El Papa acaba de cumplir seis años de pontificado. Un período intenso por la gran cantidad de desafíos que el argentino Bergoglio se trazó. Francisco, el primer papa latinoamericano y jesuita de la Iglesia Católica, le dio a su conducción una impronta marcada por las fuertes innovaciones en el seno eclesial y el claro regreso a la esencia del Evangelio, aspecto muy destacado por los más exigentes observadores del quehacer religioso.
En ese sentido, sobresalió desde el inicio la atención puesta en los sectores más pobres, en una línea de conducta que ya venía siendo característica en él como jefe de la Iglesia argentina.
El diálogo interreligioso, que ya venía promoviendo en la Argentina, forma parte de otros de los esfuerzos del Papa Francisco en su búsqueda de caminos que conduzcan a la paz entre los pueblos.
Su interés por la política le permitió éxitos muy evidentes, como el apoyo a la paz en Colombia, o el acercamiento diplomático entre Estados Unidos y Cuba. En este país obtuvo avances en cuanto a la libertad religiosa que el régimen castrista nunca permitió.
Muchos observadores coinciden en señalar que Francisco fue adquiriendo con los años, como pontífice, expresiones de alegría y cercanía que no se advertían en él antes de su elección, ni en sus frecuentes llegadas a Roma cuando era cardenal argentino.
Incluso, religiosos de nuestro país ratifican esa percepción: sigue siendo Bergoglio en cuanto a su prédica evangélica y cercanía con los desposeídos, pero su rostro transmite más entusiasmo que antes. Aunque no exento de preocupación.
Posiblemente ello obedezca al tremendo desafío de conducir a una inmensa comunidad cristiana apurada por desafíos cada vez más difíciles en cuanto al mantenimiento de la fe pero también abrumada por el escándalo que produce saber, cada vez con más frecuencia, que los abusos sexuales, entre otras bajezas, fueron moneda corriente durante largo tiempo entre integrantes de los distintos niveles de la Iglesia en gran parte del mundo.
Sólo resta que decida visitar su país, la Argentina, a la que, curiosamente, aún no viajó desde que asumió; cuenta pendiente que genera todo tipo de especulaciones desde el punto de vista político. Por eso es de desear que el día que decida tocar suelo argentino, el Papa despeje toda duda sobre su supuesta orientación político-ideológica y llegue con el fin de unir a los argentinos, simplemente.
En síntesis, el Papa argentino ha contribuido con su impronta a la lucha por la paz mundial con éxitos y fracasos, siempre intentándolo, aunque no estaría de más una posición de mayor firmeza con respecto a la barbarie de Maduro en Venezuela. Su gran tarea pendiente es ser inflexible con los delitos sexuales cometidos por décadas por miembros de la Iglesia y con los que mantuvieron un silencio cómplice.
Su intención parece ser auspiciosa pero las resistencias enormes. Es allí donde se juega su destino grande: el modo en que su Papado pase a la historia