A pesar de que la mayoría de los mendocinos quizás lo desconoce, en el pasado no tan lejano, habitaron “tigres” o yaguaretés en la región.
El tigre criollo o yaguareté como lo llamaban los guaraníes, habitaba desde el sur de los Estados Unidos, hasta algunos sectores de la Patagonia argentina.
Tristemente en la actualidad en nuestro país, únicamente sobrevive en algunas pequeñas regiones del Norte, a pesar de que en el pasado habitó inclusive provincias como Río Negro, La Pampa, Neuquén y Mendoza.
También denominado “jaguar” (Panthera onca, es su nombre científico), hasta el siglo XX estuvo presente en Mendoza; registros del zoólogo Virgilio Roig lo demuestran.
Esta especie es el mayor felino de América y el tercero más grande del mundo, después del león africano y el tigre asiático. Muy venerado por muchas culturas precolombinas, recién durante 2001 fue declarado Monumento Natural Nacional por su importancia ecológica y cultural. Ello implica que el Estado nacional -mediante los organismos correspondientes- debe implementar un plan para asegurar su supervivencia.
Durante la primera fundación de Buenos Aires en 1536, según documentos del expedicionario Ruy Díaz de Guzmán, existía una plaga de tigres en las inmediaciones del fuerte Sancti Spiritus, que habían matado y comido a algunos desdichados. Los felinos cazaban a los hambreados habitantes que salían de la fortificación y al parecer, las probabilidades de un ataque eran tan elevadas, que los desgraciados condenados por algún delito “grave”, eran castigados a ser atados en las afueras del fuerte para ser devorados durante la noche.
Según Sarmiento, a Facundo Quiroga, el “Tigre de los Llanos”, se lo llamó así por una ocasión en que el caudillo huía de la justicia a pie, en la provincia de San Luis. Según cuenta el relato, durante varias leguas lo persiguió pacientemente un tigre “cebado”, conocido en la zona por haber devorado a ocho desgraciados. Quiroga conociendo la fama del felino, decidió subir al único algarrobo que había, al cual el tigre a pesar de ser un gran trepador, no pudo subir por lo fino de su tronco. Luego de varios intentos por parte del felino de alcanzar y devorar a Facundo, el caudillo fue salvado por sus hombres que lo habían rastreado, y dan muerte a la fiera con lazos y cuchillos.
Esta majestuosa especie fue perseguida por los daños que producía en el ganado, y por tener la reputación de comer humanos. Su llamativo pelaje, cargado de inconfundible fama, también fue una de las causas por lo cual se lo cazó excesivamente; su piel era exportada a Estados Unidos y Europa.
En varias regiones existían los “tigreros”, personajes que acompañados de perros y armados con cuchillo, lazo, y boleadoras, daban muerte al imponente animal, oficio que a pesar de su extrema peligrosidad, era bastante normalizado en la época, y se suponía que cualquiera que se considerase gaucho, tendría la baquía y el coraje para realizar la tarea. Sarmiento también describe de qué forma los valientes gauchos paraban la embestida de un tigre: “recibidolo con el puñal en una mano y el poncho envuelto en la otra, para meterle en la boca, mientras le traspasa el corazón y lo deja tendido”.
En el sur provincial, existen algunos nombres de lugares que también sugieren la existencia de la especie en la provincia, como arroyo El Tigre en San Rafael, o Pampa del Tigre, en General Alvear.
Si bien en la Argentina no existe un censo exacto que establezca la cantidad de ejemplares existentes, algunos calculan que sólo viven 250, en el norte del país. El Nawel o Nahuel, como lo llamaron los mapuches, ha motivado diferentes acciones de ONGs, como la Red Yaguareté, que buscan preservar su hábitat y en algunos casos fomentan un aprovechamiento ecoturístico (basados por ejemplo en proyectos del Pantanal brasileño). Pero todo ello no es suficiente sin políticas de Estado que eviten los desmedidos desmontes que no sólo afectan a animales y bosques, sino muchas comunidades indígenas y campesinas desplazadas.
De los relatos orales, recurrentemente contados en la zona, solo sobrevivió el de Montenegro, “el hombre que peleó con un tigre”. A comienzos del siglo XX, cuenta que ante reiterados daños al ganado por lo que creían era un “puma de gran tamaño” en la zona de San Pedro del Atuel, Montenegro con ayuda de algunos vecinos y perros, decidieron perseguir al responsable. Después de rastrear al animal por algunos kilómetros, se encontraron sorprendidos frente a un enojado tigre, al cual enlazaron y tironearon para inmovilizarlo, mientras el felino era acosado por la jauría de perros. Cuando el más valiente de los hombres, se arrimó a la fiera para darle la puñalada final, en una mala pasada del destino, los lazos se cortaron y el tigre saltó sobre Montenegro. Luego de una lucha cuerpo a cuerpo, garras y dientes contra cuchillo, los combatientes se separaron con graves heridas ambos. De la suerte del felino no se tienen certezas, ya que de las pocas fuentes que recuerdan el hecho, algunas sostienen que escapó, otras que fue muerto. Con respecto a Montenegro, vivió para ser reconocido por su valentía.
Otro registro fue el tigre cazado en 1895, en la zona de Sierra Pintada, San Rafael, según publica el antropólogo Lehmann-Nitsche, aunque el investigador no cita fuentes. En esta zona existe un arroyo, antes mencionado, llamado El Tigre. Es interesante también mencionar que en la zona existen algunos sitios con arte rupestre, en donde están representadas grandes huellas de felinos.
El otro hecho, casi cinematográfico, registrado, y quizás el último de los perseguidos felinos en tierras mendocinas, sucedió también en el departamento de San Rafael, en 1902, y se publicó en el diario “El Debate” el 26 de abril de dicho año. La noticia “Por cazar un tigre” relata que los vecinos de Rama Caída y Atuel, luego de seguir los rastros de un tigre “lograron alcanzarlo y uno de los jinetes llamado Juan Muñoz, lo enlazó, pero con tan mala suerte, que el animal enfurecido, volviéndose sobre el lazo, se lanzó hacia el jinete, a quien derribó en tierra, sentándose sobre él. Felizmente los perros que los auxiliaban en tan peligrosa caza, continuaron hostigándolo, y el tigre se vio obligado a detenerse contra sus numerosos enemigos, momentos que aprovecho el infortunado jinete para escapar del peligro que le amenazaba. Según se nos informa, el que hubo de ser víctima, no recibió ninguna herida de consideración, las que pudieron ser graves, en vista del poco cariñoso abrazo que la fiera le dio para derribarlo”.
El yaguareté ha desaparecido de Mendoza y actualmente se encuentra en altísimo riesgo de desaparecer del territorio argentino, ya que sus terrenos de caza y reproducción están siendo acorralados por los desmontes para agricultura, ganadería y la construcción de rutas.
La poderosa bestia tan temida y demonizada en el pasado, en el presente es una víctima del “desarrollo”. Intentamos con esta nota que el tigre no se desvanezca de nuestra memoria.