La Biblia del visitante de Orlando indica descansar al tercer día, y es un mandamiento inapelable. Nueve horas de avión y los primeros dos días de excitación arrolladora por el impacto con los parques temáticos requieren un impasse para recargar energía, relajar la vista del bombazo de luces y color, disfrutar de nuevos paisajes sin tiempo, sin largas colas de espera y, sobre todo, sin madrugar. Un parate cada tres días ayuda a renovar fuerzas y prepararse para el siguiente parque.
La opción de quedarse en la piscina del hotel es solo para quienes no se animan a salir a buscar el tesoro que se esconde lejos –pero no tanto- de Los Simpson y Cenicienta.
Winter Park: donde reina el sol
Una ciudad silenciosa, chiquitita y verde a quince minutos de Orlando era un hito turístico de la región cuando Walt Disney World no existía, nos cuentan los locales sacando pecho y queriendo relativizar un poco el magnetismo del ratón Mickey y sus amigos. Lo cierto es que llamaron a esta zona Winter Park (Jardín de Invierno) porque fue el lugar elegido por muchas familias adineradas que huían del frío y para construir allí sus otras casas donde vivir la mitad del año persiguiendo el verano.
Tiene un parque central con follaje tupido y lagos naturales unidos por canales, y rodeado de mansiones, que se pueden recorrer en un paseo en bote de una hora. Casas bajas de la década del ’50 o enormes, lujosas, con muelles e historias únicas detrás de cada una, que revela el guía indiscreto en inglés, aunque para contar los chismes conoce las palabras claves en español “Esa casa es una réplica exacta de la que los dueños tenían en Nueva York.
El marido la hizo construir idéntica para convencer a su esposa que se negaba a venir”. Luego aparecerá la casa de la estrella infantil Mr. Rogers y otra donde se alojó Tom Hanks. El paseo a cielo abierto encanta, acuna y relaja atravesando canales techados por la vegetación con el sonido del motor de la lancha y el oleaje.
A pocas cuadras del muelle, se llega a Park Avenue. La comparan con Rodeo Drive por sus tiendas exclusivas y porque es una tentación ineludible darse algún gusto en Gap, Pottery Barn o Williams Sonoma.
Un bulevar con flores y faroles continúa el estilo de la ciudad. Hay boutiques de marcas de lujo; pequeñas tiendas de diseños únicos con maniquíes en la vereda; señores leyendo revistas en cafecitos al sol o a la sombra; chocolaterías, heladerías artesanales, pastelerías y un montón de restaurantes tipo bistró con distintas opciones de menú. Los amantes del vino pueden entretenerse en The Wine Room, una vinoteca y deli con más de 150 etiquetas de vinos y espumantes de todo el mundo, donde se puede cargar crédito en una tarjeta para degustar desde USD 2.50 un riesling alemán, un champagne francés, un blend de Mendoza o un Cabernet de Napa Valley.
Si bien la ciudad cuenta con varios museos y ofrece hasta la posibilidad de ver ballet, la joyita artística de Winter Park está sobre Park Avenue, en el The Charles Hosmer Morse Museum of American Art. Allí se encuentra la colección más grande del mundo de Louis Comfort Tiffany.
El hijo del famoso joyero y uno de los diseñadores más creativos y prolíficos de fines del siglo XIX –cuya obra también se encuentra, en parte, en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York-, documenta a través de sus vitrales, lámparas, piezas de joyería y arte gráfico y decorativo, su declarada “búsqueda de la belleza”. Tiffany creó un tratamiento nuevo del cristal para vitrales iridiscentes: combinaba y manipulaba varios colores para crear una gama única de gradaciones y efectos tridimensionales y definía la forma por el vidrio mismo en lugar de pintar sobre él. La colección es una experiencia única de luz y color y un viaje inolvidable en un caleidoscopio.
