Anécdotas y relatos de un maestro rural, en un libro

Un educador de 84 años residente en San Rafael escribió su experiencia de vida como docente y hoy hará la presentación. Aporte por la próxima celebración del Día del Maestro.

Anécdotas y relatos de un maestro rural, en un libro

Héctor Lisandro Calderón, 84 años, tiene la apariencia de ser un hombre tranquilo y apacible. Pero todo lo contrario: su vida ha sido de pura actividad y hoy "disfruta" de su jubilación (lo afirma con una sonrisa pícara) pero eso no significa que "esté retirado".

En su refugio domiciliario, donde ha construido un rincón en pleno living (con muchos libros, escritorio y suficiente luz) para leer y escribir, con vista a su jardín, termina los detalles para lo que será la presentación de su segundo libro : "Las travesuras del destino. Anécdotas de un maestro rural". 

En él habla de sí mismo, de sus experiencias como maestro rural y de cómo desafió al destino “cumpliendo objetivos que harían felices a muchos niños, jóvenes y adultos alrededor del país mejorando la educación...”, reza la solapa de la publicación.

"Son relatos nada más", asegura con modestia. "Mis amigos y parientes insistieron en que escribiera lo que he vivido como maestro rural, aunque también estuve en escuelas de la ciudad", aclara con un relato tranquilo y claro.

Becas, aprendizajes de todo tipo como primeros auxilios, agricultura, trabajo en granjas, perfeccionamiento profesional, colaboración en obras comunitarias que trascienden el tiempo y a las personas (museo de la Villa 25 de Mayo), son los relatos de “don Calderón de la Villa”, como muchos lo conocen y nombran.

Héctor tiene tres hijos y a su esposa, Dolly Gómez. Nació en la Villa 25 de Mayo y fue ahí donde hizo hasta cuarto grado, "porque no había más". Luego fue enviado a la ciudad de San Rafael con "grandes esfuerzos y sacrificios de mis padres. En primer grado en la (escuela) Iselín y al año siguiente fue exclusiva para mujeres, por lo que me pasaron a la 25 de Mayo. El segundo año y tercero lo hice en la Villa por falta de recursos. Había un solo ómnibus que hacía tres viajes al día. No coincidían los horarios y gracias a las amistades de mi familia y parientes que me albergaban, también a mi hermana Vita Eugenia".

Después agrega: "Mi padre fue juez de paz en Malargüe y luego se vino a la Villa, donde tuvo también una gran actividad social desde la jefatura del Registro".

Su papá, llamado como él Héctor Calderón y su mamá Visitación Quiroga Arana, se empeñaron en que sus hijos terminaran la escuela.

Así, don Héctor (h) empezó la secundaria, que ya era de cinco años, mientras estuvo en la casa de su padrino Nicolás Soto, que fue intendente de San Rafael. “Ellos fueron mis segundos padres”, dice con nostalgia.

Después entró a los Hermanos Maristas y residió en casa de Castro Arana, recuerda. "Quinto y sexto los hice en la Normal, porque así podía seguir la secundaria ahí y hacer la carrera de maestro".

Allí se recibió “y me fui a casa. Al año siguiente empecé a trabajar como maestro en la Villa: trabajé seis años ahí. Siempre tuve inclinación por el progreso del pueblo. Yo jugaba a la pelota y veía a niños que no tenían ni alpargatas, jugaban descalzos. Nosotros no éramos ricos pero como casi todos, teníamos una granja para alimentarnos. Yo veía esa situación de los chicos y siempre me preocupó”.

Vecinalista

Según recuerda, “en la Villa no había nada de nada: no había club, solo dos o tres boliches donde se tomaba vino”.

Por eso, "cuando tenía 22 o 24 años estuve como encargado de la comuna en la Villa, en una comisión de vecinos y todo ad honorem. Una asociación vecinal. Estuve acompañado de gente muy importante, como Narciso Sosa Morales, de quien tomaría luego el nombre el museo de la Villa", que está emplazado frente a las ruinas del Fuerte San Rafael del Diamante.

Don Héctor tuvo mucho que ver también en la fundación de este reducto de recuerdos y en el emplazamiento y construcción del edificio. Precisamente el lote era de su propiedad y luego lo transfirió a uno de sus hijos: "Le pregunté si quería donar una parte para hacer el museo y me dijo que sí. Y ahí esta". Así formó también a sus vástagos, según afirma orgulloso al contar esa anécdota.

Todas estas historias esbozadas por Héctor durante la charla con Los Andes, están relatadas con detalles en el libro, que también lleva la firma de su esposa se presentará hoy a las 19 en el Instituto Superior de Formación Docente y Técnica N° 9-003 (Escuela Normal), ubicado en Barcala y Libertador de la ciudad de San Rafael. Es el lugar, precisamente, que lo vio crecer como persona y como profesional y que hoy lo recibirá como prueba viviente de superación.

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