A 25 años del atentado a la AMIA, una investigación del periodista de Clarín Nicolás Wiñazki basado en informes confidenciales de Inteligencia permitió reconstruir la trama secreta de los implicados en los ataques a la embajada de Israel (marzo de 1992) y a la mutual judía.
La historia se remonta a 1992, cuando el libanés Hussein Ibrahim Mohammad Suleman Abus Abas (31), integrante de la organización Hezbollah, ingresó a la Argentina desde Brasil, por una frontera legal, haciennbo migraciones y pasando por una aduana oficial, en tiempos en que los controles distaban bastante de la rigurosidad actual.
Suleman escondió explosivos en una valija marca Samsonite color negro. Claro que ocultos entre paquetes de chocolates, shampoos y galletitas. Se calcula que transportó cinco kilos de TNT y también C-4.
El Parque Centenario de Buenos Aires estaba destinado a funcionar como resguardo de sus elementos químicos que se usan para hacer bombas, por lo que visitó el lugar tres veces. En la segunda ocasión, Suleman enterró algo de TNT y C-4 en una zona cercana al lago artificial a la que debió volver para sacar una foto. Con esa guía visual, quien habría retirado los detonadores de ese escondite fue otro miembro de la "yihad islámica" de Hezbollah, el terrorista conocido como Samuel El Reda.
En tanto, el experto en explosivos y también "cuadro" de Hezbollah, Malek Obeid, usó el equipaje de Suleman para armar dos bombas con materiales diferentes pero mismos detonadores, y en meses diferentes. Una de esas bombas la cargó en una Ford F-100 aquel 17 de marzo de 1992.
El suicida Muhamad Al-Din Nur Al-Din manejó la camioneta hasta la vereda de la calle Arroyo en donde estaba la sede diplomática de Israel. En el ataque, acontecido a las 14.47, fallecieron 29 personas y más de 300 resultaron heridas.
La investigación la instruye todavía la propia Corte Suprema de la Nación por tratarse de un atentado ocurrido en territorio diplomático, bajo jurisdicción de otro país.
Como nadie sospechaba de los implicados, pudieron salir e ingresar al país posteriormente: Obeid, su discípulo Alí Nejam Aldin, El Reda y su hermano Samuel también retornaron a Argentina.
En julio de 1994, con los químicos que sobraron de la Samsonite y del desentierro del Parque Centenario, Maluk Obeid cargó la parte trasera de una Traffic blanca sin ventanas con 400 kilos de un explosivo conocido como Amodal.
Un día después de la victoria de Brasil en la final del Mundial de Estados Unidos, el joven Ibrahim Berro, hermano de otros "mártires" de Hezbollah, encendió la Traffic estacionada en el garage llamado Jet Parking, cercano a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA). Frente al edificio de Pasteur 633, su objetivo, dobló el volante y vio la entrada del edificio. Antes de chocarla detonó todo.
La AMIA cayó en segundos y se deshizo en un millón de escombros. Los edificios de los costados y los de la vereda de enfrente se dañaron gravemente. Hubo objetos muy grandes y muy pesados que volaron cien metros o más para arriba o para un costado. El saldo fue fatal: 85 muertos.
Un perito dejó asentado en el expediente del caso que la densidad de las paredes de esos departamentos y oficinas del barrio del Once hicieron explotar con mayor daño los 400 kilos de Amonal fabricado por Malek, todo sumado al TNT y al C-4, que había escondido Suleman en Parque Centenario.
Clarín reconstruyó parte de la esta historia en base no solo a entrevistas con algunos de los protagonistas de la investigación. También las diferentes versiones que existen el atentado a la AMIA y al de la Embajada de Israel. A la lectura de parte del expediente sobre este atentado contra la AMIA, Además, las fuentes, que investigaron el caso en el terreno, se basaron también en la lectura y reunión de información que durante más de dos décadas recogieron y analizaron las agencias de Seguridad e inteligencia de potencias de Occidente.
El diario porteño, además, chequeó o agregó detalles de la trama gracias al aporte que hicieron tres importantes ex jefes de los espías que trabajaron en el servicio de Inteligencia de la Argentina durante la investigación "inicial" de los dos atentados.
