dos cosas que nosotros te bancamos’. Aposté al fútbol y gracias a Dios al poquito tiempo me salió la oportunidad de irme a Boca y ahí comenzó mi carrera en el fútbol y me dediqué tiempo completo.
-¿Cómo lo ves a tu hijo? ¿Creés que va a llegar a Primera?
-Naaa, bien. Lo importante es que él lo tome con tranquilidad porque con trabajo y esfuerzo todo llega.
-¿Sos de esos padres que se ponen cerca de las telas y dan indicaciones?
-No, me muerdo la lengua, jaja. Siempre voy con mi viejo y nos ponemos lejos y solos, tratando de que nadie nos diga nada.
-Y vos Cura, ¿le decís algo a tu nieto?
-¡Noooo, ni en pedo!
-¿Y a Gustavo le decías algo?
“¡Ni siquiera iba a verme!”, se anticipa a la jugada Gustavo en tono de reclamo.
-A ver… ¿qué pasó conmigo? –suelta el Cura como buen tiempista para apagar el incendio justo a tiempo- Yo le decía a Gustavo, ‘quiero que juegues, pero también que estudies’. Porque yo hice hasta sexto grado nada más. No tengo estudios y es algo de lo que me arrepiento. Conseguí trabajo porque me conocían, trabajé en la Subsecretaría de Trabajo y también en el diario Los Andes.
Como toda mamá defensora de su hijo, Lidia interviene en la conversación y cuenta: “Como Antonio no quería que Gustavo jugara al fútbol, la que lo llevaba al club era yo.
Me acuerdo que íbamos al Cementista y cuando venía el colectivo salíamos corriendo sin que mi marido se diera cuenta”.
Y Gustavo también recuerda otra anécdota: “A veces me portaba mal y caía el Chiquito Torresi con la mujer en su camioneta y lo convencían a mi viejo para que me dejara ir”. Ni lerdo ni perezoso, el Cura tiene un as bajo la manga: “Gracias a Dios, Gustavo hizo las dos cosas, jugó al fútbol y se recibió de contador público nacional. Aunque hoy tiene su negocio y se dedica a otra cosa”.
Hermes Rubén Almeida retomó sus estudios cuando su carrera como futbolista estaba llegando a su fin. “Comencé a estudiar despachante de aduana y después hice la carrera de martillero y corredor inmobiliario. Hoy tengo mi inmobiliaria en la calle Olascoaga y Suipacha de Ciudad”, cuenta, mientras también divide sus días como dirigente deportivo de Godoy Cruz Antonio Tomba.
-La pregunta del millón: ¿cuándo y cómo se conocieron las familias Vergara-Almeida?
-“En Godoy Cruz, en el ’94 –interrumpe Verónica, la hija mayor del Cura Vergara y esposa de Rubén Almeida-. “Mi papá nunca trajo el fútbol a la casa”, comenta. “Menos mal –agrega Rubén Almeida- porque trajo uno y chau, jeje”. “El tema fue así -explica Verónica-. Tengo una amiga que es futbolera, profe de educación física y a ella le gustaba el Hacha (Almeida). Y me dice: ‘tu viejo está dirigiendo en Godoy Cruz y hay unos hermanos, que se llaman Almeida, y quiero que me presentés uno’. Yo no tenía idea porque no conocía a nadie. Un día fuimos a un cumpleaños cerca de la casa de él, en Buena Nueva. Justo yo estaba con mi amiga y mi papá le dice a Valeria. ¿Querés conocer al Hacha Almeida? Te voy a llevar a conocerlo. Así que fuimos a parar ahí.
Llegamos a la puerta, lo saludamos y seguimos. Y desde ese día Rubén empezó a venir a buscar a mi papá, empezó a venir y bueno... Al final mi amiga salió con el Hacha, salimos los cuatro, yo le hacía pata para que ella saliera con él y al final ellos no salieron más y de ahí empezamos a salir nosotros”.
En la sobremesa de una hermosa noche veraniega en la sexta sección, la charla entre los Vergara-Almeida se va poniendo cada vez más jugosa a medida que se van sumando historias de cuatro generaciones marcadas a fuego por el ruido de pelota.