Maxi Salgado - Editor de Más Deportes - msalgado@losandes.com.ar
“Son las tres y media de la mañana y no me puedo dormir. ¿Qué pienso? Que fui a ver dos partidos de la Primera B de la Liga. Medio tiempo en Beltrán y Guaymallén, y luego un rato Rodeo contra Universidad.
En cada cancha más de 1.200 personas, sólo cuatro policías, familias enteras, mujeres, niños, abuelos con mates y tortitas. Los miraba y qué felicidad se notaba en cada gesto.
Con la radio en el oído escuchando el triunfo de Maipú, y luego el de la Lepra, el gran empate de Gutiérrez... ¿Es tan difícil disfrutar en paz, sin violencia? ¡Qué lindo domingo amigos!”, escribía en su página de Facebook la semana pasada el presidente de la Liga Mendocina, Carlos Suraci.
Justo en la semana que los barrabravas, esos hinchas que se sienten más importantes que el espectáculo en sí, esos hombres a los que el personaje se los ha devorado, hicieron tambalear la disputa del Superclásico argentino.
Como contraposición de lo que se vive en Mendoza y que pone tan contento al mandamás de nuestro fútbol, el presidente de Boca, Daniel Angelici, se quejó de la falta de respaldo del Estado a la hora de luchar contra los violentos y adelantó su postura para intentar controlarlos.
“Como no va a salir una ley para erradicarlos yo estoy dispuesto a blanquearlos. Vamos a hacer un blanqueo, hablamos de una barra, están todos identificados, están en un sector de la cancha”, dijo Angelici, a quien la Justicia lo obligó a levantar el derecho de admisión de Mauro Martín (jefe de La Doce) y a Rafael Di Zeo dos de los personajes más nefastos que tiene el ambiente del fútbol.
“Si cometen un acto de violencia dentro del estadio no tengo problema de volver a ponerlos en el derecho de admisión, o llevarlo al Tribunal de Disciplina para suspenderlo o expulsarlo”, aseguraba el presidente xeneize.
El juez en lo civil José Luis Bournissen, quien dispuso que Boca dé marcha atrás con las medidas, aclaró que no es su competencia resolver el tema del derecho de admisión y remarcó que debe ser el Estado el que se ocupe. Por el mismo lado van los clubes, que no quieren y no deben pagar solos el costo de eso.
La realidad es que estos delincuentes deberían estar presos, pero la ley que tipifica al barrabrava como un delito duerme en el Senado de la Nación.
Simplemente porque no hay voluntad política de poner un freno a todo esto.
Igual, no sólo en Boca las cosas están complicadas. En River, un barra arrepentido acusó al vicepresidente Matías Patanian de promover una asociación con cuatro o cinco Borrachos del Tablón para “legislar” todo lo referente a la hinchada, dinero y financiamiento.
Entramos entonces en un laberinto que no tiene salida. Es que nadie puede ignorar que hay una connivencia entre el poder político y los barras, que suelen ser usados como punteros en cada acto político y si tenemos en cuenta que estamos transitando un año electoral, la situación se potencia sobremanera.
La influencia de los sectores más violentos de las hinchadas es vasta y no sólo se remite a lo que ocurre dentro de los estadios, donde lucen sus “trapos” (banderas). Fuera de las tribunas también tienen voz.
Los muchachos controlan el estacionamiento, la venta de comidas, de camisetas y la reventa de tickets y no es casualidad que en esta semana la Cámara de Apelaciones apartara al juez Manuel de Campos de la investigación de varias causas que involucran a La Doce, la “barra” boquense, entre ellas una por supuesta asociación ilícita.
Con eso la Justicia no tendrá tiempo de armar los operativos que ordenaba De Campos para limitar el negocio de alquiler de carnets.
Recién habrá que esperar al menos tres semanas para que un nuevo juez tome todas las causas, cuando los superclásicos hayan pasado y ya nadie ponga el ojo en los cabecillas de la barrabrava.
Todos hablan, todos esgrimen recetas, pero la realidad es el mensaje que le llega a la sociedad. Nada se quiere hacer y todos viven del negocio multimillonario que se genera en los jugadores, pero se “disfruta” desde el estadio para afuera.
Gracias a Dios, y volviendo a la sensaciones de las que hablaba Carlos Suraci, Mendoza todavía está lejos de que esas mafias se terminen apoderando del deporte. Ojalá, más allá de algunas escaramuzas que se dan de vez en cuando, sigamos por el mismo camino.