Otras fuentes son públicas: el expediente inabarcable de AMIA, dictámenes de sus fiscales, sobre todo de Alberto Nisman. O testimonios de ex jefes de la ex SIDE ante el tribunal oral que juzgó el posible encubrimiento en los juzgados federales.
Lo que se leyó y leerá, a pesar del esfuerzo periodístico, y debido que parte de lo redactado proviene de organismos de espionaje internacionales, es de judicialización compleja.
De acuerdo con Wiñazki, las fuentes son serias: son agencias de países desarrollados que no suelen fallar en casos así. Quienes trabajaron el tema responden a países que ayudaron a la Argentina a intentar llegar a verdad.
Clarín viajó además a un país europeo para entrevistarse con confidencialidad con expertos en el caso AMIA y Embajada.
Esos agentes, cuya identidad y nacionalidad se mantendrán en el anonimato, hablan de las dos detonaciones en Buenos Aires como si hubiera sido una. Actuaron las mismas personas.
Las bombas eran diferentes pero fabricadas por la misma persona. Y el sistema y los mecanismos para trabajar en el terreno o controlar desde el Líbano o en las calles de Buenos Aires también se repiten en cada caso.
Y en otros que se replicaron con éxito porque fueron atentados de Hezbollah que no pudieron evitarse, o decenas más que sí tuvieron un buen desenlace porque se evitó que se produzcan.
Varias fuentes aceptaron la invitación de tomar un café para ayudar a encontrar a los responsables del mayor ataque con bomba contra una entidad judía desde que finalizó el Holocausto.
Según determinó la Justicia tras un dictamen redactado por Alberto Nisman, la decisión de atentar en Buenos Aires fue tomada formalmente por los líderes iraníes en la ciudad de Mashad, en 1993.
En otro artículo se detallarán cómo coinciden los llamados de los protagonistas de esta historia hechos desde puntos claves de la trama a lugares centrales donde se juntaba información de la serie de acontecimientos que terminaron en bombas.
La sede logística para salvar a los activistas, o para conocer los detalles de la marcha de los atentados, se ubicó en la Triple Frontera.
La documentación existe. Lo novedoso es que se conozcan las caras de los acusados por Nisman de haber actuado en los atentados.
Solían ser nombres arábigos escritos en artículos o expedientes y nada más. Ya no es así.
Tras la muerte de Nisman, éste fue reemplazado por tres fiscales en la Unidad Fiscal del caso AMIA. Quedó uno solo: Sebastián Basso.
Las autoridades de la República Islámica de Irán siguen negando, como hace años, haber impulsado a Hezbollah a que vuele dos objetivos en la República Argentina.
Pero aceptan, como lo hicieron varias veces sus diplomáticos o referentes en entrevistas públicas, que a principios de los años 90 la Argentina decidió cortar de forma unilateral los convenios que el gobierno de Raúl Alfonsín había firmado con Teherán para cooperar en la entrega y el conocimiento sobre material nuclear que la Argentina se había comprometido a cumplir con el país de Medio Oriente.
Así lo confirmó, sin admitir que su Gobierno decidió atentar en Buenos Aires por este motivo, el ex encargado de negocios de la embajada iraní, Moshen Baharvand.
Veintinueve días antes de que volara la embajada de Israel, además, había sido asesinado el entonces secretario general de Hezbollah, Abbas al-Musawi. Teherán responsabilizó a Israel por el crimen.
Voló la embajada de ese país en Buenos Aires como represalia, según esas fuentes de inteligencia citadas. Y luego la AMIA, por supuestos compromisos no cumplidos por el gobierno de Carlos Menem en materia nuclear.
Ese día, el del ataque a Pasteur 933, uno de los jefes de Hezbollah que hoy es buscado tanto por la Corte Suprema como por la fiscalía de la causa AMIA, El Reda, habría tomado un vuelo comercial a las 8 de la mañana desde Aeroparque a Foz de Iguazú y de ahí al Líbano. Las fronteras legales se cerrarían si su plan macabro funcionaba.
Su verdadero nombre es Salman Raouf Salman. Está casado con una argentina. Tienen cuatro hijos. El 18 de julio de 1994 no sintió la explosión de la AMIA. Volaba.
Las autoridades extranjeras, que fueron algunas de las fuentes de este informe, dicen que saben dónde está.