Luis Peña mira preocupado en dirección a las montañas. "Hace frío ahí arriba", dice el joven venezolano, mientras se abriga aún más. Lleva dos días caminando con sus amigos desde la tropical ciudad colombiana de Cúcuta, en la frontera con Venezuela, hacia el sur. Ahora deben atravesar el frío páramo.
"Queremos ir a Ecuador para ganar dinero y mandarles algo a nuestras familias", cuenta Peña, padre de dos hijos. "En Venezuela no es vida, no vemos futuro", agrega.
Miles de venezolanos abandonan su país cada día. Los que tienen dinero compran un pasaje de ómnibus en el fronterizo Puente Internacional Simón Bolívar de Cúcuta para dirigirse a Bogotá o directamente hasta la frontera con Ecuador. Este país, precisamente, recibirá mañana y el martes una cumbre internacional sobre el éxodo venezolano.
Los que no lo tienen plata, deben caminar. Arrastrando valijas, bolsos deportivos y mochilas, los venezolanos marchan por las rutas. Dejan atrás el hambre y una aguda crisis política. Confían en encontrar una vida mejor en el extranjero.
Venezuela, cuyo Gobierno se declara "bolivariano y socialista", está sumida en una grave crisis económica y para este año el Fondo Monetario Internacional (FMI) calcula una inflación de 1.000.000% . La economía podría caer incluso un 18%. El país es rico en petróleo pero debido a la falta de divisas apenas puede importar medicamentos, alimentos o productos de uso cotidiano.
“La última vez que comí pollo fue en diciembre. Desde ahí sólo arroz y lentejas. Y tampoco alcanza”, dice Peña. “No puedes protestar, porque tú protestas y te vas preso”, añade.
El presidente venezolano, Nicolás Maduro, impulsó la creación de una Asamblea Nacional Constituyente, que tras ser aprobada en las urnas despojó de poder a la Asamblea Nacional (Parlamento) elegida en comicios parlamentarios y controlada por la oposición.
Los denominados “colectivos”, grupos armados que dicen defender la revolución bolivariana, atemorizan a la población en las zonas rurales.
“En Venezuela no veo futuro para nosotros y nuestros hijos”, dice César Fuentes. “En los bancos no hay billetes, en los hospitales no tienen medicamentos”.
Este venezolano de 42 años trabajaba como carnicero en Maracay, pero hace tiempo que no hay carne en Venezuela. Está desde hace un mes en el albergue de migrantes de la red de misioneros Scalabrini de Cúcuta. Allí espera hasta que consiga documentación para poder seguir viajando con su familia. Su mujer tiene una tía en Quito y quieren ir allí.
Muchos otros están en la misma situación. La mayoría de los venezolanos no tiene pasaporte: por el trámite oficial pueden tardar un año en obtenerlo, y por vías extraoficiales puede costar entre 200 y 2.000 dólares (con un salario mínimo de 30 dólares).
Hasta junio se registraron en Colombia medio millón de venezolanos, a los que las autoridades colombianas dieron un permiso de residencia para dos años. Con él pueden buscar trabajo, recibir tratamiento médico y escolarizar a sus hijos. Pero esa política ha quedado ahora paralizada.
Y la incertidumbre reina desde que Ecuador y Perú anunciaron que sólo dejarán entrar a venezolanos con pasaportes vigentes, si bien en Ecuador esa medida fue congelada por la Justicia.
Los expertos hablan de la mayor crisis de refugiados en la historia de América Latina. Al menos 2,3 millones de venezolanos dejaron su país, según cifras de Naciones Unidas, y más de 800.000 se asentaron en Colombia. El presidente colombiano, Iván Duque, quiere seguir aceptando migrantes, pero pide apoyo internacional para poder abastecerlos.
Por ahora muchos venezolanos están varados en Cúcuta. Allí venden dulces en la calle, limpian los parabrisas de los coches en los semáforos y trabajan como jornaleros.
“Muchas mujeres tienen que prostituirse por necesidad”, cuenta Willington Muñoz, del albergue de migrantes de Cúcuta. O venden su pelo para hacer pelucas o extensiones. “Se compra cabello, se compra cabello”, es lo primero que escuchan los venezolanos cuando cruzan la frontera a Colombia.
Los años de mala alimentación han dejado huellas en muchos de ellos. “Muchos sufren de malnutrición y diarrea”, apunta la médica Julieth Riaño, que atiende a los pacientes en un consultorio improvisado junto al comedor de la diócesis. Especial cuidado hay que tener con los niños. “Primero les damos leche para estimular el apetito, porque ya no están acostumbrados a grandes cantidades de comida sólida”.
Ola de refugiados, la mayor en la historia de América Latina
Alrededor de 2,3 millones de venezolanos (7,5% de la población de 30,6 millones) vive en el exterior, de los cuales 1,6 millones han emigrado desde 2015, cuando recrudeció la situación económica.
El 90% se ha quedado en América Latina, según cifras del Alto Comisionado para los Refugiados de la ONU (Acnur) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
Principal destino de la diáspora venezolana, Colombia ha recibido casi un millón de personas y regularizado temporalmente a unos 820.000. Para ingresar a su territorio, los venezolanos necesitan cédula si es que van de paso hacia otros países o pasaporte vigente si quieren tramitar su estadía.
Antes de que estallara la crisis económica en Venezuela, el país con mayores reservas petroleras en el mundo minado por la escasez y la hiperinflación, los venezolanos podían moverse por varios países apenas con su cédula.
Todavía Bolivia les permite el ingreso con este documento y una estancia de 90 días en condición de turistas. Desde 2014 ha recibido a unos 25.600 venezolanos y la cifra va en aumento.
Amparados en las políticas del bloque del Mercosur -que suspendió a Venezuela como socio-, Argentina y Uruguay también les facilitan el ingreso con cédula, aunque quienes lleguen en avión deben portar pasaporte.
En 2015, 1.100 venezolanos tramitaron su residencia legal en Uruguay y la cifra está aumentando a un ritmo de 20% anual. En Argentina están radicados 95.000 (30.000 pendientes de regularización).
Brasil, que decidió desplegar tropas para reforzar la seguridad en el estado de Roraima, punto de entrada por tierra de miles de venezolanos, también los deja ingresar con cédula.
Sin embargo, el gobierno estudia imponer límites a la migración ante episodios de violencia y xenofobia. Desde 2017 habían llegado 110.000 venezolanos, según cifras con corte a mayo.
En el primer semestre de 2018 ingresaron a Chile 124.501 venezolanos frente a 177.347 en todo 2017.