Shopping infinito
Dedicar tiempo a las compras es un imperativo propio del destino. Orlando es famosa por sus descuentos agresivos y sus circuitos de centros comerciales dentro y fuera de la ciudad. Premium Outlets es un complejo enorme en International Drive con locales de marcas como Polo, Victoria’s Secret, Calvin Klein, Samsonite, Nike, Adidas, Forever 21, Donna Karan y cientos más, con descuentos seductores y donde todo se puede conseguir: ropa, carteras, la famosa valija que todo el mundo compra para llenar, chocolates, tecnología, anteojos de sol, perfumería.
Sugerencias para que la emoción no signifique perder tiempo: planificar la compra, no desprenderse del mapa y establecer prioridades en lugar de recorrer y entrar en todos lados. Hay que revolver racks, percheros y mesones de discontinuos y eso consume mucho tiempo. Ni hablar de lidiar con turistas de todo el mundo desesperados por arrasar con las mejores ofertas y dispuestos a matar o morir por una ganga. En la oficina de Admisión entregan una guía para consultar los descuentos extra que cada marca hace ese mes, también disponible en Internet.
Comprar en Mall at Millenia, en cambio, es también un paseo. Un shopping moderno, elegante, luminoso con marcas de lujo pero que también ofrece descuentos generosos en sus tiendas departamentales como Macy´s o Bloomingdales. Ofrece valet parking, servicio de conserjería y casa de cambio. Un Apple Store, una perfumería Sephora que cautiva mujeres de todas las etnias, y restaurantes y cafeterías para hacer una pausa necesaria, convierten este mall en un templo del consumo para perder el juicio pero no el buen humor. También hay guías de descuentos en Internet.
Los compulsivos que no podemos salir de las farmacias sin dos esmaltes de uñas, una caja de chicles y un hidratante de labios con gusto maracuyá, necesitamos hacer una parada técnica en Walgreens. Estos híbridos entre una farmacia grande y un supermercado chico concentran chucherías, cosméticos, accesorios, útiles escolares y golosinas que en los shoppings no están, y los precios parten de un dólar. Probablemente allí esté la cartuchera de Frozen o la mochila de Mi Villano Favorito que no consiguieron en los parques o podrán comprar el protector solar que se olvidaron en casa y gomitas de pelo para el resto del año.
Que no termine la diversión
Emociones extremas fuera de los parques es algo que el visitante que llega a Orlando no tiene contemplado. I Fly –literalmente “yo vuelo”- es la actividad indoors que permite experimentar la sensación de volar. Allí es donde se entrenan los paracaidistas antes de dar el salto. Un guía enseña a mantener el cuerpo alineado y un conjunto de técnicas, movimientos y señas para comportarse y comunicarse flotando en el aire.
La experiencia dura algunos minutos en un tubo, y se trata de mantenerse suspendido en el aire sin la ayuda de ningún dispositivo. Hay una alternativa básica y otra que incluye subir más alto (muchos metros más) dando giros y piruetas. Se recomienda reservar y llenar previamente el formulario en Internet. Es una actividad para todas las edades y no requiere conocimiento ni práctica previa. Adrenalina pura y diversión extrema fuera del itinerario clásico.
Para quienes no quieren perderse las actividades de los locales, una cita imperdible es el Amway Center en Downtown Orlando. Un complejo de vanguardia, donde se encuentra el estadio del equipo Orlando Magic, es un polo único de entretenimiento para toda la familia.
Se puede ver un partido de básquet o un recital en vivo, cenar en cualquiera de sus muchos restaurantes de cocina de autor con vista a la cancha –asociar Estados Unidos con la comida chatarra es una costumbre pasada de moda y, además, obsoleta-, tomar un trago en el deck o en alguna de las terrazas, disfrutar de los juegos infantiles. Para los clientes Premium hay hasta suites que dan a la pista para ver el juego –o concierto- en vivo, pero en una experiencia privada junto a un grupo selecto de personas que elija el anfitrión.
A pocos pasos, Church Street District es el área nocturna por excelencia para quienes prefieren una salida tranquila. Esta calle del centro de la ciudad, agrupa un puñado de bares de tapas y de restaurantes para cenar rico, tomar un cóctel y caminar antes de regresar a dormir al hotel.