Unos pocos líderes se destacan por sostener, bajo fuertes presiones internas e internacionales, al conjunto de ideas que definen a una sociedad abierta y que genéricamente llamamos Occidente: democracia liberal, laicismo, estado de derecho, economía de mercado, multiculturalismo, etc.
Hablamos de Emmanuel Macron, Justin Trudeau y Angela Merkel (los tres en la imagen, la alemana de espalda). Lo que caracteriza a nuestros personajes - aún con sus diferencias políticas y biográficas -, es el particular liderazgo con que sostienen aquellas ideas.
En general, desde el parlamentarismo y el presidencialismo, buscan las soluciones a través del diálogo, el consenso y la transversalidad, y pueden recurrir a soluciones por “izquierda” o “derecha” según las circunstancias. Evitan etiquetarse, pero se los ubica en el “centro político” (socio-liberales; liberales progresistas, etc). No es con el dogma sino con el pragmatismo que afrontan la complejidad de sus sociedades.
Otros, como Donald Trump y Boris Johnson conducen también sociedades abiertas, pero no presentan las facetas que ponderamos en aquellos.
Son una minoría, en un mundo donde predominan el nacionalismo, el populismo, el fundamentalismo, mesianismo, la xenofobia, etc. Sí, parecen algo soft, son palomas entre halcones; pero toman decisiones y compromisos claros y firmes.
Pero su importancia radica, por sobre la imagen que irradian, en los países que dirigen. En gran medida, de su liderazgo, depende el futuro de la Unión Europea, la Alianza Noratlántica y el sistema multilateral de comercio y de gobernanza mundial.
Demás está decir que el eje franco-alemán es la baza del “proyecto europeo” en estos tiempos de Brexit y euroescepticismo. Pero también, el presidente francés ha sido la voz más sonora en el llamado de reforma de la OTAN y su reorientación a las amenazas del siglo XXI.
La habilidad del premier canadiense permitió incorporar al acuerdo comercial con EE.UU y México (T-MEC), clausulas medioambientales, laborales, de propiedad intelectual, etc. Asimismo, Canadá es una activa partícipe en el sistema de la OEA y en la defensa de los DD.HH. en el continente. Condenan firmemente el terrorismo, pero no acompañan ciegamente a los EE.UU en sus intervenciones militares internacionales. Son aliados críticos de Washington. También saben de geopolítica, como Alemania y sus vínculos con Moscú en cuestiones energéticas, para disgusto de Washington y no obstante los reproches de Berlín y París a la intervención rusa en Ucrania; o los movimientos comerciales realizados entre las rendijas de la guerra arancelaria EE.UU- China.
Pero no es claro como perciben a China, si como una “amenaza” o una oportunidad para hacer negocios.-
La protección del medio ambiente y la cuestión social los moviliza. Son parte del acuerdo de París y buscan preservar bienes públicos globales, como el Amazonas. Tuvieron activa participación en la crisis de los refugiados sirios (incluso Canadá recibió refugiados). Se esfuerzan por evitar, por mecanismos multilaterales, la proliferación nuclear como en el caso de Irán.
En síntesis, su idea del mundo se sostiene en tres pilares: instituciones (ONU, OTAN, etc); libre comercio con reglas (OMC) y multilateralismo (G-20).
Pero no están exentos de contradicciones, principalmente en sus programas de gobierno. Así Merkel es firme defensora de la ortodoxia fiscal en su país y en la EU; Macron quiere movilizar una poderosa economía francesa – burocratizada y dominada por monopolios - y choca con el sector del trabajo, etc. En general entienden que el estímulo estatal a la economía no es incompatible con metas de equilibrio fiscal.
En síntesis, nuestra “tríada” de líderes occidentales, sostiene una idea de sociedad y del mundo, fuertemente asediada y cuestionada por doquier, por medio de un liderazgo adornado de ciertos atributos personales, pero sostenido en el poderío de sus países, recurriendo a soluciones pragmáticas y consensuadas en general, y en ocasiones al ejercicio del poder.