"Hace 60 años, Marcelo Santángelo se declaró surrealista y provocó un escándalo en la conservadora sociedad mendocina. Su humor ácido y su afán de polemizar, de contradecir, demoler dogmas, de sostener opiniones poco ortodoxas y obligar a pensar, le acarreó no pocos dolores de cabeza", comenzaba la entrevista que Los Andes hizo en 2005 a uno de los pioneros del arte abstracto.
En tanto, el propio artista comentaba unos años antes en otra nota: “Descubrí el surrealismo por azar, a través de un libro que llegó a la Biblioteca Central de la Universidad, en el año 45. Se trataba de un ejemplar de ‘Mi vida secreta’, escrito por Salvador Dalí a finales del 30. En esa época tenía 21 años y estudiaba Artes Plásticas en la Universidad Nacional de Cuyo, aunque también hacía changas para ganarme unos mangos”.
Marcelo Santángelo era un paradigma del artista independiente y polémico, que buscaba la libertad de expresión y de pensamiento sin temer las consecuencias, en una sociedad pacata y conservadora.
Pero no estaba solo. Su esposa Filomena Moyano fue también cultora del surrealismo. Ambos representaron la vanguardia en Mendoza.
Filomena transmitió conocimientos durante un cuarto de siglo en escuelas primarias y secundarias, rurales y de verano de la provincia en las que propuso una pedagogía creativa muy distinta a la que planteaban los métodos mnemotécnicos. Inventó la teleescuela en la pantalla local y entendió la docencia como una de las bellas artes.
